VALÈNCIA. El artículo de hoy no pretende, sino, ser una escueta pincelada de un vasto mundo que gira alrededor de tres devociones que han configurado parte del patrimonio artístico y cultural de la ciudad, e inspirado numerosas y eruditas publicaciones. Todas las ciudades cristianas tienen sus patrones, configurando, en mayor o menor medida, según donde nos hallemos, una parte importante del relato visual e iconográfico de esa concentración humana. València los tiene también si bien por partida triple: dos santos, “los Vicentes”: Ferrer, patrón también del resto de la Comunitat (y de los notarios, habría que añadir), y el Mártir “de cruces para dentro”, como popularmente se dice; a estos se suma su patrona, la de los Desamparados de la que hoy, precisamente, se celebra su gran día. Los tres, a parte de su carácter devocional y personal que representen para cada uno, conforman un amplio imaginario del que no podemos sustraernos por mucho que queramos, y que se extiende más allá de los espacios de culto, penetrando en el ámbito privado, en comercios, lugares públicos urbanos, junto con otras imágenes prototípicas de València como, permítanme caer en los topicazos, la barraca, la albufera y la potente imagen visual de la paella. Se lo puedo asegurar por experiencia profesional: no se trata únicamente de cotejar qué imágenes se repiten en las calles y plazas de la zona monumental, sino en las propias viviendas o panaderías por citar un clásico comercio de la ciudad. Las de los Vicentes y de la “geperudeta” se reparten por miles en paredes y vitrinas, en todas las técnicas y formas imaginables incluyendo, como no, las versiones más kitsch, hijas de los tiempos de la reproducción seriada que nos ha tocado vivir. En el lado contrario resulta obvio que los anticuarios tengan como un interesante hallazgo una imagen única (cuadro, talla) , antigua, vicentina o de la patrona, ya que las posibilidades de encontrarle acomodo en casa de algún cliente y coleccionista se multiplican frente a otras devociones foráneas.
Salvo la Basílica dedicada a la Virgen de los Desamparados erigida en el siglo XVII junto a la Seu, las iglesias más importantes de la ciudad, curiosamente no están dedicadas a los patrones, sino, por diversas razones, a otros santos y santas (Santa Catalina de Alejandría, Santos Juanes, San Martín de Tours, San Nicolás de Bari, Santo Tomás, San Esteban…). Resulta curioso. La basilica dedicada a San Vicente Ferrer es el importante en hechuras y resultado, aunque no demasiado histórico, templo neogótico sito en la calle Cirilo Amorós proyecto de Joaquín Arnau. Con el San Vicente Mártir la cosa es todavía más llamativa puesto que las iglesias que lo representan son la parroquia sita en San Vicente de la Roqueta y la pequeña iglesia dedicada al también llamado “San Vicente de Huesca” en Beniferri. A ello habría que añadir que comparte con San Valero (de quien fue diácono San Vicente) la dedicatoria de la Iglesia por antonomasia del barrio de Ruzafa aunque popularmente se conozca esta como parroquia dedicada al primero. Peculiaridades de nuestra ciudad.
Ya hay testimonios bajomedievales que llaman los valencianos, Nostra Donna dels Ignoscens, Folls e Orats, y se sabe que a buen seguro ya existían representaciones pictóricas de aquella época aunque no nos haya llegado, al menos que se sepa, ninguna. Al margen de la imagen de origen gótico que preside el camarín de la basílica, el hallazgo de una representación de aquella época sería un pequeño acontecimiento histórico-artístico. En consecuencia las más antiguas representaciones pictóricas de la patrona que se conservan hay que datarlas quizás en las postrimerías del siglo XVI o ya principios del XVII. Aunque la nómina es amplia e imposible de citar aquí, dos de las imágenes pintadas más interesantes y antiguas no se encuentran en nuestra ciudad sino en Madrid, capital del imperio por entonces. Una de ellas salió de la mano de Tomás Hiepes (fallecido en València en 1674) que para contemplarla hay que visitar el Real Monasterio de las Descalzas Reales (cuya visita recomiendo encarecidamente) y la segunda, quizás más antigua incluso que la de Yepes, se halla en la capilla del Obispo que se encuentra en la popular plaza de la paja en el barrio de la Latina. En nuestra ciudad una de las más interesantes y antiguas se encuentra en la Ermita de Santa Lucía, junto al antiguo hospital (hoy biblioteca municipal), y se ha atribuido a Gaspar de la Huerta. Para muchos esta versión es de las de mayor calidad de las que todavía se conservan del siglo XVII a la altura de las citadas “madrileñas”.
Tenemos que irnos al periodo entre los siglos XVIII y XIX, momento en el que hay que situar una imagen que curiosamente hace pocos años fue descubierta en el Monasterio de Santa Ana de Sagunto. Se trata de una de las mejores y más suntuosas representaciones de la llamada jeperudeta y que se atribuye sin género de dudas a Vicente López (1772-1850), a pesar de que la obra no esté firmada. Un lienzo de grandes dimensiones que debió ser, al igual que la imagen de la ermita de Santa Lucía, bocaporte de un altar y que tenía como función ocultar, cuando así se precisaba, una escultura de la propia Virgen de los Desamparados, generalmente de tamaño similar que la imagen de lienzo. El hallazgo tan tardío es raro pero no excepcional ya que la especial devoción que se tiene por la patrona es tan importante y popular que a buen seguro existen obras pictóricas y escultóricas en el ámbito privado que todavía no han salido a la luz, que incluso habría que atribuir a importantes artistas. En el último año he podido detectar hasta tres imágenes del siglo XIX o anteriores-dos pictóricas y una escultórica (esta última se me escapó por minutos)- en anticuarios, ya no de nuestra ciudad sino de Madrid, lo que viene a indicar la gran devoción que se extiende más allá de tierras valencianas, en muchas ocasiones obras que se llevaron consigo familias valencianas que en algún momento se trasladaron a la capital. De López el que sí es muy conocido es el dibujo que en 1808 realizó para que fuera grabado por Francisco Jordán, convirtiéndose esta en una de las imágenes más populares e icónicas de la patrona.Ya en los siglos XIX y XX, la representación canónica de la Virgen no ofrece muchas novedades. Los artistas del momento, por regla general, no se centran en la imagen como único tema de sus cuadros sino como un elemento elemento decorativo no casual de la escena principal tanto en exteriores de la ciudad de València (los casilicios del puente del Real en un conocido Sorolla) como en escenas de interior. Puede verse en obras de Benlliure, Pinazo, Sorolla, Tusset etc
Al igual que la patrona, las representaciones de los Vicentes son tantas y de tan diversa índole que es una tarea absurda hacer un recorrido medianamente exhaustivo en un artículo dominical. Bellini, Espinosa, Urbano Fos, Alonso Cano, Juan de Juanes... No lo olviden, de San Vicente Ferrer es representativo el hábito de dominico, el dedo índice señalando a las alturas y la filacteria que se inicia con el “Timete Deum…”. Del Mártir, la dalmática de diácono, la cruz en aspa, rueda y palma símbolos todos del martirio al que fue sometido. San Vicente Ferrer, al contrario, fue un personaje tan célebre en vida que existen representaciones de su imagen realizadas cuando todavía estaba vivo, lo que es un hecho poco común. En no pocas obras de arte se pretende unificar a ambos santos cuya existencia en el mundo dista diez siglos. Quizás la obra más importante sea la monumental obra de Joan Miquel Porta (segunda mitad del siglo XVI), que se encuentra en el Museo de Bellas Artes. Existe infinidad de obras de arte dedicadas al santo nacido en nuestra ciudad, bautizado en la pila que se encuentra en la capilla situada a los pies de la Iglesia de San Esteban, sufragada por los notarios de la ciudad en 1692, al ser nuestro protagonista hijo de notario. Hace poco tuve la fortuna de traer a València una talla en madera de nuestro santo de la segunda mitad del siglo XV. Posiblemente se trate de la talla de San Vicente más antigua de la ciudad. Hoy se encuentra en el Colegio Notarial pues, por la razón citada antes, es el santo patrono de los escribanos valencianos.
Uno de los soportes más populares (cierto, también las tallas) y “nuestro” de representación vicentina es el cerámico. Son infinidad los paneles de azulejos que en los siglos XVIII y XIX se fabricaron han fabricado para su instalación en las fachadas de iglesias y casas de la ciudad aunque su pervivencia in situ desgraciadamente es un milagro. Quizás el más interesante dedicado a nuestros santos que puede verse en el espacio público de la cuidad, se halla en la calle Vilaragut, en la misma fachada de la iglesia de San Juan de la Cruz en el que se representan ambos patronos. El panel central es del siglo XVIII aunque la orla decorativa es ya del siglo XX. De allí cruzando la calle de La Paz y bajando hacia la Glorieta llegamos a la casa natalicia de San Vicente Ferrer. En realidad un trampantojo, pues fue edificada ya en el siglo XX sobre lo que fuera la antigua casa familiar. Personalmente destacaría la magnífica azulejería del siglo XVIII con escenas de la vida del santo y, ya en la iglesia, el retablo pintado por Vicente López en 1808, que recoge el nacimiento del patrón.
Las esculturas públicas más importantes dedicadas a ambos patrones hay que encontrarlas en los casilicios del puente Del Real, una de esas imágenes icónicas de la ciudad, así como las imponentes esculturas firmadas por el artista francés Cloostermans que se encuentran en la plaza de Tetuán (la dedicada a San Vicente Ferrer) y en la plaza de España a San Vicente Mártir.