el interior de las cosas / OPINIÓN

Ya somos el verano

21/06/2021 - 

 A las 05.32 horas de la madrugada de este lunes entró el verano en nuestras vidas. Así, de esta manera, mientras dormíamos, o seguíamos luchando contra el insomnio insoportable, o nos sentíamos levitando a la espera de la llegada del lunes laboral. Los cambios de estación ya no importan, ni son como eran antes que se convertían en un acontecimiento social, porque hasta el cuarenta de mayo no se quitaba el sayo. No vamos a vestirnos ni desvestirnos hoy como ayer, cuando vivíamos de otoño, de entretiempo, invierno, primavera, entretiempo y el rotundo verano. Ya no hay entretiempos, como no hay entre todas y todos, ni entrelíneas, ni entre ciclos. En tiempos anteriores, en el pasado siglo, no hace mucho, la vestimenta era tan escasa que un mismo vestido y “conjunto” servía para casi todas las estaciones, sin mangas que se descosían y cosían en entretiempo, con chaqueta de punto si refrescaba, los mismos zapatos que cambiaban los calcetines de lana por los de algodón, y, así, tan sencillo, corría el calendario de la rutina.

Una metáfora de aquellos días transparentes en el séptimo y último piso bajo el tejado de un edificio madrileño, encajonado en los duros complejos militares de viviendas, con una oscura arquitectura. De Madrid al cielo, -podría serlo-, pero no lo es, aunque se tocara desde aquella pequeña vivienda. En la capital del PP, la capital de todo y del todo, el verano impide respirar. Tras la cena, había un padre que paseaba cada noche con sus hijos por la ruta de los centenarios, enormes y bellos árboles de la ribera del Manzanares, en Virgen del Puerto. (Que ya no existen y tendríamos que habernos encadenado a ellos como hiciera una conocida baronesa en el Paseo del Prado). Allí, sentados en los bancos de piedra, junto al río, apoyando las pequeñas cabezas sobre la barandilla de hierro forjado, y viendo pasar el río cuando corría el agua, la consigna era “coger fresco” para irnos después a dormir. Unos usos humanos que se accionan en todos los tiempos y territorios. Buscar la fresca nocturna para poder descansar. En Morella, revivía lo mismo con mis hijos pequeños. Vamos al portal de Sant Miquel a coger frío.

Zumaia. (Foto Amparo Panadero)

Coger frío, buscar la fresca en los días calurosos es la consigna para redimir cada puto día que pasa. Estos días, una red social promocionaba “consejos modernos para combatir el calor y ahorrar energía eléctrica”. Eran acciones que hemos llevado a cabo siempre, cuando no existían medios ni recursos para una óptima calidad de vida. Regar la casa, regar la cama y hasta regar paredes, cuerpos y mentes. Si pulverizamos las sábanas y el ambiente que nos rodea con agua, o con otros líquidos más propicios a la somnolencia, se debe garantizar un sueño profundo. Una práctica que, al final, recuerda que podemos estar en el buen camino de la economía circular, sostenibilidad y la eficiencia energética.  Antes regábamos la noche para descansar y estimular el olfato con olores de humedad y frescor.  Y seguimos haciéndolo por lo mismo, pero, también, para no estimular la rabia acumulada y evitar la asfixia que nos produce la factura eléctrica.

A las 05.32h de la madrugada de este lunes ha entrado el verano en nuestras vidas. Sí, así ha sido. Ha llegado y es un grito exultante, fuerte, a pesar de cierta dosis de esquizofrenia  en una sociedad con carga extra de ansiedad, agorafobia e incertidumbre. El día 26 se anula la obligatoriedad del uso de las mascarillas en los espacios al aire libre. ¿Cómo será ese día el tránsito por la calle sin esa pequeña máscara que nos ha protegido y ocultado durante más de un año?. ¿Sabremos  vernos y reconocernos?. Podremos descubrir y reencontrarnos con las sonrisas, con ese gesto primario y urgente que estábamos perdiendo. Podremos hablarnos con esa comunicación verbal tan necesaria como urgente.

Vallibona. (Foto: Amparo Panadero)

La última semana ha sido una especie de montaña rusa. Cada día hemos saltado entre titulares estridentes, ficticios, reales muchos, y otros deprimentes. Mientras las buenas noticias económicas albergan la esperanza y las expectativas de la recuperación, así como de una nueva temporada turística que en esta tierra esperan como agua de mayo, la ultraderecha de este país está bien jodida. Por eso lo está el PP, y que no se rasguen vestiduras, porque son lo mismo tras ver la toma de posesión de una presidenta autonómica del PP que va a gobernar con Vox y que entronizó todo aquello que identifica al fascismo. Son lo mismo en todos los territorios. Madrid, València, Alacant y Castelló. Juegan a la confrontación permanente, a la manipulación y la mentira, a la derrota social, a la debacle. Si a la ciudadanía le va bien, no van a cesar en provocar, manipular y confrontar. 

Vallibona. (Foto: Amparo Panadero)

Los partidos políticos de la derecha, autoproclamados herederos del poder de siempre, no respetan ni consienten que un país despierte de la pesadilla que hemos sufrido con esta pandemia. Estos últimos días ha sido especialmente evidente. Mientras se van  descubriendo declaraciones, desbloqueando grabaciones y cajas llenas de pruebas sobre la financiación ilegal del PP, gracias al buen trabajo del estimado colega Miguel Ángel Campos, de la cadena Ser, el PP ha perdido el rumbo. En Madrid y en el resto de ciudades. Es muy grave que un partido político que gobierna un país manipulara a las Fuerzas de Seguridad, al propio gobierno y sistema judicial, para ocultar pruebas sobre la corrupción que ha cometido eternamente. También lo han hecho en este pequeño país mediterráneo, en esta pequeña gran ciudad de Castelló. Y sobra tanta prepotencia y soberbia en la derecha de siempre.

A las 05.32 horas de la madrugada de este lunes ha entrado el verano en nuestras vidas. A veces, el calor recuerda que tuvimos un tiempo pasado donde la felicidad era una merienda cena junto a una muralla, una porción de sandía junto al mar, un castillo en la arena, la sonrisa de dos niños pequeños que correteaban sin miedo, felices de saber que una madre reconstruiría esos castillos en la arena que se lleva el agua.

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