CASTELLÓ. “Nueva historia para un mundo nuevo”. Leído medio siglo después resulta algo más que una premonición, pero aquel martes, 14 de octubre de 1969, era sólo el título de la lección inaugural de un curso universitario. El catedrático de Historia de la Universitat de València (UV), Julián San Valero Aparicio, la leyó entre las sobrias paredes del salón de actos del Seminario Mater Dei, estrenado sólo tres años antes, y que desde aquel día devenía oficialmente sede del nuevo y flamante Colegio Universitario de Castellón. El CUC echaba a andar, y con él la historia de los estudios superiores en la provincia, que este próximo lunes 14 cumplirán nada menos que 50 años.
En su nacimiento pesó, como recuerda José María Arquimbau en su libro El CUC. Colegio Universitario de Castellón, la masificación de la UV. Un problema creciente que llevó al alcalde de València, Adolfo Rincón de Arellano, a pedir cierta descentralización, citando a la capital de la Plana como posible destino de algunos estudios. Por su parte, el gobernador civil Fernando Pérez de Sevilla, recogería el guante, transmitiendo la aspiración al Ministerio de Educación y Ciencia, que por la vía del decreto abrió la puerta, en marzo de 1969, a la creación de Colegios Universitarios.
No obstante, el CUC no surgió en el vacío. Como recuerda el preámbulo de los Estatutos de la Universitat Jaume I, fue heredero “de la tradición educativa representada, en ciudades y villas de estas comarcas, por las Aulas de Latinidad y otras instituciones históricas de educación y enseñanza”, desde el Colegio de Huérfanos creado por el obispo Climent a la Casa de la Enseñanza auspiciada por Isabel Ferrer o el primer Instituto de Segunda Enseñanza. Una historia culminada en época contemporánea por el CUC y, remontándonos a comienzos del siglo XX, por la Escuela de Formación del Profesorado, la antigua Escuela Normal.
La provincia había iniciado la década de los 60 con la creación de la diócesis de Segorbe-Castelló, y los siguientes serían años de gran crecimiento demográfico y transformación social. En 1969, la provincia contaba 385.000 habitantes y la capital, en torno a los 90.000. En abril de ese año, la Escuela de Investigación Operativa de la UV entregaba al gobernador civil un Estudio de la posibilidad de creación de un centro de enseñanza superior en la provincia, que aconsejaba la inicial puesta en marcha de estudios de Ciencias (Químicas) y Filosofía y Letras. Entretanto, la presión social crecía para que las clases comenzaran al curso siguiente, y el obispo daba su visto bueno para el uso de las instalaciones del Seminario, mediante un contrato de arrendamiento.
La fórmula académica escogida, según recuerda Arquimbau, fue la de una dependencia práctica “aunque no oficial” de la UV. Así, las gestiones se aceleraron y a principios de octubre, el catedrático José Luis Aguirre quedó nombrado oficiosamente jefe de estudios con funciones prácticas de director del centro, nombramiento que no se haría oficial hasta meses más tarde. Posteriormente, serían directores del CUC Teófilo Sanfeliu, Agustín Escardino, José Quereda, Purificación Escribano y Salvador Cabedo.
En la histórica imagen del acto de inauguración del curso, tomada por Heredio Iserte aquel 14 de octubre de 1969, puede verse, de izquierda a derecha de la mesa presidencial, al alcalde Francisco Grangel; el presidente de la Diputación, Nicolás Pérez Salamero; el obispo Josep Pont i Gol; el gobernador Fernando Pérez de Sevilla; el rector de la UV, José Barcia Goyanes; el fiscal del Tribunal Supremo Fernando Herrero-Tejedor (más tarde ministro); el general Francisco Biescas; el fiscal de la Audiencia Eduardo Vicente y el comandante de Marina, Javier Marquina, además de -a la derecha de la Presidencia- el profesor San Valero, todos ellos escoltados por los maceros de la Policía Municipal.
106 alumnos iniciaron aquel curso, 85 en Letras (primer curso común y selectivo de Filosofía y Letras) y 21 en Ciencias. Los 9,2 millones de pesetas del presupuesto anual corrían a cargo del Patronato del CUC, básicamente a expensas de Diputación y Ayuntamiento de la capital. La primera piedra de los estudios universitarios ya estaba puesta.
Ya desde el final del primer curso del CUC, el Patronato pidió al entonces ministro de Educación, Villar Palasí, pedía la adscripción del centro a la UV. El número de alumnos había crecido a la par que el presupuesto (243 alumnos el segundo curso de actividad; 319 el tercero; 347 el cuarto), incrementándose sucesivamente esta cifra hasta llegar a una matrícula de 534 estudiantes en el curso 77-78, un año antes del decisivo curso 78-79. Asimismo, la oferta académica había ido creciendo y ya se impartían en Letras los tres primeros cursos de Filología, Geografía e Historia, Filosofía y Ciencias de la Educación, además de los dos primeros cursos de Psicología. En Ciencias, por su parte, se comprendían los tres primeros cursos de Matemáticas, Biología y Químicas.
En 1979, ya eran 53 los profesores que impartían docencia en el centro. Pero las dificultades económicas y organizativas del centro habían sido muy graves durante su primera década de funcionamiento, comprometiendo muy seriamente su viabilidad en más de una ocasión. La demanda de pasar de la adscripción a la integración en la UV se intensificaba, con la sensación de marginación de Castelló cada vez más agudizada. “El papel del presidente del Patronato, Antonio Petit, fue muy positivo en esos años, y en el momento decisivo, también el de otras personalidades como el ministro de Agricultura, Lamo de Espinosa”, recuerda Salvador Cabedo, doctor en Filosofía y Letras y más tarde director del CUC, entre 1989 y 1991.
Por fin, el 20 de febrero de 1979, un Real Decreto firmado por el ministro de Educación y Ciencia, Íñigo Cavero, dispone la integración del CUC en la Universitat de València. La apuesta de la provincia por los estudios superiores iba en serio y era tomada en serio, aunque la integración efectiva a nivel económico aún se retrasaría unos meses causando nuevas tensiones e incluso alguna convocatoria de huelga del profesorado por retrasos en el pago de las nóminas. En el curso 80-81, la aprobación de los estudios de Derecho, junto con la colocación de la primera piedra del futuro Campus de Borriol, supondrían nuevos e importantes pasos al frente. El presupuesto de la UV para 1981 incluiría ya oficialmente la dotación para el CUC. No había marcha atrás.
El CUC había nacido y crecido en un hogar alquilado por el Obispado, y no sería hasta 13 años después de su puesta en marcha que podría disponer de unas instalaciones propias, en el Campus de (la carretera de) Borriol. El primer edificio polivalente abriría sus puertas, como recuerda el libro de José María Arquimbau, el 23 de marzo de 1982, y a él se trasladaron desde el Seminario los 689 alumnos matriculados en el curso 81-82, junto a los estudiantes de la flamante titulación de Derecho, que iniciarían sus clases con cierto retraso por trabas administrativas. El curso siguiente sería el primero con más de 1.000 alumnos matriculados, unos 300 de los cuales eran de los dos primeros cursos de Derecho. No sería hasta octubre de 1987 cuando se inauguraría el segundo edificio del Campus de Borriol, impulsado por la Diputación Provincial y el Ayuntamiento.
Y es que los años siguientes estuvieron marcados por la reivindicación insistente de los alumnos de Derecho para completar sus estudios en la ciudad, sin necesidad de realizar los últimos cursos en Valencia. Asimismo, la cuestión de los accesos al campus -cuya peligrosidad quedó acreditada incluso por algún accidente mortal- también estuvo sobre el tapete, mientras el aumento de estudiantes matriculados no se acompañaba de una respuesta proporcional en la dotación de servicios.
Además, se hacía insistente la reclamación, desde diferentes ámbitos, de la instalación en Castelló de un centro de investigación que diera servicio a la pujante industria cerámica. Así, en 1983, el antiguo Instituto de Química Técnica de Formación Profesional e Investigación de la UV, creado en 1969, traslada parte de sus actividades al CUC y adoptat la denominación de Instituto de Química Técnica (Tecnología Cerámica). Pocos años más tarde, en 1992, se convertiría ya en el ITC y al año siguiente se integraría en la nueva Universidad, como instituto concertado o mixto.
Sin duda alguna, para los castellonenses el 19 de febrero de 1991 quedó inscrito con letras de oro en la Historia, tras la sesión de las Cortes Valencianas en la que, seis días atrás, se había aprobado por unanimidad la puesta en marcha de la Universitat Jaume I. De alguna manera, la publicación oficial de su Ley de Creación representaba una bisagra entre el pasado y el futuro de la ciudad y su provincia, entre el ayer y un mañana esperanzador. Menos conocida, aunque igualmente importante, es la fecha del 15 de diciembre de 1989. El contexto pesaba. El clima político estaba muy cargado. La sensación de marginación por parte de Valencia era nítida. Y en amplios sectores de la población castellonense, la actitud era abiertamente hostil contra la dirección de la Administración autonómica, como había tenido ocasión de comprobar el propio Lerma poco antes, con ocasión de su presencia en un recinto deportivo municipal, donde había sido abroncado.
Aquel 15 de diciembre quedó indeleble en la memoria de los convocados de urgencia a una reunión en el centro de la ciudad por el presidente de la Generalitat Valenciana, Joan Lerma. Allí, este transmitió su decisión de crear una Universidad en Castelló. Allí conocieron la noticia desde el presidente de la Diputación hasta el alcalde de Castelló, pasando por el rector de la Universitat de València e incluso el propio director del CUC. Y desde el primer momento, dejando a un lado la sorpresa, los representantes de la sociedad castellonense dejaron claro que si se creaba una Universidad, en ningún caso podría ser de nivel inferior a las preexistentes: debía apostarse por la excelencia y poner los recursos necesarios para hacerla posible desde sus comienzos.
En aquel momento, el CUC rozaba los 2.000 alumnos matriculados y aún quedaba la tensión de una convulsa etapa en la que el equipo directivo encabezado por la catedrática Purificación Escribano (1986-1988) terminaría dimitiendo, como contó Francisco Pascual en su Ayer y hoy en Castellón, “por una serie de problemas motivados por la dependencia directa” de la Universidad valenciana. El relevo lo tomaría una coordinadora al frente de la cual sería situado Salvador Cabedo, quien en la práctica sería quien pasaría el relevo al primer rector de la UJI, Francesc Michavila. Pero antes, en los últimos meses del CUC, este daría nuevas muestras de solvencia y complicidad con la sociedad y la empresa castellonense, al acoger con gran éxito sus instalaciones el primer Congreso mundial de la calidad del azulejo y del pavimento cerámico (Qualicer), del 13 al 16 de marzo de 1990.
Los inicios de la UJI fueron los de una comunidad universitaria dispersa en hasta cuatro localizaciones simultáneas: Penyeta Roja, calle Herrero, Campus de Borriol y Riu Sec. Así, conforme fue desarrollándose el campus único en la antigua partida de Bovalar, fueron abandonándose con lentitud el resto de emplazamientos, pero la integración definitiva en un solo lugar no llegaría hasta 1999.
En ese camino, la Universitat Jaume I crecería con hitos como la puesta en marcha de la primera web española. En septiembre de 1993, el grupo formado por el profesor del Departamento de Educación Jordi Adell y por los miembros del Servicio de Informática de la UJI Antoni y Carles Bellver, Enrique Navarro y Enrique Silvestre, informan a Tim Berners-Lee, creador de la web, de que han instalado un servidor web experimental en la dirección www.uji.es. Sólo meses antes, el 19 de mayo y en el mundo analógico, los Reyes de España habían colocado la primera piedra del Campus del Riu Sec. El 4 de octubre de 1996, el entonces Príncipe Felipe inauguraba la Facultad de Ciencias Jurídicas y Económicas. Aprobados los Estatutos de la UJI en 1997, el 21 de septiembre de 1999, se inauguraban los edificios de la segunda fase de construcción del campus del Riu Sec: la Escuela Superior de Tecnología y Ciencias Experimentales, la Biblioteca y el Rectorado.
El 26 de marzo de 2002 se inauguraría el Ágora, concebida como centro neurálgico del campus, y en diciembre del mismo año, la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales. Era el paso que faltaba: la UJI abandonaba al fin los edificios de la antigua Escuela de Magisterio y el antiguo CUC y concentraba toda su actividad en el campus del Riu Sec. En el curso siguiente, se iniciarían los primeros proyectos piloto de estudios y supuestos prácticos adaptados al Espacio Europeo de Enseñanza Superior (EEES).
En 2004 la UJI estrenaría el Jardín de los Sentidos, y al año siguiente, el segundo edificio de la Biblioteca y Centro de Documentación. En 2007 se incorporaría la Llotja del Cànem como sede universitaria en el centro de la ciudad, y en 2008, el Tram aportaba una nueva opción para los desplazamientos. En 2009, se estrenaría el flamante edificio del Paranimf, una espectacular infraestructura cultural, y en 2010 se completarían las instalaciones deportivas al aire libre y la piscina cubierta. El futuro llamaba a la puerta, y en los años sucesivos adquiriría forma de nuevas titulaciones como Medicina y Enfermería, que arrancaron en el curso 2011-2012, con sus correspondientes retos en materia de infraestructuras. Pero eso es otra historia, la del presente, con la Facultad de Ciencias de la Salud, cuya culminación se prevé para 2021.
Con 32 grados, 44 másteres universitarios y 22 propios, en la UJI de 2019 trabajan más de 1.700 profesores en tareas docentes y de investigación, y más de 600 profesionales en administración y servicios. La cifra total de estudiantes de este curso roza los 14.000, entre grados, máster y doctorado, y un 36,4% son de fuera de la provincia. En sus másteres, hasta un 16% de los alumnos son extranjeros. En 2018, la UJI tenía 340 proyectos de investigación vigentes.
Con los rectores Francesc Michavila, Celestino Suárez, Fernando Romero, Francisco Toledo, Vicent Climent y Eva Alcón al frente, miles de castellonenses anónimos han escrito con la UJI una historia de éxito compartida. Como dejó escrito la desaparecida Purificación Escribano, “la historia no debe quedar en el olvido: a la creación de esta universidad contribuyeron muchos hombres y mujeres, que lo hicieron de manera generosa”. Y en su historia, la UJI está tan conectada con la sociedad castellonense -con proyectos consolidados como la Universitat per a Majors- como con la universalidad que da sentido a los estudios superiores, simbolizada en su Máster Internacional en Estudios para la Paz y el Desarrollo, impulsado en 1996 por Vicent Martínez Guzmán, fallecido en 2018.
A ojos de una de las personas que ha vivido en primera persona estos 50 años, y que llegaría a ser vicerrector entre 1994 y 1997, Salvador Cabedo, la realidad ha superado todas las previsiones y todas las dificultades, que no han sido pocas: “en 1969 ni se soñaba con lo que sucedió en 1991, y en 1991 era imposible siquiera imaginar que la UJI iba a ser lo que es actualmente. El éxito ha sido superarse año tras año, y ese sigue siendo el desafío para el futuro”.