Tu hijo puede ser muy majo, pero igual en Internet está viendo contenidos terriblemente abyectos. Tu marido puede ser muy majo, pero igual tiene un pasado oscuro que no te ha contado. Tus vecinos pueden ser muy majos, pero igual si te ves relacionado con un crimen toda la comunidad puede darte la espalda. Se trata de miedos de clase media acomodada, aterrorizada ante la mera posibilidad de perder su confort y sus vidas sin riesgos. Un pánico que explota la serie de Apple TV + hasta convertirse en una comedia involuntaria
VALÈNCIA. En la posguerra, años duros de propaganda política y mediocridad, en literatura hubo un movimiento que fue conocido como tremendismo o miserabilismo que venía a ser un naturalismo tardío o neonaturalismo. Entre las explicaciones que le dieron los estudiosos al fenómeno había una que se centraba en los gustos de las clases medias compradoras de libros. En esos años, esa clase social era bastante reducida y se apuntaba a que le gustaba introducirse morbosamente en los ambientes de cuyas urgencias y problemas estaban exentos. Quizá por el alivio de haber dejado atrás su situación, tal vez como una aventura hacia lo desconocido. Lo cierto es que aquellos autores, fascistas convencidos muchos de ellos, falangistas militantes y veteranos de guerra y de la División Azul, en sus libros retrataban los ambientes más sórdidos y se centraban en la vida de las prostitutas y todo tipo de población marginal para deleite de un lector acomodado.
La condición extrema de aquellos años sirvió para que el fenómeno se viera desnudo, porque luego con diferentes variantes ha evolucionado y el género fantástico o de terror muchas veces ha guardado relación con lo mismo: pánicos de la clase media. En la ficción estadounidense es una constante.
Solo así podremos encuadrar la serie Defender a Jacob de Mark Bomback y Morten Tyldum, adaptación de una novela de William Landay. En el centro de la acción tenemos una familia de clase media acomodada que vive en una tranquila y pequeña comunidad cien por cien estadounidense. Esto es, cada uno en su casoplón y Dios en el de todos.
No puede haber nada más estupendo. El padre de familia, interpretado por Chris Evans, nada menos que El Capitán América, es un hombre guapo, inteligente, es el fiscal más brillante de la zona. Un tío implacable. Su mujer, Michelle Dockery, también guapa, con una figura excelente, trabaja en la escuela con los críos y es respetada y querida por todo el mudo. Están educando muy bien a su hijo, que ya va al instituto, y tratan de ser sus colegas, porque un padre es también un amigo y todo se basa en la confianza y bla, bla, bla...
De pronto, un adolescente aparece asesinado a cuchilladas. El padre tiene que investigar el caso, pero aquí entra el primer susto. ¿Y si en eso que haces sin miramientos con esa clase de personas que tiene problemas con la ley de repente te encuentras involucrada a tu familia? Resulta que la víctima era compañera de clase de su hijo y el caso ya no es igual. Sus reconocidas dotes como fiscal e investigador de repente ya no son las mismas, le tiembla el pulso porque, lógicamente ¿cómo va a desconfiar de su hijo como si fuera un sospechoso cualesquiera como esos a los que no conoce de nada? Es algo en lo que inciden en la serie. Él lo llega a decir en un momento "ahora he visto cómo es desde el otro lado".
Lo siguiente que se descubre es que en ese barrio en el que las familias van en monovolúmenes y los chicos en bicicletas y todo el mundo saluda sonriendo, hay cosas de las que no se enteran los padres. Hay un mundo oscuro e impenetrable que no es otro que Internet. Ahí la explotación del miedo los papás que andan con la mosca detrás de la oreja por lo que sus hijos ven cuando se conectan es épica. Lo que nos lleva a otro miedo insoportable para unos padres. Nuestro hijo actúa de una manera ¿pero y si es una persona completamente distinta?
Todos estos terrores confluyen en un miedo más que puede dar escalofríos a una familia de bien. Tienes una pareja estable, tu hijo, todo es perfecto ¿pero y si tu pareja tiene un pasado que nunca había querido compartir contigo porque también es oscuro? Esta fórmula ha sido explotada hasta la saciedad en películas destinadas a la clase media acomodada y aburrida, pero nunca como aquí, donde se ve cierta querencia por aquellas simpáticas gentes que medían cráneos a los niños en clase. Porque en esa parte del argumento de esta serie la mieditis se plantea como ¿y si mi marido tiene antepasados que han hecho cosas oscuras y esa oscuridad se transmite vía genes de él a mis hijos?
Entretanto, se delira alternando estos what if explotando el horror de ser aceptados y queridos en una comunidad de buenas gentes y, tras estar relacionados sin comerlo ni beberlo con un hecho atroz, todos vecinos les dan la espalda y les pintan cosas en el garaje de casa. Una historia de sobras conocida en un género que no tiene fin. No obstante, los dos primeros tercios de la serie son muy divertidos y enganchan bastante.
Lo malo es que el final difiere notablemente del de la novela y a peor. Sigue más o menos igual, pero aprovechan para darle un par de vueltas de tuerca que despisten al espectador y dejar el desenlace más abierto. Es un error, porque el del libro era lo suficientemente contundente por sí solo y jugueteando más con el espectador solo logran convertirlo todo en una hilarante comedia involuntaria. Otro género para el que tampoco hay escasez de ejemplos en las producciones más comerciales. Supongo que los autores habrán querido que las familias luego discutan entre sí su veredicto sobre lo que ha pasado, todos juntos, llevándose bien, como una familia unida temerosa de dios.