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Actores secundarios

18/06/2020 - 

VALÈNCIA. Este fin de semana vi por primera vez Casablanca. Ya lo sé, ya lo sé. No me juzguéis, que esto no es Twitter. Tampoco es YouTube, porque si así fuera este artículo se titularía ‘He visto Casablanca Y TE SORPRENDERÁ LO QUE PASÓ’. Va, que me lío. Había visto tantas veces imágenes de la historia de amor entre Humphrey Bogart e Ingrid Bergman que, la verdad, tenía la sensación de haberla visto mil veces, aunque no por ello la disfruté menos. Quizá por aquello de la falsa familiaridad la sorpresa vino en forma de un personaje del que nada sabía. Interpretado por Paul Henreid, quedé prendado (¿todavía se dice eso?) de Victor Laszlo, un héroe antinazi que se lleva la peor parte de la trama. Tranquilos, que no os voy a hacer spoiler. Lo que sí os digo es que si se llega a estrenar en 2020 -bueno, en 2019- ya habría hecho un Change punto org de esos para que hagan una precuela con Laszlo como protagonista, porque al final tanto Bogart y tanta Bergman me daba un poco de rabia. 

El caso es que acabó la película y presentí que era el comienzo de una bonita amistad, pero con los personajes secundarios, aquellos que brillan menos que las estrellas pero que sostienen la trama. Qué importante es tener un buen actor de reparto. En la ficción y, también, en la vida real. Sea nueva, vieja, normal o anormal. La vida está llena de actores secundarios que dan cuerpo a las luchas que verdaderamente merecen la pena, aunque no siempre reciban el aplauso de los Bogarts y Bergmans. Que no es que yo la haya tomado con ellos, ojo. Puede ser frustrante saberse secundario, yo lo entiendo. Quien más, quien menos ha soñado con ser portavoz de portavoces, líder de líderes. Pero la realidad, casi siempre, suele ser mucho menos excitante y nos acaba reservando un puesto en segunda fila desde el que parece que poco se puede hacer, una perversa mentira que busca quitar valor a las pequeñas batallas -muchas de ellas personales- que dan impulso a las grandes olas. 

Estaba pensando yo en Casablanca cuando me llegó ayer el vídeo del cantante Pablo Alborán, en el que compartía con sus seguidores que es homosexual. Una buena noticia, claro. No por ser gay, que también, sino porque contarlo le haya hecho “un poquito más feliz de lo que ya era”, dijo. Ya solo por esto hay que alegrarse. Por supuesto, claro, no podían faltar en la fiesta los ‘pero es que’ de turno. Pero es que lo hace por esto. Pero es que lo hace por aquello. Pero es que no es el momento. Pero es que los heteros no lo anuncian. Pero es que. Pero es que. A Alborán le tocó ayer ser protagonista de muchas conversaciones, pero poco más. Tras el revuelo de likes y retuits, hoy pasa a ocupar un papel secundario, el de actor de reparto en una lucha por la visibilidad en la que él no es el todo, faltaría más, pero de la que ya es parte. Y no es poco importante esto. Y yo le aplaudo a él, al de aquí y al de más allá porque entre tanto protagonista, buena falta hacen secundarios.

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