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LAS SERIES Y LA VIDA 

El diablo, el Apocalipsis y las series de televisión

22/06/2019 - 

VALÈNCIA. Una organización ultracristiana recoge firmas para que cancelen Good omensla serie que adapta la obra homónima de Terry Pratchett y Neil Gaiman. En 2015, otra organización parecida pidió que se cancelara la serie Lucifer por glorificar a Satanás. Por su parte, una secta satánica pide a Netflix 130 millones de euros por plagiarles una estatua, en este caso en la serie Las escalofriantes aventuras de Sabrina. Esta última demanda no tiene desperdicio. El Templo Satánico (que así se llama la secta), alega que han copiado su estatua llamada Baphomet y los niños para asociarla al mal, el canibalismo y el asesinato, cuando los principios de su organización (satánica, no lo olviden), son la compasión y la empatía (!) la lucha por la justicia (!!) y un mejor conocimiento científico del mundo (!!!). Satanás, con cariño te lo digo, tus adoradores andan un poco despistados y tu mensaje se está perdiendo, a ver si pones orden. 

La demanda contra Good omens, además de confundirse de compañía y denunciar a Netflix aunque la serie es de Amazon (si es que el diablo está en los detalles), denuncia que presenta a un diablo y un ángel como amigos y que Dios tiene voz de mujer (la de Frances McDormand, en concreto). Acabáramos. Una serie de ficción, basada en otra obra de ficción previa ya existente (en la que, por lo visto, no habían reparado), se inventa cosas. Lo nunca visto. Dónde vamos a ir a parar. (Por cierto, cuánto tiempo libre tiene la gente, ¿verdad? Y qué mal lo aprovecha).

Van a tener faena las organizaciones cristianas o satánicas, porque la ficción audiovisual está llena de ángeles y demonios. No cabe duda de que este fenómeno está vinculado a la enorme importancia que los relatos fantásticos y las sagas de superhéroes tienen en este momento en la cultura popular. La mayoría de esos relatos cuentan la eterna lucha entre el bien y el mal con profusión de efectos especiales, trajes más o menos resultones, maquillaje y CGI. Y no dejan de ser, en gran medida, una puesta al día de personajes y relatos mitológicos y/o bíblicos muy antiguos que contaban esa misma batalla entre la luz y la oscuridad.

Good Omens.

Sí que es cierto que ahora, a veces, la cosa se complica, y el mal y el bien establecen alianzas asombrosas entre sí, los demonios no acaban siendo tan malos, ni los ángeles tan virtuosos. Y quienes les representan en la Tierra se confunden (Avengers: age of Ultron, por ejemplo). Me temo que los ultracristianos que se quejaban de la amistad entre un ángel y un demonio no están al día. Y solo estoy hablando de ficción, vamos a dejar estar al mundo real.

Porque el telón de fondo de todo esto es el Apocalipsis, por supuesto, uno de los grandes relatos de nuestro tiempo. De las muchas formas en que se expresa el malestar en el que vivimos en este mundo globalizado, no cabe duda de que uno de ellos es este gusto por los relatos apocalípticos. Todo es destrucción, caos, violencia, ruido y furia. El mundo a punto de ser destruido, o ya destruido, lo que trae consigo la aparición de algún tipo de nuevo orden,  más bien indeseable. ¿Cuántas películas y series nos cuentan esto?

El relato bíblico está por todas partes. Así que la llegada de ángeles y demonios, la aparición de Dios y Satanás o del cielo y el infierno en las ficciones televisivas no debe sorprendernos. Acudir a los antiguos relatos en tiempos de confusión vital y moral parece lógico. Representan conceptos fuertes y rotundos que ayudan, a quienes creen en ellos, a sobrellevar el mal trago. Pero su representación actual dista mucho de ofrecer seguridad y confort. El dios y el diablo a los que acudimos son volubles y poco de fiar.

La última serie en llegar y jugar con ello ha sido Good Omens. El mundo está al borde del apocalipsis y del juicio final, pero el ángel Azirafel y el demonio Crowley quieren pararlo y se alían para conseguirlo. Michael Sheen y David Tennant interpretan, respectivamente, a los protagonistas y se divierten y nos divierten en este relato irónico creado por Pratchett y Gaiman. Publicado en 1990 no es raro que su traslación a imágenes sea ahora, cuando estas historias ocupan gran parte de los esfuerzos de la industria audiovisual y del interés del público.

Sabrina.

No están solos Azirafel y Crowley. Tienen compañeros en Las escalofriantes aventuras de Sabrina, Dark, Lucifer, Grimm, Supernatural (que, por cierto, va nada menos que por su temporada 14) y en multitud de series juveniles repletas de seres sobrenaturales de todo pelaje y condición que viven en alegre promiscuidad y una sanísima diversidad identitaria: demonios buenos, ángeles caídos, monstruos amables, héroes confusos, etc.

Destacamos Lucifer, con una premisa ciertamente curiosa. Aburrido del infierno, un guapo y fornido Lucifer decide venir a la Tierra y llega a Los Ángeles, donde regenta un club nocturno y se dedica a ayudar a una agente de policía a atrapar criminales. La verdad, no entiendo que la organización ultracristiana denunciara a la serie, teniendo en cuenta lo poco luciferino que es el comportamiento del protagonista y su asombrosa querencia por la ley y el orden. Ya hemos dicho que son tiempos confusos. Y los caminos del Señor, ya se sabe, son inescrutables.

Y aunque no son un cielo y un infierno como tales, sino el buen y el mal sitio, no podemos dejar de citar The good place, esa gran serie que, en forma de comedia a veces descacharrante (de verdad, mucha risa), acaba planteando algo de tan gran calado y ramificaciones como el hecho de que el sistema capitalista nos impide hacer el bien. Y si no se lo creen, no tienen más que verla. Hay ángeles y demonios, mucha ironía y un discurso filosófico que ya lo quisieran para sí algunas series supuestamente más serias y enjundiosas. 

Lucifer.

Coda: el diablo está en los detalles

Y ya que hemos hablado de denuncias y querellas, justo al escribir esto llega la noticia de que la Audiencia Nacional reprende a Movistar+ por un chiste de la serie de Berto Romero Mira lo qué has hechoEn realidad, es una parte de un diálogo más amplio entre dos personajes. Los jueces establecen que es ofensivo para las personas con Síndrome de Down y que el tratamiento y la imagen que se transmite de este colectivo "no son adecuados ni correctos desde el punto de vista social y normativo, a pesar de que la serie es una obra de ficción con escenas humorísticas y satíricas". Vale, es ofensivo. Nada que objetar a esa apreciación.

Pero todo que objetar a una decisión con efectos legales. ¿En serio hay que eliminar un diálogo porque se considera ofensivo? Pero con todo, lo más grave es que opinan y sentencian acerca de la gracia o no que tiene el diálogo en cuestión y establecen que “ni siquiera tiene una connotación humorística”. El chiste nos puede parecer bueno o malo, adecuado o inadecuado, nos puede molestar, pero que su gracia o adecuación sea objeto de la decisión de un tribunal nos debería molestar muchísimo más. Primero: es ficción. Segundo: conviene no confundir nunca el punto de vista de un personaje con el del relato, que son cosas bien distintas aunque, parece mentira, esto cueste de entender a mucha gente incluidos los jueces de la Audiencia Nacional. En fin, que solo nos faltaba un tribunal del humor, con lo confusa que está ya la batalla entre el bien y el mal.

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