Sara Mesa explica este sábado en el Palau de la Música la influencia de la música en su literatura. Antes, desvela algunas claves en una conversación
VALÈNCIA. En tan solo dos metros cuadrados de parque pueden ocurrir y caber todo lo bueno y lo malo que imagines. Así lo ha construido Sara Mesa en Cara de pan, su última novela breve, que presentará en el ciclo Literatura i Música (Pop) en el Palau de la Música este mismo sábado. En esta, una adolescente de trece años que ha abandonado secretamente el instituto y un hombre de cincuenta y cuatro con confusas intenciones se encuentran en ese rincón del parque. En la relación que van forjando día a día, entran los miedos y las obsesiones de cada uno. Y (cómo no), una es la música.
En las primeras páginas de la novela, Viejo le acerca unos auriculares a Casi. Y de repente, Nina Simone.
"Lo que sale del cable es una voz de mujer clara y grave, una voz ambigua, ligeramente masculina, estruendosa, pero con el estruendo limpio de una ola que se estrellara contra un malecón, una voz que la envuelve y la lleva hacia arriba y luego hacia abajo, y de fondo un saxo, o una trompeta -eso Casi no lo sabe-, un instrumento de viento que se entremezcla con la voz, trezándose con ella, instrumento con voz y voz con instrumento, subiendo y bajando como si compitieran o como si bailaran. Ella cierra los ojos, escucha, escucha con muchísima atención, aunque sin olvidarse del todo de que el Viejo la está mirando. Cuando la canción sube y sube y sube y finalmente se rompe antes de caer de golpe y acabar, le devuelve los auriculares y dice: qué bonito." (Cara de pan, Sara Mesa)
Nina Simone, que está en los cielos, fue la elección de la escritora afincada en Sevilla para que Viejo y Casi, que apenas se conocían, establecieran algo de qué hablar. A lo largo del centenar de páginas restantes no pararán las referencias a la cantante estadounidense.
"Casi siempre que escribo, las elecciones no tienen una explicación racional clara. Conocía a Nina Simone porque le conocía, le había escuchado y sabía la vida que llevaba. Me gustaba mucho su carácter pero en realidad el incluirla fue el resultado de configurar poco a poco las obsesiones que quería que tuviera el personaje de Viejo, como los pájaros", explica la escritora.
Sin embargo, una vez se cruzan Viejo y Simone, sus vidas se explican mejor. Eunice Kathleen Waymon nació en 1933 en Tryon, Carolina del Norte, y desde que fue pequeña sufrió una vida atormentada. Vivió en sus propias carnes la discriminación racial de principios de siglo XX, su marido y manager ejercía sobre ella una violencia física y psicológica aplastante, fue diagnosticada de esquizofrenia en los 70... A pesar de todo, cuando se sentaba en la banqueta del piano, todo cambiaba.
"Libre para mí solo es una sensación. Puedes describir las cosas, pero nunca explicarlas. Algunas veces en el escenario me he sentido así; y es distinto, completamente distinto. Para mí la libertad es no tener miedo. Ojalá hubiera vivido la mitad de mi vida sin miedo", contaba en una entrevista en 1968, recogida en el documental What Happened, Miss Simone? (Liz Garbus, 2015). El tormento encontraba una salida, como los tormentos de Casi y Viejo se intentan quedar aparcados antes de cruzar los setos donde se esconden, en la novela de Mesa.
Viejo no para de utilizar a Simone para explicarse a él mismo, aunque puntualiza su creadora que "él coge las letras y las lleva a su terreno; las entiende como quiere y como a él le sirven de manera terapéutica". Mientras, Casi no ha encontrado su lugar en el mundo y duda de todo aquello que le rodea, "con esa edad una no tiene aún ni raíces ni referentes, así que no tiene la capacidad de haber configurado cuál es la música que le gusta. Ella se fascina desde un principio la figura de Nina Simone porque le interesa a Viejo. Él tiene ese papel de tutor para ella", explica Mesa.
"La música es un refugio, claramente. Tiene una capacidad de aislarte incluso mayor que la literatura", opina la escritora. Sara Mesa se moja también en su visión personal sobre el poder de las canciones: "tienen una capacidad que me recuerda mucho a las sensaciones olfativas: la de llevarte al tiempo en el que las escuchaste por primera vez y recordarte sensaciones de otro momento".
Mesa no siente que el pop tenga influencias directas en los que escriba, pero sí establece ciertas similitudes con la música popular: el lenguaje transparente, la sencillez de lo que cuenta, "el instante, al brevedad de mis historias remiten a la música pop", cree. "Flauvert sería, por otra parte, algo parecido a una orquesta sinfónica", añade. A nivel personal, confiesa que le interesa la música de los 50, los 60 y los 70, aunque se siente "muy poco erudita".
Su prosa, sin embargo, no renuncia a la ambigüedad. Cara de pan remite, automáticamente, a Lolita de Nabokov. Las dos comparten una falta de marco moral. "Mi ambigüedad surge del proceso creativo de colocar a un personaje en una situación de extrañeza: de que este con quién no debe estar, dónde no deben estar... Y así explorar hasta dónde son capaces de llegar. La ficción me vale para explorar los ángulos muertos que encuentro: no quiero contar la realidad; quiero indagar, buscar", cuenta.
Colea aquella frase que ha dicho preguntas antes. "La música tiene una capacidad de aislarte incluso mayor que la literatura". Y preguntada por eso, añade: "La literatura es minoritaria por sus propias características: una canción es un dardo directo al corazón; la literatura necesita tiempo, concentración, lleva un camino más complicado. Pero esto no es un inconveniente, no hay que buscar herramientas para imitar a la música".