CORTOMETRAJES 

Confilm Fest: 44 cápsulas de psicodelia y humor absurdo

Tras la conclusión de la quinta y última convocatoria de esta iniciativa valenciana -una de las primeras en ponerse en marcha en España-, analizamos el fenómeno de los certámenes de cortos surgidos durante la cuarentena

30/04/2020 - 

VALÈNCIA. Puede que el futuro inmediato de algunos festivales de cine no esté muy claro todavía; lo que sí sabemos es que el nicho de los certámenes audiovisuales online está que arde. Una ola de furor “cortometrajista” ha inundado la red en las últimas seis semanas, con el encierro y el virus de marras como protagonistas absolutos. La Yincana de cine confinado en Notodofilm, con el guionista y director Javier Fesser como maestro de ceremonias; el Cuarentena Film Festival, con Isabel Coixet de directora del jurado y un palmarés patrocinado por diferentes marcas; el certamen Yo Me Quedo en Casa, puesto en marcha por Atresmedia y DeAPlaneta, o iniciativas institucionales como DocuVir.20, convocatoria lanzada por La Nau de la Universitat de València, con una temática centrada en las nuevas formas de sociabilidad y solidaridad en tiempos del coronavirus. Da la impresión de que no va a quedar un solo rinconcito de esta experiencia colectiva sin exprimir.

El pasado lunes se cerró la quinta y última convocatoria del Confilm Fest, uno de los primeros certámenes de cortometrajes surgidos en España durante la cuarentena, y al mismo tiempo el que menos ha abundado en los clichés del confinamiento. A diferencia de otros certámenes similares que han aparecido posteriormente, aquí la premisa de los cortos no es necesariamente social ni reflexiva. Más que el aprovechamiento moral, la prioridad aquí es crear una pieza audiovisual sin deudas argumentales ni ataduras con lo políticamente correcto: el surrealismo y la psicodelia son bienvenidas. Más allá del concepto de cine casero como denominador común de los festivales mencionados anteriormente, quizás su aspecto distintivo más evidente es el aroma a cultura underground. Sin productoras, ni instituciones ni patrocinadores detrás. 

El resultado alojado durante estas seis semanas, que puede verse a través de su canal de Youtube, son 44 cortometrajes de 3 minutos de duración en los que se ha volcado el talento de creadores amateur, pero también de nombres conocidos dentro del sector audiovisual valenciano como Guillermo Polo (con el que hablábamos hace solo unas semanas en Culturplaza a cuenta del estreno en Estados Unidos de la película The Mistery of the Pink Flamingo); Marc Guardiola (reconocido experto en animación); Pepe Ábalos; Jonathan Cremades; Laura Cuello; Carlos Surián, Adrià Lucas o Ignacio Bort. Encontramos también, en la faceta simultánea de guionistas, realizadores y actores, al músico y escritor David Pascual Huertas (Mr Perfumme); a la historiadora y escritora María Bastarós (autora de la multipremiada novela Historia de España contada a las niñas) o a la ilustradora Alba Casanova. Encabezan el listado Jorge Garay y la actriz, dramaturga y cofundadora de la compañía Colectivo Miss Panamá María Salguero, quienes impulsaron esta iniciativa allá por mediados de marzo.


“La idea surgió durante la primera semana de la cuarentena como un juego que propusimos yo y Jorge en un grupo de Whatsapp en el que estamos cerca de 40 amigos con perfiles muy artísticos. Muchos trabajan en el sector audiovisual; también hay gente de bellas artes, escritores, etcétera. Lo cogimos con muchas ganas y se convirtió en algo periódico. Poco a poco se fueron sumando más personas en cada convocatoria, amigos de amigos. Cuando todo esto pase y nos dejen volver a reunirnos, celebraremos una gala con entrega de premios tipo Goya [ríe] en la sede del Colectivo Miss Panamá”, explica Salguero. La idea de partida para cada una de las convocatorias -una por cada semana que se alargara el confinamiento- consistía en realizar un cortometraje en 48 horas, cumpliendo con las normas de un decálogo, pero sin la obligación de hablar del confinamiento. El tema es absolutamente libre”.


Entre las obras más votadas encontramos algunos cortometrajes aficionados que son verdaderos prodigios de imaginación, sobre todo teniendo en cuenta la limitación de recursos técnicos y materiales disponibles en las casas. También hay otros de factura más profesional, montajes con alguna complejidad técnica y guiones sencillos, pero bien pulidos. “Este es un festival que montamos por pasarlo bien entre amigos, sin ningún tipo de pretensión, pero lo cierto es que algunas de las propuestas tienen un nivel muy profesional y son buenísimos -continúa María-. El encierro nos ha pillado a algunos con buenos equipos en casa y con ganas de desarrollar y experimentar con proyectos propios. Algunos de estos cortos probablemente acaben presentándose en certámenes post-coronavirus. El único hándicap es que, al tener que cumplir con las normas del decálogo, y al ser algunas de ellas deliberadamente absurdas, hay algunas obras que chirrían si se ven fuera del contexto del Confilm Fest”. 

Efectivamente, entre los condicionantes que ha impuesto el juego a los cortos en competición hay normas de índole técnico -utilizar pantalla partida, romper la cuarta pared o aplicar el paneo en algún momento-, pero también otras arbitrarias como la obligación de introducir un efecto sonoro de armónica de afilador, hacer un guiño a Rita Barberá en el guion, incluir una frase de Los Goonies o meter una canción de Obrint Pas en la banda sonora. Con todo ello, el Confilm Fest (hasta nuevo aviso) nos deja algunas obras memorables: homenajes al cine neo-noir, aventuras de alpinismo en el salón, viajes en el tiempo, extrañas parafilias, cazadores de avatares deepfake y todo tipo de apariciones sobrenaturales. 

El boom del cine casero y las nuevas vocaciones

Acudimos a Eduardo Guillot, director de La Mostra de València - Cinema del Mediterrani, en busca de una opinión externa acerca del reciente fenómeno de los certámenes cinematográficos concebidos durante la cuarentena. “En estos momentos tenemos casi 300 películas inscritas en la Mostra, y dedico buena parte del día al visionado de ese material, por lo que cuando me alejo de la pantalla del ordenador trato de desconectar con otras cosas, como libros o música. Por curiosidad, he hecho algo de zapping casual por alguna de esas webs, pero admito que sin detenerme en exceso”, reconoce, antes de seguir respondiendo. 

Del mismo modo que se dice que la reclusión forzosa ha acelerado y generalizado el uso de herramientas telemáticas (y que, como consecuencia, el teletrabajo o las reuniones a distancia se van a normalizar en muchos ámbitos y para nuevos sectores de la población), ¿cree Guillot que este boom de cine casero va a potenciar también esa nueva vertiente que ya estaba en marcha desde hace años de películas rodadas con smartphones, o utilizando formatos específicamente orientados a las redes sociales? ¿Es esto es el principio de algo, o una cosa estrictamente pasajera? “Creo que hace ya tiempo que sucede. En todo caso, podría acentuarse. Aunque a diferencia de las anteriores películas rodadas con dispositivos móviles, entiendo que la mayoría de las realizadas durante el confinamiento se limitarán a una sola localización. Esto me recuerda que cuando llegaron las tecnologías digitales, Francis Coppola comentó que con la democratización de los medios de producción podríamos descubrir a muchos Orson Welles que antes no habían tenido acceso a dirigir, porque resultaba económicamente inviable. A fecha de hoy, sigo esperando descubrir a esos Welles de los que hablaba”, responde. 

¿Debemos augurar un alud en el mercado de cintas centradas en la temática del coronavirus y sus consecuencias en el mercado durante los años venideros? ¿Acaso habría que temerlo, en tanto que restaría heterogeneidad e interés a la oferta disponible? “Películas, libros, videojuegos, obras de teatro, coreografías, diarios, series fotográficas, pinturas, esculturas, cómics… Ojalá me equivoque, pero va a ser insoportable, porque como sucede siempre, la mayoría de ese material será de una calidad ínfima. El otro día vi una videoconferencia donde la escritora Mariana Enríquez defendía el derecho a no hacer nada en el confinamiento. Le han pedido varias veces un diario y se niega a escribirlo. Afortunadamente, porque surgen como setas, es una plaga. Al mismo tiempo que digo esto, estoy siguiendo lo que escribe cada día Elisa Ferrer en su Facebook y me encanta. Pero es la excepción que confirma la regla. Y estoy convencido de que Hollywood ya baraja varios proyectos sobre el tema. Por no hablar del cine de explotación y bajo presupuesto. Y, por supuesto, las series. Eso sí que va a ser una pandemia”. 

“No creo que, más allá de este periodo excepcional, el ojo del público se acostumbre nunca a consumir cine casero o más rudimentario -comenta, por su parte, Carlos Madrid, director de la última edición de Cinema Jove (festival que, como muchos otros, está ahora mismo en el aire)-. Pero sí creo que este tipo de festivales que han surgido pueden servir a muchos aficionados a descubrir una nueva pasión por escribir historias, rodar y producir. Seguro que algunos de ellos se animen a convertir eso en una vocación profesional”.

El apartado de cortometrajes de las últimas ediciones de Cinema Jove ya había dejado patente la incorporación de texturas y formatos de dispositivos móviles en piezas plenamente integradas en la industria y en el circuito de grandes festivales. Pero Carlos Madrid puntualiza: no confundamos cine rodado con móviles con cine amateur. “Un buen ejemplo de ello es el director estadounidense Sean Baker, que antes de rodar The Florida Project recabó muchos reconocimientos en festivales como Sundance o Mar de Plata con Tangerine, una película rodada con tres teléfonos iPhone5s.  La realidad detrás de ese trabajo es que el único “ahorro” que se hizo fue en el tipo de cámaras, porque era un proyecto con una planificación de producción grande y compleja; con actores profesionales, etcétera”.  

Con respecto a la posibilidad de que el mercado cinematográfico de los próximos años se inunde con propuestas narrativas relacionadas con la crisis del Covid-19, Carlos Madrid coincide con Guillot: “Pienso que podemos encontrarnos con ese problema. Pero lo que nos corresponde a los programadores precisamente es elegir bien y cribar para no ser monotemáticos. No queremos saturar al público, ni creo que sea especialmente interesante estar recordándoles el virus constantemente”.


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