el interior de las cosas / OPINIÓN

¿Y cómo es él?

4/10/2021 - 

La ciudad ha regresado. Tras levantar los campamentos de verano en Benicàssim, el traslado a Castelló es una actividad que cada año vuelve a llenar las calles urbanas en octubre. Y retornan los paseos, las idas y venidas, la algarabía infantil en Huerto Sogueros en torno a enormes castillos inflables, bajo un sol de justicia. La tarde del sábado ya anunciaba la ponentada, esa ponentà tan molesta en esta orilla del mundo que nos dedicó un domingo caluroso y luminoso. El pequeño Aimar se aferraba a mi mano al pasar por una plaza que parecía celebrar una gran fiesta para los más pequeños. Su gesto dudaba entre participar o escapar por el tremendo ruido de tanta actividad. Pero, avistar al fondo, en la calle Zaragoza, un Tram, nos alejó del bullicio para correr a ver el paso del tranvía, un autobús, uno de los vehículos que más entusiasman a mi nieto. Luego pasó una ambulancia y regresamos a la realidad de los juegos infantiles, con sus sirenas nina nina nina…  nino nino nino…

La desescalada nos está dejando la alegría de abrazarnos profundamente. Nos está permitiendo las sonrisas inmensas, la felicidad de reencontrarnos. El sábado, en Castelló, celebramos, cuatro amigas, aquello que nos unió, aquel festival Mulabe que se realizaba en el recinto de conciertos de Benicàssim y que trajo a destacados y legendarios artistas latinos, a pesar de que Cristina V., la directora del evento, no consiguiera contratar a Marc Anthony. Pero bailábamos hasta el amanecer, con un público masivo, el rap cubano de los Orishas, los increíbles ritmos de los Van Van, de la orquesta de Sargento García, con Makako trepando por aquel escenario…. Aquel festival era pura magia para las caderas y, desde el gabinete de Prensa, era un exceso de trabajo maravilloso. Y allí estaba nuestro Juan de Eugenio, nuestra Mariam G. y sus Ketama y, ahora, su hermana Chus. Dos décadas de amistad y de mucha estima.

Autor: Andrea Mongia

El sábado, en un restaurante castellonense de arroces, se produjo el reencuentro de cuatro amigas. Hace años que no coincidían, que no se abrazaban y achuchaban. Revolucionando aquel espacio, con una sobremesa que asemejaba el tributo musical de las cuatro madrinas de una boda, sonaron temas de Ketama y, sobre todo, de José Luis Perales porque en el mismo espacio comían los músicos del artista conquense que actuaba esa noche en Onda. …y se marchó, y a su barco le llamó libertad… y cómo es él… en qué lugar se enamoró de ti… El pequeño Aimar, que se sumó en los postres, estaba entusiasmado con aquellas y aquellos locos bajitos mayores, moviendo sus brazos como aquellas gaviotas de Perales. La convivencia recuperada, en parte, dejó escenas aún maravillosas. Aquellas tres jóvenes universitarias que abrieron los ojos ante esas cuatro mujeres mayores divertidas, aquella pareja en la que ella preguntó si sabíamos alguna canción de Amistades Peligrosas. No hizo falta. …basta ya de tanta tontería, hoy voy a ir al grano… La misma Cristina del Valle les cantó emocionada desde una videollamada. La tarde concluyó, después, en el sofá naranja, a un lado el pequeño Aimar, al otro un amoroso Pancho. Varias horas de Patrulla Canina nos devolvieron a la realidad infantil y a unas canciones desconocidas que ya no pude tararear.

Las amigas, una de ellas madrileña, aclamaron la cocina de L’Arroseria con una paella de alcachofas y sepia. Mariam fue quien eligió el menú “porque en Madrid no se comen, ni de coña, estos arroces de Castelló”. Ella ha encontrado cambiada la ciudad, con más luz, más sonidos espléndidos, más vida.

Y, entre besos y risas, las cuatro amigas se contaron la vida, se añoraron hasta el infinito. Mujeres hechas a sí mismas, expertas en superar las dolorosas piedras que surgen en todos los caminos, profesionales de la superación y exploradoras de la autoestima. El encuentro era la imagen de la nueva normalidad, de una recuperación anímica, social y económica. Porque ellas, desde el mundo de la cultura y el espectáculo, al de las inmobiliarias, están intentando salir de una grave crisis.

La ciudad ha regresado y, en este domingo de poniente, la escalera y los patios interiores de la nueva casa vuelven a regalar el aroma de los sofritos de la paella dominical. Puede distinguirse el arroz mixto, con el toque de azafrán y ese sofrito de verdura y tomate, el arroz marinero o la fideuà, con ese maravilloso olor de la sepia troceada y las gambas en sofrito. Mi abuela Pepica distinguía, con el olor de sus guisos, la falta o el exceso de sal, la necesidad de añadir más perejil u otra hoja de laurel troceada. Pasaba su mano, surcada de arrugas, sobre la cazuela, intentando atrapar el aroma humeante, y se lo llevaba a la nariz. Y siempre acertaba.

La ciudad ha regresado. La vida se escucha a través de una mascletà  conmemorativa dominguera, al disparo de pólvora de buena mañana. El horario escolar de otoño también ha regresado. La normalidad es más normalidad en este mes de octubre.

La vida gira. Y los colores se apagan tras una semana tortuosa, cargada de despropósitos, con esas perlas -como define la prensa-, que han elaborado una especie de argolla al cuello de Casado, el flamante líder de la derecha más derecha de todos los tiempos. Toneladas de adulación. 

Lo del invitado ejemplar Sarkozy diciendo que estar en política es estar vivo, augurando que Casado sería presidente, un día antes de ser condenado en Francia por corrupción y financiación ilegal de su campaña electoral de 2012. El PP ya ha eliminado, de sus conclusiones, la participación del expresidente galo. Pero Casado afirmó, con esa sonrisa indefinible, “tenemos que tomar los ejemplos de buena gestión”.

Lo del invitado ejemplar, premio Nobel, Mario Vargas Llosa, promoviendo las dictaduras al afirmar que votar en unas elecciones no es un ejercicio de libertad si se vota mal. Y poniendo como ejemplo resultados electorales en países de América Latina donde, por cierto, él perdió estrepitosamente en Perú. Por no hablar del ejercicio de reconocimiento que hizo con estas afirmaciones de los dictadores como el chileno Pinochet o Trujillo, en República Dominicana. ¿Qué fue de aquel tipo que escribiera La fiesta del Chivo?. Estremece, y es espeluznante, la evolución de un señor que ahora se dedica a vender el fascismo.

Lo del invitado ejemplar Aznar y su retorcido gesto, el bochorno de esa sonrisa que explica que él nunca va a pedir perdón por nada, “absolutamente por nada”. La jocosa chulería al hablar y mofarse del presidente de México. La prepotencia de un personaje que protagonizó los hechos más vergonzosos de la reciente historia de este país.

Autor: René Magritte

Lo de la invitada ejemplar Ayuso, tras pasearse por Washington y afirmar que “EEUU no conoce Madrid”, avergonzando a republicanos con su “indigenismo”, el nuevo comunismo de ella, de Casado y de Aznar. Como si volviéramos a ver la película El Dorado, como si Ayuso se vistiera de conquistadora española infame y peligrosa. Con el descaro de vender humo, de mercadear con el dinero de toda la población madrileña para retratar sus paseos y sus fotos frente al Capitolio. Con esas formas de plantarle cara hasta al Papa de Roma.

Lo del invitado ejemplar Camps y esa sonrisa cínica e instridente. Con esa pose de …venga, campeón… y con esa pareja de fotografías, el hijo de un Adolfo Suárez que, menos mal, no ha visto su extravagante evolución.

Lo de estos invitados ejemplares, al modo de “vuelve el hombre” como la última cinta recién estrenada de James Bond. Vuelve el hombre. Y que nos pille confesadas y confesados.

Tras esta gira nacional de la entronización de Casado, València recibió este domingo a miles de militantes del PP procedentes de varias autonomías, con la cara al sol, exultantes, provocadores, con una voz en off que animaba al inicio del mitin, gritando “llegamos todos sin rastras y venimos duchados”. 

Tras el paso de esta semana hilarante protagonizada por la derecha más derecha de todos los tiempos, y con todas las tragedias humanas que nos sigue acosando y entristeciendo, con el peso del recibo de la luz a cuestas, con los grandes problemas reales que tiene la ciudadanía, solamente nos queda mirar al cielo, buscar una estrella fugaz y entregarle nuestros deseos, además de conjurar aquello de Señor, perdónalos porque no saben lo que hacen ni lo que dicen. 

Mientras, quizás, lo más ejemplar y sensato es seguir viendo la Patrulla Canina o seguir cantando a José Luis Perales. 

 

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