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PLANETA OCHENTERO / OPINIÓN

14-D, el día que España se paró

El 14 de diciembre de 1988 fue el día en que los sindicatos asaltaron los cielos. Lo hicieron contra el Gobierno “neoliberal” del PSOE. La huelga general fue un éxito. Fue la primera cura de humildad para el felipismo.

3/11/2023 - 

En los siete kilómetros que separaban el colegio mayor San Juan Evangelista, donde residía durante mi etapa de universitario, y el diario Ya, en el que trabajaba como becario, no encontré nada abierto. Ni un bar, ni un comercio, ni un banco, nada. Aquel 14 de diciembre de 1988 Madrid fue una ciudad fantasma, casi como un día del encierro primaveral de 2020, pero con la diferencia apreciable de que se podía pasear. Yo tenía 20 años. 

Salvadas sus diferencias, UGT y CCOO se habían puesto de acuerdo para convocar un “paro general” frente a la política “neoliberal” del Gobierno de Felipe González. En la cartelería que anunciaba la movilización evitaban hablar de huelga general para no asustar más de lo debido, pues en la memoria de muchos persistía el recuerdo de los desórdenes y la violencia de las huelgas generales en la II República y la guerra civil. 

De izquierda a derecha: el antiguo secretario general de UGT, Nicolás Redondo; el actual secretario de la organización, Pepe Álvarez Suárez; el actual secretario general de CCOO, Unai Sordo; y el exsecretario general del sindicatos, Antonio Gutiérrez. Foto: EDUARDO PARRA/EP

El metro y los autobuses tampoco funcionaban, así que me fui andando al trabajo. Tardé más de una hora en llegar. En la mañana de aquel invierno, subiendo por la avenida de Reina Victoria y antes de alcanzar la glorieta de Cuatro Caminos, me di cuenta de que aquella huelga había sido un éxito total. Algo se intuía desde que unas manos inocentes habían desconectado la emisión de TVE en la medianoche anterior. Ninguna de las huelgas posteriores alcanzaron, ni de lejos, el éxito del 14-D. Fue algo excepcional e irrepetible. El seguimiento fue del 95%. Ocho millones de trabajadores la secundaron. La demanda eléctrica cayó un 25%. Los polígonos vacíos y las carreteras sin tráfico. Sólo abrió El Corte Inglés. Por la tarde fui testigo de cómo un piquete lanzó pesetas a clientes que entraban en el establecimiento de la calle Princesa. “¡Peseteros, peseteros!”, les gritaban una cuadrilla de sindicalistas greñudos. 

Redondo y Gutiérrez, líderes de la huelga 

Sorprende que los dos sindicatos verticales del Régimen pudiesen enfrentarse entonces a un Gobierno del PSOE, a los suyos. Hoy sería impensable con Pepe y el sordo. Cierta independencia de criterio conservaban los líderes sindicales de antaño: Nicolás Redondo, cuyo hijo fue expulsado recientemente del partido por discrepar de la línea oficial, y Antonio Gutiérrez que acabó, por esas cosas de la vida, de diputado socialista en el terrible mandato de Zapatero.  

El casus belli para ir a la huelga contra el felipismo fue el Plan de Empleo Juvenil porque extendía, al decir de los sindicatos, la precariedad laboral entre los jóvenes. Entonces había un millón y medio sin empleo. En esto seguimos igual, liderando la tasa de paro juvenil de Europa. 

Felipe González con el que fue ministro de Economía, Carlos Solchaga. Foto: ÓSCAR J. BARROSO/EP

Pero no se trataba sólo de rechazar los contratos basura para jóvenes —hoy de gran aceptación en el mercado laboral— sino de ajustar cuentas con la política económica de González y Solchaga. Los sindicatos exigían que el PSOE compensase a los trabajadores por la factura de la reconversión industrial, que había llevado al paro a decenas de miles de obreros. UGT la había apoyado y quería aprovechar el 14-D para expiar sus pecados. En la calle se percibía un malestar con un Gobierno que se había desdicho de muchas de sus promesas. Así lo resumía un sindicalista ante un cámara de TVE: “Felipito, Felipito, cómo nos has engañao, en la OTAN nos metiste y a mí me dejaste parao”. La sabiduría popular española no conoce parangón. 

“Giro social” hasta la crisis de 1993

Felipito o Felipe, tras constatar el éxito del 14-D, —confesó después que fue el momento más duro de su carrera política— metió el Plan de Empleo Juvenil “en un cajón”. Quedaban pocos meses para las elecciones generales de 1989. El líder socialista aceptó el “giro social” que le exigían los sindicatos: pensiones no contributivas, aumento de la cobertura del desempleo, subida de los salarios de los funcionarios… Ese aumento del gasto social sería una de las causas de la crisis económica de 1993-1995. González le declaró la guerra a UGT y a los guerristas —“Se gobierna desde Moncloa y no desde Ferraz”, afirmó— y ganó las elecciones con 175 diputados, a uno solo de la mayoría absoluta. 

Como sucede en este país, cuando llega la hora de la verdad, cuando hay que votar, al PSOE se le perdonan todas sus trapacerías y desmanes. Su electorado es inasequible al desaliento, come y vota lo que le echen, y así el Gran Dinero podrá dormir tranquilo hasta el final de los tiempos.           

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