VALÈNCIA. 30 monedas, la serie de Álex de la Iglesia para HBO, ha sido, sin duda, uno de los acontecimientos culturales de las últimas semanas. Con un primer capítulo apabullante, como ya les contamos por aquí, la serie despertó un enorme interés, mucha pasión y no ha dejado indiferente a nadie. El director ha puesto toda la carne en el asador y ha ofrecido una batalla entre el bien y el mal que es casi un compendio de los temas y tópicos del género fantástico. Menos naves espaciales hay de todo. Y, en general, para bien. Además, lo bonito es que lo ha hecho ofreciendo una de sus obras más personales, algo verdaderamente autoral. Ahí está todo su mundo, sus filias, sus rasgos de estilo, sus temas favoritos. El summum de Álex de la Iglesia. Tal vez por eso se percibe tanto en ella el placer de narrar historias y de jugar con nosotros, de ofrecer diversión y emoción a raudales.
El reciclaje que se ha hecho de un sinfín de referentes del mundo del terror y la fantasía, incluyendo todo tipo de literatura (de Lovecraft al pulp), cine, series, videojuegos, juegos de rol, cómic, mitos y leyendas, es tremendamente creativo, un poco al estilo Tarantino, que recoge de aquí y de allá para construir una obra propia, personal e intransferible. Obviamente, todo este cúmulo de guiños y referencias ha hecho las delicias de los aficionados al género, que no solo son legión, sino también muy ruidosos, y se lo han pasado en grande localizando citas de otras obras a diestro y siniestro (por si les apetece, aquí pueden ver una guía de referencias). Pero no estaríamos hablando de 30 monedas ni la consideraríamos la serie relevante que es si ese ejercicio de acumulación fuera su razón de ser. Lo bueno de la serie es que, aunque ese no sea tu mundo y solo reconozcas una de cada seis citas, como es mi caso, te lo sigues pasando igual de bien y te dejas arrastrar gozosamente por la acción y la intensidad.
El camino hasta el capítulo final es entretenidísimo y apasionante. En primer lugar, porque empezando por la espectacular cabecera con la música magnífica de Roque Baños, ha proporcionado grandes momentos y escenas poderosas, que no desvelo para no reventar la sorpresa a quien no la haya visto, pero que no solo tienen que ver con los efectos especiales o con la presencia de lo sobrenatural. Una de las mejores, en el cuarto capítulo, es una conversación de tres personajes en una sala gris e impersonal y, además, en italiano; secuencia, por otra parte, crucial para la historia y que el propio Álex de la Iglesia considera que es de lo mejor que ha dirigido nunca.
También porque en el camino vamos de la mano de unos personajes que nos interesan y, además, están muy bien interpretados, especialmente el inolvidable padre Vergara, ese cura insólito encarnado maravillosamente bien por Eduard Fernández, y sin el que la serie se resentiría, sin duda. Pero también el alcalde tontorrón y macizo que clava Miguel Ángel Silvestre, el pérfido cardenal Fabio Santoro que encarna el gran Manolo Solo, la valiente veterinaria que Megan Montaner interpreta con su solvencia y soltura habitual o ese Angelo demoníaco con el que se luce Cosimo Fusco, una de los grandes hallazgos de la serie. Ah, y no puedo dejar de citar la interpretación de Mª Jesús Hoyos como la aterradora anciana bruja, uno de esos personajes bastante secundario, pero que cada vez que aparece elevan la serie. Sé que muchos pondrían aquí el personaje de Macarena Gómez, pero creo que la caracterización se mueve peligrosamente en el terreno de la caricatura.
Los cinco primeros episodios engarzan con mucha habilidad la trama central con historias particulares y arcos narrativos propios que se resuelven en cada entrega y que remiten a grandes temas del acervo fantástico: el doble siniestro, el espejo como acceso a otra realidad, el fantasma, las posesiones, etc. Cada episodio es, así, una unidad narrativa en sí mismo y, al mismo tiempo, parte de una narración mucho más amplia a la que pertenece y hace avanzar. A partir del sexto capítulo se centra en la historia principal, aunque los personajes están dispersos, para recogerlo todo en el final. En la penúltima entrega vuelve a dejar una de esas situaciones que nos encandilan, con todo el pueblo sumido en la niebla.
Y llega el último episodio… que es donde está el problema de la serie en un nuevo ejemplo del De la Iglesia style: un final precipitado, amontonado, confuso, a ratos inverosímil, con incongruencias y algunos problemas de guion importantes. Nada que no hayamos visto en otras producciones del cineasta y que veníamos temiendo desde el principio. El episodio, por supuesto, también incluye imágenes muy potentes y escenas inesperadas, pero no funciona como resolución de la historia.
Algunas de las cosas que no marchan en el capítulo vienen de antes, pero en el desarrollo de la serie y en el pacto con su espectador, incluso siendo consciente de ellas, se pasan por alto o dejan de importar porque lo que está ofreciendo es tan divertido y gozoso y tiene tanta energía que eso está por encima de algunas inconsistencias de guion. Y es que una obra audiovisual no es solo la trama o el argumento y más si estamos en el territorio de lo fantástico. Pero esas debilidades estallan en el remate de la historia, en parte también porque algunas de las escenas que deberían impactar no lo hacen, como la lucha inicial contra el gigantesco monstruo, que presenta unas cuantas deficiencias en el CGI y en el modo en que está rodada.
No lo puedo evitar porque tengo muchas preguntas, así que ojo, espóiler. ¿Cómo que el trío protagonistas está escondido ¡quince días! en las bodegas subterráneas y nadie les ha encontrado? ¿Los del pueblo no conocen esas cuevas inmensas? Además, teniendo en cuenta que el mismísimo demonio está en el pueblo, ¿es incapaz de encontrarlos? ¿Se pasea entre ellos en la niebla y no les hace nada, aparte de crear una escena fotográficamente muy bella pero a todas luces increíble? El problema es que es inverosímil que los protagonistas sigan vivos y eso sí que es un escollo de primera. Hasta el capítulo siete el relato ha creado los suficientes elementos para que sea verosímil que hayan logrado escapar del mal (recordemos aquí que lo verosímil no tiene nada que ver con la realidad o el realismo, sino con las reglas del propio relato, cada historia construye su propia verosimilitud). Y más: ¿a qué viene la trama del guardia civil y su fuga, tan detalladamente contada, si no juega ningún papel en los hechos? ¿Una paloma ataca al Papa Negro, se caen por el balcón y ya está? ¿En serio? ¿Alguien ha entendido el rol de Vergara en todo esto, eso de “has cumplido tu papel guardando la moneda”? Por no hablar la evolución del triángulo amoroso y del personaje de Macarena Gómez, una de las cosas más forzadas de toda la serie.
El cineasta tiene planeadas tres temporadas y este final, indudablemente, se abre a una segunda en la que resolver cosas, atar cabos y lanzar nuevas tramas. HBO aún no la ha confirmado, aunque es muy probable que siga, y más ahora que está triunfando también en Estados Unidos. Cuando llegue, y a pesar de ese capítulo final decepcionante, ahí estaremos, porque, ya lo hemos dicho, el viaje ha valido mucho la pena y hemos disfrutado de grandes momentos, no vamos ahora a renunciar a tanta diversión.