el interior de las cosas / OPINIÓN

Y pasa un avión

9/05/2022 - 

 Recuerdo aquellos días y noches de enero de 1991, con un hijo de 7 años y un bebé de 5 meses. Eran tiempos de grandes conflictos internacionales y  de una insoportable supremacía estadounidense en el planeta, como ahora. Aquel mes de enero registró, encadenados, unos cuantos momentos de miedo al seguir, por primera vez, una guerra televisada en directo, y, por las noches, escuchándola a través de la radio, también en directo. Recuerdo, con precisión, la noche del día 16 al 17 de enero de 1991 cuando EEUU lanzó los primeros 100 misiles Tomahawk, desde el Mar Rojo y el Golfo Pérsico contra Irak. Acababa de nacer la Operación Tormenta del Desierto.  Una guerra, promovida por la ONU, contra la invasión de Kuwait por parte de Irak y Sadam Husein. La Guerra del Golfo fue la primera televisada, la primera vez que nos vimos atrapados, con ese riego de temor e inseguridades ante el futuro, porque Vietnam se retransmitió en diferido y, además, contando con una manipulación vergonzosa desde EEUU y aliados occidentales.

Aquellas imágenes de la Guerra del Golfo se metieron en nuestras cabezas y corazones, pero no lograron convencernos, a pesar de tantos mensajes insistentes, primeros planos y otros montajes televisivos estadounidenses. Miraba a mis dos pequeños y me preguntaba sobre el mundo al que habían llegado y en el que iban a vivir. Porque sentí desasosiego e inseguridades. Varias decenas de países aliados USA se sumaron a la Liga de la Justicia con el aporte de tropas y material bélico, entre ellos España, que envió a la guerra a casi doscientos jóvenes que cumplían el servicio militar, la ‘mili’, sin formación en acciones bélicas, y que se fueron a la Guerra del Golfo. Horroroso. Aquella coalición comenzó a atacar en Irak en septiembre de 1990. Y, luego, en enero de 1991 estalló la guerra total. Estaban en medio de la Madre de todas las Batallas, que definió Sadam Husein.

Después, en marzo de 2003, arrancó la Guerra de Irak, otro conflicto teledirigido desde EEUU y desde los poderes económicos predominantes en este planeta, y con la alianza de gobiernos que buscaron la gloria. Aliados como aquellos tres que se hicieron una foto hilarante en las Azores, Busch, Blair y Aznar. Un trío para la triste historia. Aquellas armas de destrucción masiva que vislumbraron y nunca aparecieron, pero sí lograron desestabilizar la región, confrontar a las sociedades árabes y promover un terrorismo global que no estaba organizado. Porque en estas invasiones, presiones y guerras, EEUU y aliados de Occidente han ido promocionando, financiando y provocando a los grupos autoritarios y más radicales musulmanes, y todo sigue rodado, han ido sembrando el odio y la confrontación, quizá, con el macabro objetivo de que se maten entre ellos, o con el vergonzoso objetivo de hacerse con la valiosa producción energética de estos países.

Hoy sufrimos la invasión de Ucrania por órdenes de Putin, al tiempo que estamos sintiendo los movimientos en un mapa geopolítico muy preocupante. El planeta está ahora mismo dividido entre bloques poderosos, entre los diversos poderes económicos, entre los grandes intereses de EEUU, Rusia, China, de los países árabes que siguen manejando unos hilos muy coordinados con ciertos países occidentales, entre Israel y los países amigos de Israel, su programa espía tutelado Pegasussu gran aliado Marruecos… Nunca olvidemos que el poder político y económico mundial de Israel es como los caminos del Señor, que son inescrutables. Frente a este panorama se encuentra parte de Europa, en el medio de estos vertiginosos cambios. Frente a este panorama, además, ya se ha instalado un nuevo orden mundial, con todas sus incertidumbres y desasosiego. Decir que todo es angustioso.

En medio de conflictos y tristezas, Castelló ha florecido este pasado fin de semana. El sábado fue pura vida. Acció Cultural convocó a todo el país valenciano a celebrar en Castelló la Diada del 25 d’Abril, rememorando aquella celebración Aplec de Castelló, en 1982, tan impresionante, con la proclama de Joan Fuster Ara o Mai, defendiendo la lengua y la identidad de todo un pueblo. Aquel día estuve en aquella plaza de toros de Castelló a rebosar, emocionada, estremecida con el concierto de Lluís Llach y, sobre todo, con aquella brillante interpretación de Campanades a Mort junto a la Banda Municipal de Castelló. Soy madrileña, bilingüe, y en mi edad de crecer estuve, afortunadamente, marcada e inmersa en una cultura e idioma familiar que debemos seguir defendiendo. Es fundamental no perder las raíces de los pueblos y su identidad.

El pasado sábado, desde mi lumbalgia y mi balcón pude ver pasar el nuevo Aplec de Castelló. Se me puso la piel chinita cuando pasaron bajo mi casa los toques de la Muixeranga, recordando tantos ‘aplecs’, la vida compartida y cultural que me acompaña desde la adolescencia, con estas cuatro barras que han colgado en todas las paredes de mis espacios vitales.

El mismo sábado culminó con la celebración de la Festa de la Rosa en la Plaça Major de Castelló, una tradición autóctona, bella y recordada, que reúne a vecinas y vecinos en torno a la música y las rosas. Un mes de mayo para las flores, para las celebraciones de esta primavera inestable pero deseada.

Pero hay una nota discordante. El pasado viernes, por la tarde, pasó un avión por Castelló, surcando el cielo y realizando varios giros vertiginosos sobre la ciudad, con un estruendo insoportable, temeroso, un ruido que sobresaltó, muy inquietante. Era un avión caza de las FFAA de este país que a saber por qué se dedicó a sobrevolar nuestra calma con tanta insistencia la tarde del viernes. Sentí que la piel se erizaba. Pasó un avión de guerra…

Aquel mes de enero de 1991 recuerdo una noche de insomnio, con mis niños dormidos, con la casa en silencio, en medio de una madrugada de nieblas en la calle Columbretes de Castelló, en un hogar donde se practicaba el amor constantemente. Esa noche escuchaba a Luis Eduardo Aute y su último disco, Nudo. Y esa canción tan bellísima…. Pasa un avión.