CONVERSACIONES CULTURPLAZA

Borja Terán: “Twitter se ha convertido en el gran ‘sofá’ que nos une a todos delante de la tele”

6/10/2019 - 

VALÈNCIA. Borja Terán (Santander, 1981) analiza la tele a diario. Columnista en lainformacion.com, y colaborador del programa de Julia Otero, sus análisis sobre la pequeña pantalla son tan acertados como populares. Un día, sin embargo, se detuvo a pensar. Y decidió explorar la televisión sin la inmediatez que aprieta y asfixia al periodismo actual. El resultado es Tele. Los 99 ingredientes de la televisión que deja huella (Somos Libros, 2019), un entretenido ensayo que intercala el análisis televisivo de imprescindibles de ayer y de hoy con las apetitosas ilustraciones de Efe Suárez.

“Ahora que parece que todo pasa y nada queda, quise pararme a pensar. Pararme a mirar la historia de la televisión para observar su evolución y entender hacia dónde nos dirigimos. Quería explorar aquellos programas que marcaron y dejaron huella y cuyas circunstancias, muchas veces, desconocemos”, cuenta Terán a Culturplaza. El ensayo, ligero, y dividido en pequeños capítulos a modo de ingredientes, desgrana aquellos elementos que configuran, conforman y alumbran nuestra televisión. “Cada uno de esos ingredientes es una cápsula: un microensayo”, apunta el periodista cántabro.

A lo largo del libro, se puede encontrar un holgado desfile de nombres: Verano azul; Un, dos, tres…; Operación Triunfo; Sé lo que hicisteis; Al salir de clase; Hermano Mayor, Al rojo vivo; Compañeros; Pasapalabra; El gran juego de la oca; MasterChef, El hormiguero; 7 vidas; Médico de familia; El tiempo entre costuras; La casa de papel; o Sorpresa, ¡sorpresa!, entre muchos otros. También destacadas figuras de la pequeña pantalla como Jorge Javier Vázquez, Risto Mejide, Jesús Hermida, José Luis Moreno, Lola Flores, Bertín Osborne, Carlos Sobera, Silvia Abril, Mercedes Milá o María Teresa Campos, entre otras. Un libro que recoge aquello que debemos conocer sobre la pequeña (gran) pantalla.

Y es que, para Terán, la televisión es “mágica”. “Ahora, para ver la tele, ya no hace falta ni sentarse delante de ella. Hay gente que dice ‘no veo la tele’, pero admite que está viendo La casa de papel, Euphoria… ¡si eso es tele! Lo que pasa es que ha trascendido. Gracias a las nuevas tecnologías, ya no solo se ve a través de un aparato, sino de muchos. Ha cambiado la forma de consumo y eso es muy interesante”, señala. Dejen el mando a distancia a un lado y póngase cómodos. Comenzamos nuestro particular viaje al centro de la tele y lo hacemos con un guía de lujo.

-Lo estábamos comentando: la gente dice que (ya) no ve la televisión. Sin embargo, sí consume Netflix, HBO, Amazon… A las series de ahora se las tilda muchas veces de “nuevo cine”, pero a ninguna de estas plataformas de “nueva tele”. ¿Es la “tele” un concepto negativo del que se intenta huir?

-Yo creo que no. Lo que pasa es que Netflix sabe lo importante que es crear una marca: un paraguas suyo. Invierte mucho en marketing para convertirse en ese cómplice, aliado, compinche del espectador. Y eso es muy poderoso. Paquita Salas, por ejemplo, lo ha hecho muy bien en este sentido: ha sabido crear esa marca tan empática con el público potencial de la compañía. Netflix bebe mucho de las televisiones públicas y de producciones que nacen en la tele convencional: compran los derechos a nivel internacional, ponen en el cartel original y parece que es de ellos. Y no es así. El caso de La casa de papel es claro porque mucha gente no sabe que es un producto de Atresmedia, de Antena 3. Luego Netflix la recogió.

El consumo lineal de series está en un momento de transición, sobre todo en España. Aquí ha habido un maltrato de las cadenas, también por la crisis y la idiosincrasia de nuestro sistema, que han trampeado mucho las audiencias para tener un titular mejor de audiencia. El resultado es que las series han sufrido el retraso de prime trime: un truco para que los estrenos y las emisiones tengan más cuota de pantalla.

El espectador no sabe cuándo comienzan las series. Hace alrededor de una semana, las Señoras del (h)AMPA de Telecinco empezaron con muchísimos minutos de retraso. En cambio, en Estados Unidos, la audiencia tradicional de tele se mantiene mejor: la programación es mucho más estática y son más serios a la hora de estudiar al espectador. Allí se sabe a qué hora empieza una serie y cuándo acaba; aquí, no. Y, como resultado, el espectador no quiere ver las series cuando se emiten, prefiere verlas después, cuando ya están colgadas.

-¿Corremos el riesgo de perder la tele en directo en pro del “bajo demanda”?

-La tele que te acompaña, la de “en vivo y en directo”, seguirá siempre. Pongo la mano en el fuego. Lo demuestra Telecinco, que está viviendo un gran momento. También te apetece ver grandes acontecimientos: el estreno de una serie, por ejemplo.

La televisión tradicional sigue siendo un escaparate muy bueno. Por eso Movistar, por ejemplo, en un momento en el que podría optar por no disponer de canales lineales, tiene 0; un canal donde aparecen Broncano y Buenafuente, a los que mucha gente ve bajo demanda, pero también en directo: ofrece una vitrina que acompaña a un espectador que lo quiere ver y tuitetar a la vez. No me extrañaría que, a Netflix, un día, le diera por hacer cosas en directo. Es interesante jugar a compartir. Y en eso la televisión continuará, como la radio, que vive un momento espectacular, gracias al podcast, pero también por su formato en directo.

Las cadenas españolas, eso sí, tendrán que organizar mejor sus parrillas. Si no, la gente no se quedará. Hay que crear citas. En España antes sabíamos muy bien que los jueves estaba Cuéntame; que Crónicas marcianas lo emitían a tal hora; que, por la mañana, a las 11, estaba María Teresa Campos con su corrillo… Tenías la programación en tu cabeza. Ahora no. Ahora eso es imposible.

Es diferente a los años noventa, donde se entendía que sí era interesante estructurar la programación: veías Médico de familia, después Crónicas marcianas, que no empezaba muy tarde, y a la mañana siguiente a María Teresa Campos. Las parrillas estaban muy ordenadas para fidelizar a la audiencia. Telecinco lo hizo muy bien a finales de los noventa, y sigue, a día de hoy, viviendo de eso: tuvo la paciencia de sembrar bien la semilla. Telecinco vive mucho de Javier Sardá y de María Teresa Campos.

Y esto, que quizá puede parecer viejo, es lo que tienen que recuperar las cadenas para ser más competitivas en la era del “bajo demanda”: el orden. Hay que convertir la televisión tradicional en una vitrina ordenada y bonita donde tienes citas. Si se producen estrenos, como Malaka, o el regreso de series como El ministerio del tiempo, y el espectador las tiene bien colocadas y ordenadas ahí, quizá sí quiera ser el primero en verlas. ¿Cómo? En directo. Hay que recuperar, por tanto, ese orden. Si no estamos organizados, la televisión tradicional va a ir muriendo rápidamente.

-Además, ahora estamos acostumbrándonos a la multipantalla: ver la televisión no se entiende en muchos casos si no es con el móvil en la mano.  

-Las nuevas generaciones no tenemos paciencia. El espectador de ahora está acostumbrado a muchos impactos. Las redes sociales se han convertido en aliadas en un momento en el que consumimos la televisión de una forma más individual. Twitter se ha convertido en el gran “sofá” que nos une a todos delante de la tele. Antes lo veíamos con la familia, y ahora con amigos o desconocidos (incluso desconocidos que se convierten en amigos) tuiteando.

"Las redes sociales se han convertido en aliadas en un momento en el que consumimos la televisión de una forma más individual. Twitter se ha convertido en el gran “sofá” que nos une a todos delante de la tele"

Son rachas: ciclos de descubrimiento, pero también llega un momento de saturación. Será interesante ver cómo evolucionan las redes sociales, ahora que están mutando tan rápido.

-Una de las series que más ha sufrido el retraso del prime time que comentábamos antes es El Ministerio del Tiempo, producción de TVE. Mucha gente criticó a la cadena por esta situación. ¿Qué papel crees que está jugando el canal público en la actualidad?

-TVE es clave en nuestra cultura. Lo que pasa es que la gran edad de oro de las series en España no es ahora: fue en los ochenta y, eso sí, en TVE. Esas grandes series (muchas veces, tan arriesgadas) conseguían algo que no sucede ahora: nos retrataban, retrataban al país. Nos cuentan, incluso, cómo somos ahora, pues de ahí es de dónde venimos y no hemos cambiado tanto. Tramas sobre el machismo o la violencia machista tratadas con una modernidad que las cadenas de hoy quizá no se atreverían a mostrar.

TVE es un reflejo de nuestra sociedad y, en los momentos en los que esta ha sido más creativa, también lo ha sido la cadena pública. Sin embargo, ahora vivimos una estabilidad política donde todo está teatralizado de una forma muy superficial. Los políticos están más preocupados por crear un relato y una imagen que de la gestión del bien común. Los políticos de ahora, quizá, son más actores que gente con ideales. Eso ha salpicado de golpe también a TVE, porque se ha quedado en tierra de nadie, y nadie aboga por una dirección de largo recorrido que de verdad sea independiente del poder y se atreva.

Los políticos piensan muchas veces que TVE son solo informativos. No. La televisión pública, como la educación o la sanidad, es un motor social y creativo brutal. La creatividad nos hace mejor. La BBC (no es un tópico), de cada libra que se invierte el Reino Unido, recupera dos. Eso lo tienen estudiado, y no solo la BBC: Francia, Alemania… Los países desarrollados de nuestro entorno cuidan muchísimo la producción de las televisiones públicas porque son vitales para el crecimiento de sus países. Un país es mejor si tiene inspiraciones y referentes.

-Hace unos meses asistíamos a la pugna entre TVE y la Sexta por albergar el debate electoral. ¿Crees que la cadena pública puede verse amenazada por los espacios que están ocupando también las privadas?

-Ahora todo es un reality show, también la política. La parrilla de la Sexta es muy parecida a la de Telecinco. Lo que pasa es que, en lugar de tener Gran Hermano, tienen otro reality: el Congreso de los Diputados [ríe].

"Ahora todo es un reality show, también la política"

Los políticos están más pendientes (y es un problema que tiene el país) del impacto mediático de su discurso que de otra cosa. Y no nos equivoquemos: la gestión de la sociedad no es un programa de televisión. La Sexta Noche es el Sálvame de la política: periodistas de un color u otro enfrentados para que los ames u odies. En algunas de sus etapas, de hecho, este programa ha estado dirigido por personas que procedían del “corazón”.

-Es morbo, como también lo fue el tratamiento que recibió el caso Alcàsser, tan criticado a nivel mediático. Este año, sin ir más lejos, asistimos a un espectáculo (en el peor sentido de la palabra) parecido: el de Julen, el niño del pozo de Totalán. ¿Dónde están los límites de lo ético en televisión? 

-En general, todos los sucesos han pasado a tratarse con el tono del reality y, en muchos casos, perdiendo totalmente la perspectiva. Hubo canales que incluso incluyeron una ventanita con la cuenta atrás con la imagen del pozo. Y no solo en informativos, sino también en programas de entretenimiento. Me consta que Pablo Motos, que es un tío inteligente, no lo permitió en El Hormiguero. Y eso le honra. Hay que saber diferenciarse y tener ética.

Es lo que comentábamos antes: a veces vamos tan rápido que perdemos la perspectiva. Cuando se incluye una ventanita con una cuenta atrás que no aporta nada de información, o cuando se frivoliza o sexualiza a las víctimas… caemos en las trampas del reality show. Convertimos a las personas en personajes. Y no: esto no es un culebrón. Los temas serios no tienen que tener de fondo músicas de culebrón. No es una telenovela.

-Las televisiones de pago viven un momento dulce: algunos de los formatos más vistos (Late motiv, La resistencia) y ficciones más prometedoras (La peste) de los últimos años han encontrado aquí su razón de ser. ¿Temes que en algún momento el pago sea sinónimo de calidad e inversión, y el resto de cadenas generalistas de acceso gratuito se queden con contenidos más superfluos y menos ambiciosos? 

-Programas como el de Broncano o el de Buenafuente se comparten en YouTube y, de hecho, mucha gente lo ve a través de ahí. Broncano es uno de los tíos con más influencia entre la gente joven de nuestro país. Ha hecho un programa muy inteligente, un late night que creo que va a trascender. En el libro lo pongo a la altura de Crónicas marcianas. Y, además, le aporta una calidez a Movistar+ que es muy importante.

Las televisiones de pago en España normalmente incluían eventos deportivos o, a veces, alguna serie. Faltaba tener esos rostros con los que te identifican: esa empatía. Broncano y Buenafuente aportan eso que faltaba a la televisión de pago en España.

Movistar+ está haciendo una programación bastante interesante; tienen que tomar decisiones sin ir a rebufo de Netflix… Pero, al final, puede ser una gran productora de contenidos audiovisuales en español. La televisión de pago es importante porque puede arriesgar gracias al equilibrio entre abonados y demás factores. Las generalistas, con toda la incertidumbre que existe, no llegan.

-Ya se ha anunciado que en 2020 habrá nueva edición de Operación Triunfo. Es evidente el fenómeno que se generó en torno al programa en la edición de 2017; sin embargo, la de 2018 funcionó a medio gas. ¿Crees que a veces hay un empeño en impulsar formatos que ya están agotados? 

-Hacer un casting de televisión es muy complejo. Y, personalmente, creo que se acertaron con ambos: con el de 2017 y con el de 2018. Noemí Galera sabía que no había que reproducir perfiles y no lo hizo. Sin embargo, es lo que digo en el libro: un buen casting es como un melón. No sabes lo que te vas a encontrar hasta que lo abres.

En 2017 coincidió gente con un talento brutal y que, además, era inspiradora y transparente. No le tenía temor a compartir eso: Amaia, Aitana… eran luminosas. Al año siguiente, pasó el efecto contrario: había gente muy talentosa, pero se pusieron una coraza. Y no se entiende. Si vas a un talent show para que la gente te conozca, aprovecha para que se genere un vínculo para que luego esa gente se movilice y compre tus discos. Faltaba trama, historia. Probablemente habían visto tanto el programa que lo malentendieron: pensaron que con ir ya bastaba. Y no: hay que ir, disfrutarlo, dejarse llevar… Depende de muchos factores.

También entiendo que, si haces una inversión en un programa de televisión como OT, no quieres que te dure una vez cada diez años. Porque, en ese caso, quizá no es tan rentable montar todo el dispositivo. Factor X, en Reino Unido, ha tenido éxito muchísimo tiempo y todos los años tenía un buen casting. Entiendo que se vuelva a hacer OT porque es un programa que, en cualquier caso, atrapa a un público juvenil bestial que para TVE es muy importante.

Otra cosa es que hagamos todo el rato los mismos programas. Analizo la tele a diario, y me da la sensación de que es lo mismo todos los años: Gran Hermano, MasterChef… Lo más nuevo, quizá, es OT, y es un programa que es del año 2001. No es nuevo. Pero, como lo renovaron, sí lo parecía.

Como periodista especializado en este mundo, creo que hay que apostar por los creadores nacionales que tienen formatos geniales a los que nadie les da la oportunidad. Se les exige que hayan triunfado ya previamente en algún sitio, pero es la pescadilla que se muerde la cola; especialmente para nosotros, que nos situamos en un punto medio entre el público anglosajón y el latino. Tendremos que apostar por lo nuestro.

Por eso ha funcionado tan bien La casa de papel. Atracos hemos visto muchísimos en televisión, pero no unos atracadores tan mediterráneos, con una iconografía tan aplastante. Unos atracadores que te dan ganas de achuchar, con esa picaresca tan mediterránea y nuestra. Eso es lo que ha conquistado al mundo. Y nosotros, sin embargo, queremos comprar programas suecos que luego no nos funcionan porque esto no es Suecia. Tenemos que apostar más por nuestro talento.

Los grandes programas que no olvidamos (aunque también se han hecho grandes adaptaciones), como el 1,2,3, Tu cara me suena u OT, son formatos de entretenimiento creados en España que nos han retratado. Alguien se atrevió a darles luz verde. Pero ahora no lo hacemos. A veces las productoras me lo dicen: “Tenemos este formato buenísimo, pero quieren que se vuelva a hacer esto”. No salimos del bucle: existe ese miedo al riesgo.

-Mucha gente asocia los realities con la telebasura. ¿Un reality es, per se, un formato sin calidad? 

-Estoy harto del término “telebasura”. Me parece supersnob. Es el típico término que ha creado la prensa que miraba con superioridad a la televisión para descalificar un medio que tenía más poder e influencia. Es absurdo, porque también hay prensa “basura”; informativos que distorsionan la realidad aposta (algo super tóxico) … Al final, un reality show es entretenimiento que “ves venir”. Me parece más peligroso cuando te intentan colar cosas que no ves venir en formatos que aparentemente sí son informativos. Como en los sucesos: vamos de periodistas dignos y hacemos un reality con personas que están sufriendo.

"Estoy harto del término “telebasura”. Me parece supersnob. Es el típico término que ha creado la prensa que miraba con superioridad a la televisión para descalificar un medio que tenía más poder e influencia"

Un reality, si se toma con humor, si se relativiza; es un programa que te puede gustar más o menos… pero todo el mundo sabe lo que hay. A mí, ahora mismo, me aburren. Gran Hermano este año no lo entiendo: no me aporta, me deprime verlo. Es un bucle que no evoluciona. No empatizo con eso. Y eso no quita para que, si lo tengo que analizar y decir que han hecho una buena gala, lo diga. El programa sigue teniendo buenas audiencias, eso sí, porque es un frenesí de impactos. La gente sabe que es un programa evasivo, para pasar el rato. Tan pronto te ríes viéndolo como lo olvidas: televisión de usar y tirar.

-Una de las últimas polémicas que hemos visto es la relativa a MasterChef y el hecho de desollar conejos por parte de sus concursantes. ¿Todo vale en televisión?

-El problema es que confundimos: nos estamos infantilizándonos muchísimo (en el mal sentido de la palabra). Ves La bola de cristal de Lola Rico o muchos otros programas infantiles, y trataban estos temas con una naturalidad tremenda. Nos han enseñado (y bien) que tenemos que ser críticos, pero quizá no nos han dado las herramientas para ello. No nos han enseñado que la crítica tiene que tener una argumentación detrás. No podemos quedarnos en la superficie de “blanco” o “negro”, porque hay millones de contextos para todo. Todo depende de muchos factores y no podemos censurar todo porque no me guste a mí. Si no, caemos en una neocensura peligrosa.

Que un programa, como MasterChef, quiera enfrentar a una concursante como Tamara Falcó, una pija, a desollar a un conejo… es una cosa que se hace. Es una realidad. Me parece, incluso, divulgación: porque, para comerse un conejo, hay que desollarlo antes. No veo la polémica. Pero, en el momento en que vivimos, los medios de comunicación jugamos y forzamos esa indignación. Sabemos que la gente le va a dar click a esa noticia.

"Vivimos en un momento en que estamos muy intensos y poco profundos"

Estamos creando un lector que busca información de indignación, no leer la realidad. Esa frase de: “Que la realidad no te arruine un buen titular”. Vivimos en un momento en que estamos muy intensos y poco profundos. Y me preocupa, la verdad. Creo que, al medio o largo plazo, volveremos al periodismo de autor. Sin embargo, la viralidad nos lleva a lo contrario: queremos quedarnos con el bulo y no con la realidad, porque es más entretenido lo primero. El contexto siempre es lo más importante.

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