Cada día Yolanda Gucci estrena vestido y sonrisa. Carece de ideas pero maneja el poder de la imagen como nadie. Comunista de falda de vuelo y tacones finos, es el último timo de la izquierda para retener el poder
Comparto la opinión de don Alfonso Guerra de que la vicepresidenta Yolanda Gucci es un “bluf”, el mayor conocido en la política celtibérica desde que Miquel Roca se estrellara con su operación reformista a mediados de los años ochenta. Sacó cero diputados.
La vicepresidenta representa, a la perfección, el espíritu de esta época ligera de cascos, en que las formas se imponen al fondo y el continente cuenta más que el contenido.
La protagonista de este artículo está decidida a presentar su candidatura a la presidencia del Gobierno con o sin el apoyo de Podemos. El año pasado emprendió una gira por las Españas para presentar su plataforma Sumar. En 2023 seguirá con lo que ella denomina “proceso de escucha” de las demandas e inquietudes de sus compatriotas, algunos de los cuales nos tapamos los oídos con cera cada vez que un ministro toma la palabra para mentirnos.
Yolanda 'Gucci' es la vicepresidenta del extraño prestigio, en acertada expresión de la periodista Rosa Belmonte. Este prestigio, viniendo de alguien que se declara comunista, es un misterio insondable para nosotros. Hay sobradas evidencias de que la abogada gallega es hábil en ocultar ristras de parados. Hay medio millón que duerme en el limbo estadístico. Este es uno de sus dos méritos como titular de Trabajo; el otro es afianzar la reforma laboral del señor Rajoy. Esta reforma empeoró las condiciones de los trabajadores en favor de las empresas. Yolanda 'Gucci', lejos de derogarla, la mantuvo como así le pedía el Gran Dinero, manejado desde los despachos de Bruselas. Como es hábil en dar gato por liebre, en aparentar lo que no es, se lo recompensarán con alguna canonjía cuando deje la política.
En los años que lleva como ministra de Trabajo, la precariedad laboral es la norma de la casa, especialmente entre los jóvenes. Los salarios reales se han estancado, cuando no han retrocedido. En su defensa podrá alegar que el desempleo ha bajado, pero las estadísticas de su ministerio gozan de la misma credibilidad que las palabras de su jefe de Gobierno, es decir, de ninguna.
Yolanda, que es una chica muy lista, sabe que la imagen lo es todo en la sociedad del espectáculo. Por eso se presenta como una mujer muy atractiva y muy moderna. Nada que ver con el estilo zarrapastroso de algunas compañeras izquierdistas. A falta de ideas, la vicepresidenta nos premia cada día con una sonrisa, un peinado y un vestido diferentes. Se cuenta que es clienta asidua de las boutiques de la calle Almirante en Madrid, pero puede que sea otro bulo propagado por la extremísima derecha.
“Yolanda Gucci es el miembro mejor valorado del Gobierno. Esto da la medida del país desnortado en que vivimos”
La estratagema le funciona. Yolanda Gucci es el miembro del Gobierno con mejor valoración en las encuestas. Esto da la medida del país desnortado en que vivimos. Los periodistas del Régimen, desde el gordito Ferreras hasta el liberal Pedro José, la miman y reproducen, a la menor oportunidad, sus palabras inanes, envueltas en el papel celofán de un lenguaje almibarado, dulzón, inclusivo, bienintencionado y falso, más propio de una monja progresista que viste de Carolina Herrera.
Yolanda Gucci tiene muy buena planta, y esto es todo. Le reconocemos su formidable transformación física, y hasta la admiramos por su destreza para camelarse a un electorado progresista de escaso vigor intelectual. Hasta Dorian Gray, su jefe en el Gobierno, parece seducido por una mujer que no ha ganado unas elecciones ni en su pueblo, el Ferrol del Innombrable. Dorian Gray la necesita para imponernos otros cuatro años de terror y oprobio. ¡Que Dios se apiade de nosotros!
No le deseo ningún mal personal a la vicepresidenta. Por eso le aconsejo que se guarde del macho cabrío y de las tres brujas de ‘Macbeth’, reencarnadas en dirigentes de la extrema izquierda capitalista. Harán todo lo posible por destruirla. Me parece que son preferibles los del Frente Obrero, que le revientan sus actos en València. Al menos esos chicos van de frente, con su estalinismo de manual. Si Yolanda vuelve a la capital a sumar sonrisas y abrazos, me acercaré a verla en compañía del Frente Obrero, que nunca falta a la cita. Se me reconocerá por mis maneras de caballero español.