VALÈNCIA. Las formas de llegar al feminismo son diversas y múltiples. Beatriz Ranea (Madrid, 1985) reconoce que, en su caso, fue un cúmulo de circunstancias. Doctora en Sociología y autora del libro Feminismos (Catarata, 2019), comenzó a detectar los primeros roles y estereotipos dentro de su propia familia, pero fue en la universidad donde una asignatura de libre configuración acabó por empujarla, definitivamente, a los estudios de género y al activismo feminista.
Llega a València y, concretamente, a La Nau, para impartir la conferencia Genealogía feminista: porque fueron somos, porque somos serán, donde hace un recorrido por la historia del feminismo y sus máximas exponentes. “Quiero que nos demos cuenta de que no es una moda pasajera o un movimiento que haya surgido hace pocos años, sino que tiene tres siglos de historia”, matiza Ranea con contundencia. Y lo que falta todavía por recorrer.
Las palabras de la periodista Ana Blanco en el pasado debate electoral (resaltando el hecho de que se fuera a hablar de igualdad, pero no hubiera ninguna líder política tras los atriles), sobrevuelan la conversación. “Nadie está dispuesto a echarse a un lado para que una mujer entre ahí. Y en este caso hablo de las izquierdas en concreto, porque sabemos que también hay candidatas. Cuesta mucho que den un paso atrás los varones”, lamenta Beatriz Ranea, que contempla con cierto escepticismo la nueva cita electoral de este domingo y defiende plantar cara a la ultraderecha para no dar ningún paso atrás. Quien llega al feminismo se queda.
-Hoy, de nuevo, votamos. Muchos partidos han utilizado o se han referido al feminismo en sus discursos de campaña, ¿qué lecturas haces de las diferentes posturas? ¿Qué nos cuentan del feminismo y de la España en la que vivimos?
-Es interesante abordar el tema de las elecciones en relación con el feminismo. La fotografía que nos han dejado los debates electorales es que estamos muy lejos de conseguir la igualdad. También es importante hablar de feminismo en estas circunstancias porque estamos viviendo una reacción patriarcal y conservadora que hace que tengamos que estar muy atentas, pues nuestros derechos pueden ser revocados. La extrema derecha habla sin pudor de la “ideología de género” y de que “la violencia no tiene género” (eso, además de todos los discursos racistas y homófobos que ha pronunciado también).
Personalmente, creo que corremos un grave riesgo y por ello es primordial que seamos conscientes de que un gobierno de izquierdas siempre será una buena noticia para las feministas, a pesar de que ninguno de los partidos sea completamente feminista. Estoy algo enfadada porque no saliera finalmente un gobierno de izquierdas. En la medida en que los resultados nos lo permitan, espero que podamos llegar a acuerdos que favorezcan políticas públicas feministas.
-Existen iniciativas feministas que centran su discurso político en este movimiento. ¿Hay cabida para partidos feministas en el contexto actual, o el feminismo debe ser transversal en todas las agrupaciones políticas independientemente de su color?
-Es un tema controvertido. Por un lado, el feminismo debería ser, en efecto, transversal en (al menos) todos los partidos progresistas o ubicados en la izquierda a nivel ideológico. En algunos países hay iniciativas feministas que, de hecho, han conseguido entrar en el parlamento.
Puede ser una opción a considerar, por supuesto, pero creo que en España nos quedaría mucho para que tuviera representación parlamentaria. Por ese motivo y otros, creo que el feminismo debería ser transversal. Eso sí: sería muy interesante que las feministas de los partidos de izquierdas, muy válidas todas, tuvieran más voz.
-El título de tu libro, Feminismos, sugiere la pluralidad de movimientos que se agrupan bajo este término. ¿Cuántos feminismos hay a nuestro alrededor?
-En un principio, de hecho, se iba a llamar Feminismo/s, para plantear la posibilidad de un único feminismo o varios. No me atrevo a decir cuántos feminismos existen, pero sí tengo claro que lo que los une a todos es la crítica radical a la dominación masculina y patriarcal, y el hecho de que se trate de un movimiento social e intelectual que interpela a la posición de desigualdad de las mujeres.
Dentro de esas bases, sin embargo, hay teóricas que se han ido ubicando en diferentes corrientes. Nos encontramos feminismos, muchas veces muy necesarios, como el “negro” o “colonial”, que quizá desde la perspectiva occidental hubieran sido más fácilmente olvidados. El feminismo, por otro lado, también tiene que ser anticapitalista, pero hay movimientos feministas que no interpelan tan claramente a las lógicas capitalistas como otros.
Hay variedad y, al final, es positivo, porque nos hace crecer. El feminismo es cuestionar permanentemente las estructuras de poder. Y eso, desde diferentes puntos de vista, es bueno para poder avanzar.
-Me viene a la mente la escritora y realizadora francesa Virginie Despentes y su Teoría King Kong. En ella, por ejemplo, defiende algunos de los temas más controvertidos y condenados por muchas feministas: el porno, la prostitución…
-La prostitución es uno de estos temas controvertidos, en efecto. Yo no me siento reconocida en muchos de los planteamientos de Despentes porque creo que muchos de ellos parten de su experiencia. Su voz, y todas las voces en general, son legítimas, pero algunas veces se parte de la experiencia individual y se generaliza. Ella habla desde su posición de francesa, blanca y bajo un contexto socioeconómico muy concreto. Sin embargo, muchísimas personas prostituidas son inmigrantes o están en situaciones de mucha vulnerabilidad.
Si hacemos memoria, el posicionamiento abolicionista de la prostitución tiene una tradición dentro del feminismo (Rosa Cobo lo explica bien). Los planteamientos regulacionistas, sin embargo, son más contemporáneos y emergen del contexto del capitalismo neoliberal.
-En tu libro señalas que ya estamos presenciando como “el feminismo puede actuar de dique contención del (neo)fascismo que viene, o ya está aquí”. ¿Cómo puede hacerlo?
-El poder que tenemos es el de la movilización y concienciación de algunos sectores. A través de ahí, podemos sensibilizar a la población y actuar para frenar al fascismo, pues los cambios que nos provoquen pueden ser irreversibles y retrotraernos a épocas a las que no queremos volver.
El feminismo es, junto al ecologismo, el movimiento que moviliza a más sectores de la población. Es la vanguardia de los movimientos sociales, como demuestra que haya llenado las calles los últimos 8 de marzos o ante las últimas sentencias que hemos conocido. Tenemos una capacidad de movilización que han perdido otros movimientos sociales. Por eso creo que podemos intentar frenar al fascismo, y espero que lo consigamos.
-Mencionas, también en el libro, que “nuestra revolución permanente no será televisada, sino retransmitida por las propias activistas”. ¿Qué papel juegan las redes sociales en este contexto?
-El ciberactivismo ha sido fundamental en el resurgir de la cuarta ola feminista. Gracias a las redes sociales, se han llegado a contextos antes inalcanzables. Además, se ha hecho más accesible el conocimiento feminista para muchas activistas y eso ha favorecido que se puedan leer muchos más artículos feministas e información sobre autoras, eventos…
Se ve muy claramente: sale una sentencia injusta y, esa misma tarde, se convoca una concentración. Y es gracias a las redes sociales. Evidentemente, las mujeres de los años setenta también lo hacían, pero sin duda era complejo sin las redes y no llegaba a tantas personas. También aporta esperanza que, en redes sociales como Instagram, haya mujeres tan jóvenes involucradas con el feminismo.
-Hemos asistido a una sentencia que vuelve a poner de manifiesto las injusticias que se cometen desde las instituciones, como evidencia el caso de la “manada” de Manresa. ¿Cómo lo valoras?
-Todavía falta muchísimo por hacer. Falta integrar la perspectiva de género y que se la crean los guardianes del patriarcado que ocupan esos puestos en la judicatura. Y no digo todos, porque afortunadamente hay jueces y juezas que sí lo hacen, pero cuando se juzgan casos como este no se puede hacer sin perspectiva de género, sin conocimiento de lo que es una agresión sexual y, sobre todo, sin conocer las reacciones: si una mujer está en shock, ¿cómo va a reaccionar, cómo va a decir que “no”, como en el caso de la “manada”?; ¿cómo va a reaccionar si, por ejemplo, está inconsciente? Pero eso no quita el hecho de que sea una agresión sexual. Es fundamental también que se cambie el tipo penal de la agresión sexual, que salga el delito de “abuso sexual”, y que se considere lo que realmente es: una violación.
Este caso (el de Manresa) me ha sorprendido mucho porque pensaba que el anterior ya había sentado jurisprudencia. Por eso siempre tenemos que estar atentas.
-La escritora, feminista y activista social bell hooks ha sostenido: “Las feministas no nacen, se hacen”. ¿Qué hace falta para “hacerse” feminista?
-Llega en un momento en el que algo hace click. Para algunas es un camino o proceso más lento; para otras, son elementos desencadenantes. Muchas mujeres, sobre todo jóvenes, se identificaron con el caso de la “manada”, con el miedo a sufrir esas agresiones, y a partir de ahí empezaron a devorar lecturas feministas y a movilizarse y sensibilizarse. Cada una vive un proceso, pero nunca es tarde para llegar al feminismo. Eso quiero que quede bien claro. Algunas personas llegan en edad más avanzada, aunque la suerte de ahora es que el feminismo es más accesible y es más fácil llegar a él. Yo he visto chicas de instituto en manifestaciones y es maravilloso.
Para ser feminista, en definitiva, tienes que ponerte las gafas violetas y ver la realidad desde esa perspectiva.