NOSTÀLGIA DE FUTUR / OPINIÓN

Dormir en la calle

19/11/2020 - 

Poder dormir en la calle, queriendo hacerlo, es una de las mejores señales de que una sociedad funciona. Dormir en la calle como elección, insisto. Dormir una siesta sobre el césped de un parque o cuando nos puede la modorra sentados en un banco, y sin querer se nos cae en el regazo la novela que teníamos entre manos. Dormir las últimas horas en la arena de una cala antes del amanecer. Dormir solos pero rodeados.

Dormir con tranquilidad en la calle, en la playa o en cualquier otro espacio público, es señal de poder y de una seguridad mínima. La seguridad de sentirse lo suficientemente protegido para tener la garantía que no nos van a robar, ni cosas mucho peores. Dormir es entonces puro disfrute. 

Dormir en la calle es también la única opción cuando no quedan opciones. La muestra del agotamiento de un sistema que no funciona y de la incapacidad gubernamental para satisfacer un derecho humano reconocido universalmente. Es dormir llevando a cuestas todo lo que se tiene.

Escribí el otro día que es el momento del derecho a la vivienda. Es el momento también de empujar la frontera de la vergüenza y de darnos cuenta que cuando vemos a una persona viviendo en la calle no estamos observando la merecida consecuencia de errores personales, sino la señal evidente de un fracaso colectivo para garantizar aquello más básico, condición necesaria para ser nosotros.

La pandemia, espejo amplificador de los problemas urbanos, se ceba doblemente con las personas que sufren una situación de mayor vulnerabilidad. Y no olvidemos que nos acercamos al más duro de los inviernos.

Las acciones y políticas para reducir el número de personas sin hogar se mueven entre la valentía y la heroicidad. A pesar de la evidencia empírica de los impactos positivos de mejorar las condiciones y oportunidades de las personas sin techo, no solo para estos sino también para la sociedad en general, aquellos que lo trabajan día a día se mueven en el filo de la navaja, con la tensión eterna del posible agotamiento de recursos tanto materiales como humanos. Hacia ellos, mi reconocimiento.

Espero y deseo que de verdad veamos la luz y resolvamos un problema que podría ser prácticamente inexistente con la suficiente voluntad colectiva. Desgraciadamente, los datos nos muestran vergonzosamente lo contrario, el número de personas sin techo ha aumentado en todos los países europeos, con la única excepción de Finlandia, durante los últimos años. Es inadmisible.

Imaginad la utopía posible de una sociedad llena de siestas seguras, de descansos en los jardines, de borracheras dormidas al raso. Abuelos y niños y mujeres plácidamente descansando públicamente. Tranquilos y poderosos. Sin amenazas. Dormir más en la calle y solo dormir por placer será la guinda del pastel de una ciudad mejor. Dormir en la calle, que no vivir.

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