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el interior de las cosas / OPINIÓN

Y no podrán pasar

15/08/2023 - 

Hace tres décadas y tres años, un día como el de ayer, ingresaba en el Hospital General de Castelló para parir a mi segundo hijo. Tremendas horas de contracciones, intensas, largas, tardías. Veinticuatro horas sin tregua ni anestesia. Mi pequeño nació el 15 de agosto, era larguísimo y delgado, era un hermoso palo, deseado y estimado desde el primer momento, desde que sus oscuros ojos se clavaron en los míos, siguiendo la ruta de los sonidos, del llanto, del dolor y de la felicidad. El añorado pediatra José Luis Tripiana fue la primera persona que vio a mi hijo, que lo sostuvo en su salida a la luz, que lo depositó sobre mi cuerpo.

En aquel momento, la planta de Maternidad no disfrutaba de aire acondicionado. El calor era horroroso, además, la habitación y su ventana abierta -antes podían abrirse las ventanas- recibían el aire caliente de las primeras máquinas de refrigeración que se instalaron en el centro hospitalario. Toda una suerte de circunstancias. Regresamos al día siguiente a la casa de Rafalafena, a la calle Columbretes. El día 16 de agosto, la ciudad estaba literalmente cerrada por vacaciones. Encontrar un taxi fue una heroicidad. Han pasado varias décadas y la situación, la verdad, no es muy distinta.

Desde hace unos días, más de una semana, el Hospital General de Castelló sufre una avería en el sistema de refrigeración del aire. Desconozco si afecta a todo el centro, pero sí puedo decir que una persona cercana ha estado ingresada durante cinco días, sufriendo un calor insoportable, en una habitación donde ahora no pueden abrirse las ventanas. A quien corresponda. Porque es inhumano no refrigerar y airear las estancias, generando unas pésimas condiciones para el personal hospitalario, para las personas ingresadas, para quienes pasan horas y horas en el servicio de Urgencias. Además, la pasada semana, las altas temperaturas protagonizaron otro pico de calor extremo. A quien corresponda, debe tomarse en serio esta situación tan lamentable.

Foto: Albion Hicks

No es un martes cualquiera, no es un puente del quince de agosto cualquiera, ni se trata de unas fiestas agosteñas al uso. El miércoles debe constituirse la Mesa del Congreso en el marco de intensas negociaciones, en el contexto de una derecha, y su ultraderecha, -que son lo mismo-, empeñada en sembrar confusión, en mentir y devaluar, aún más, la democracia de este país. Es peligroso e ignominioso decirle a la ciudadanía, constantemente, que el partido más votado es el que debe formar gobierno, sabiendo que la realidad es bien diferente. Somos una democracia parlamentaria y el gobierno depende, únicamente, de la decisión de las diputadas y diputados que conforman el Congreso.

La derecha de Feijóo y su ultraderecha, la de Abascal, están empeñadas en la estrategia trampista de negar los resultados electorales, de vender el humo del partido más votado, cuando en otros territorios autonómicos y en numerosos ayuntamientos, se han pasado por el forro “lo de los partidos más votados”. Estas maniobras son muy graves y acompañan la conflictividad política y la confrontación ciudadana. Además, los poderes mediáticos de la derecha y su ultraderecha están marcando con sus voces y discursos torticeros este momento de alta tensión. Los coros del movimiento están inoculando la mentira, los discursos del odio, la prepotencia de quienes piensan que el poder les pertenece, como pasara en los tiempos de la dictadura que tanto parecen añorar. Y así están actuando en las autonomías que gobiernan, en las diputaciones y ayuntamientos. Ha regresado la censura, la intolerancia, el acoso a los derechos fundamentales.

Esta semana será interesante, cargada de acción política e institucional. Mientras escucho la radio, a la espera del regreso precipitado de las primeras espadas periodísticas, mi pequeño nieto Biel recorre la casa junto a Pancho, manteniendo conversaciones inteligibles y muy divertidas. Mi perro corre junto a Biel, contestando a su manera y gimiendo de alegría. La mejor escena del día, los mejores movimientos de la vida.

Foto: Andrea Ehrenreich

Mi vecina, apalancada en Castelló, me cuenta el hartazgo del calor que está sufriendo, además de las cucarachas que han tomado la ciudad, además del silencio que impera en las calles en la segunda quincena de agosto. Nos veremos en breve para abrazarnos y retomar nuestra rutina en modo presencial. Ahora hablamos por teléfono, siempre que ella acierte con las teclas de su móvil. Este domingo, me pasaba una receta de hígado de cordero encebollado al curry, con gajos de manzana a la plancha, todo regado de vino blanco y a fuego lento. Ella está descubriendo el universo de las especias gracias a la relación que mantenemos con un nuevo y estimado vecino, el paquistaní que ha abierto una verdulería y colmado, cargado de las mejores especias y productos asiáticos de Castelló.

Mi vecina lleva años disfrutando la diversidad cultural del barrio. Nos hemos sumado a las celebraciones de otras nacionalidades y credos, abriendo nuestra casa al aire fresco de esta riqueza social que nos rodea. Ella sufre porque la derecha y su ultraderecha pueden dañar esta convivencia ciudadana. Sufre por los discursos del odio, por la violencia creciente de los grupos fascistas contra las personas migrantes. Sufrimos ante la intolerancia e ignominia sembrada y que ya ha germinado, ante la impunidad que tienen los grupos ultras. Somos sufridoras del factor humano más vulnerable.

Mi vecina volvió a llamarme este domingo por la tarde para defender a Eva Amaral que cantara a pecho descubierto en un magnífico concierto del festival Sonorama. Me llamó para defenderla. Está muy cabreada por las feroces críticas machistas, por los discursos misóginos. Mostrar las tetas no debería ser motivo de queja ni de rechazo. Nunca. Es alucinante que en el primer tramo del siglo XXI tengamos que explicar, justificar estas acciones. La libertad de las mujeres es sagrada. Los derechos de las mujeres son sagrados. Así canta Amaral en ‘Revolución’: Somos demasiadas. Y no podrán pasar. Por encima de los años que tuvimos que callar… Siento que llegó nuestra hora. Esta es nuestra revolución. Porque siento que este es el momento de olvidar lo que nos separó. Y pensar en lo que nos une…

Foto: Ajuntament de Morella (Anunci 2017)

Este lunes, víspera de la virgen de agosto, intentamos ver alguna lágrima de San Lorenzo, que no pudimos seguir el pasado fin de semana. Las estrellas fugaces nos han acompañado toda la vida, como el magistral libro de Julio Llamazares, Las Lagrimas de San Lorenzo. Seguimos buceando en las entrañas, reteniendo celosamente aquellos paraísos vividos, perdidos. Y, en eso, pasa otra estrella.

Ayer por la noche se colgaron Els Volantins de Morella. Gertrudis, Pablo y Cleopatra vuelven a la calle de La Font, para lucir su maravillosa indumentaria, para bailar mañana al paso de la peana de la Mare de Déu d’Agost. Junto a los creativos y singulares Ninots, que presiden diversas calles morellanas los sábados previos a L’Anunci, Els Volantins son el gran elemento que regresa para recordarnos que iniciamos un nuevo ciclo sexenal. Mis vecinas y vecinos del carrer La Font, con mi estimado Ximo Dolz preparando su balcón, han vuelto a reunirse para colgar la barra y a sus peculiares residentes, que bailan y voltean con la tremenda felicidad de recibir un nuevo Sexenni. Aquí, en Morella, entre montañas, bajo el cielo abierto de Els Ports, la vida se vive y se cuenta de seis en seis.




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