CASTELLÓ. Yo tenía una granja en África, al pie de las colinas de Ngong. El ecuador atravesaba aquellas tierras altas a un centenar de millas al norte, y la granja se asentaba a una altura de unos seis mil pies.Después lo perdí todo, absolutamente todo. Perdí al amor de mi vida, perdí la granja y abandoné a más de mil trabajadoras y trabajadores allá, en Kenia. Aún no he conseguido desentrañar tantas cajas embaladas, y tantos papeles. Regresé a mi casa, con mi familia, pero nunca volvió a ser lo mismo. Nunca.
Acabo de ver al completo la serie Memorias de una escritora, en Filmin, que recorre la vida y la obra de la excelente autora danesa Karen Blixen. La película Memorias de África, que ha enamorado a varias generaciones de público desde su estreno en 1985, está presente en la serie televisiva porque rememora casi veinte años de la lucha titánica de la escritora por conservar una granja, por proteger la cultura indígena frente al colonialismo británico, y por la frustración de perder aquello por lo que se ha luchado intensamente.
A veces los recuerdos realizan trayectos desconcertantes, dolientes. La vida de las personas, sobre todo de las mujeres, son eslabones incorrectos que se deslizan pesadamente por la columna vertebral, dañando vertebras y generando agujeros de curación imposible. Y nos falta el aire cuando rememoramos historias pasadas, cuando abrimos una caja de cartón llena de fotografías en blanco y negro que fijan el paso de la vida, con sus alegrías y sus quebrantos.
Ella creó una residencia para artistas, ella quiso envejecer entre el agua del lago cercano y la enorme casa siempre llena de flores. Logró sus sueños sin poder olvidar aquellos amaneceres y atardeceres africanos. Su nostalgia, irremediable, por la tierra del sur del planeta acompañó la tristeza de una enfermedad crónica, derivada de la sífilis que le transmitió un marido despreciable.
La vida de Karen Bilxen es emocionante. Una mujer contra corriente en una época entre guerras y en un tiempo de una brutal censura y de un intangible puritanismo danés. Luchó contra viento y marea y logró, por fin, ocupar un lugar espléndido en los espacios literarios.
Envejecer es un verbo que se conjuga de mil maneras. Ser mujer, escritora, periodista, artista y mayor… es una condición que aún sigue pesando en esta sociedad en la que habitamos.
Envejecer es, asimismo, un verbo precioso. Cada vez somos más las personas mayores que transitamos en el tiempo sin detener nuestros pasos y deseos. Cada vez somos más las mujeres y hombres que buscamos nuevas rutas y realidades, huyendo de los conceptos de dependencia y de soledad.
En la semana que se celebró el patrón, en calendario, del Periodismo, el 24 de enero, se ha vivido con un bochorno infinito la actuación de una presentadora del programa Hablando en Plata llamada Sonsoles Ónega. La asociación castellonense de convivencia Parque Lidón, convocada a la emisión en directo de este programa, fue vapuleada sin misericordia.
El directo era a las 22.45h y la intervención se produjo pasadas la una de la madrugada. Es lo de menos. El tema del programa versaba sobre las residencias de Personas Mayores. La junta de la asociación castellonense presentaba un revolucionario proyecto, muy interesante, por el que el envejecimiento se desarrolle en las viviendas de mujeres y hombres que llegan a esta etapa de la vida. Un proyecto innovador que cuenta con el apoyo del Ayuntamiento de Castelló.
Tanto la presentadora Sonsoles Ónega, como Antena3 y el grupo de tertulianos -cruelmente frívolos-, pasaron por completo de la aportación de Parque Lidón. Además, mostraron desprecio en un programa dedicado a un tema tan serio, tan doloroso, como son las residencias de personas mayores. La mala educación de la citada presentadora y de sus tertulianos, tan inexpertos como descarados, dio el resultado de un programa tendencioso, vomitivo y manipulador.
Es triste que el denominado ‘periodismo de investigación’ sea un jodido circo televisivo conducido, además, por alguien que, imagino, fue periodista de verdad en algún momento de su vida. Pero ya no lo es y es muy indignante.
Envejecer es un relato que está cambiando en la sociedad, afortunadamente. Las personas mayores son cada día más rebeldes e independientes. Un estatus maravilloso para quienes deciden jubilarse cultivando el conocimiento, la experiencia y las relaciones humanas.
Karen Blixen cuenta en sus memorias cómo afrontar el envejecimiento desde la actividad, la curiosidad y los sueños. Y cómo hacerlo en comunidad, en convivencia de mujeres y hombres con idénticas inquietudes.
No me gusta calumniar ni criticar a otras colegas como la llamada Sonsoles Ónega, ni con otros medios como Antena 3. Pero busquen online el programa en cuestión, busquen cómo se humilla y maltrata a una asociación castellonense que participó en un programa vendido para hablar de residencias, de su futuro, de sus alternativas, y como la presentadora del programa pasa de todo… Qué tremendamente triste e indignante. Y, por cierto, Parque Lidón fue una de las propuestas más serias sobre el futuro en este país de las personas mayores, de las y los nuevos jubilados.