Es probablemente el soporte que ofrece mayor legado al diseño gráfico, y la sensación es que las inscripciones en lápidas narran bastante mal su historia a lo largo de los siglos
Deberían ser el colmo de la obsesión de los diseñadores por la tipografía, por los rótulos o por cualquier forma de señalización y, sin embargo, el mundo de las tumbas sigue en ese rincón tabú con el que nuestra cultura se enfrenta a la muerte.
Tal vez por eso, y por el mercantilismo que lo rodea, el arte funerario incluye ya entre sus opciones la lápida digital interactiva pero sigue reacio a innovar con gusto en lo que a gráficas se refiere, continuando anclado varios siglos atrás cuando se tallaba la piedra, por lo que la forma actual responde a la tradición con la que el artesano trabajaba el material, y por eso la tipografía estrella es la romana, la de serifa que recuerda a una fuente tallada a cincel por los mismísimos romanos.
En el diseño de lápidas hay mucho nicho de mercado. Igual que llegó hace años al tatuaje podría llegar en breve a las artes fúnebres. Se siguen ofreciendo servicios artesanales, que aparentemente es lo que aporta valor, aunque el proceso se fue modernizando desde mediados del siglo pasado (ahora con ordenadores y fresado por control numérico o el láser como la novedad en el sector) pero el aspecto es siempre una especie de trampantojo sobre granito, ya que el público demanda cosas que parezcan tradicionales, pero pagando la opción barata en cuanto a producción, a lo que se suma que no hay nada peor que ofrecer múltiples opciones lo que lleva a desastres como efectos sobre las fuentes como sombras, artísticos bajo relieves o contornos que han hecho que un paseo por un cementerio reciente parezca un recorrido por las opciones tipográficas del Word.
De hecho, haciendo un Google rápido encontramos la opción “Diseña tu lápida” dentro de varios de los primeros resultados. Y es que la personalización de lápidas, igual que el servicio de estampación de camisetas playeras, es al mármol y al granito la sensación de la última década. La consecuencia es que las tumbas actuales carecen del valor que tenían antaño, donde se rendía culto a la muerte con unos materiales, una artesanía y una solemnidad tipográfica que se ha perdido.
Hay catálogos, plantillas y hasta un top de lo mejor de 2019 en Pinterest que me niego a reproducir aquí. Hay negocio, pero insisto en que no hay buen gusto.
Por intentar hallar un poco de calidad en todo esto, y buscando referencias de diseñadores célebres, encontramos cómo la lápida tridimensional del diseñador norteamericano Paul Rand (1914-1996) es fiel a sus diseños, o cómo es la urna y todo lo que rodeó al funeral del diseñador italiano Massimo Vignelli (1931-2014), cuyo último proyecto fue precisamente diseñar los detalles gráficos de su despedida, desde esa urna (también en forma de cubo, como la tumba de Rand) al programa del evento pasando por la lista de invitados y discursos, la música o el espacio que ya había diseñado décadas atrás.
Mientras los epitafios o textos suelen estar pensados, tal vez el problema es la falta de dedicación a la representación gráfica de ese último recuerdo de cada uno, algo de lo que no termina por ocuparse el protagonista sino que otros deciden, en un momento poco dado a la reflexión por la selección tipográfica o de composición y materiales (como la vida misma), con lo que el resultado de la mayoría de lápidas está en el mismo montón de bloques de granito con tipografías romanas grabadas a láser emulando haber sido talladas por un escultor.