CASTELLÓ. Las últimas estimaciones de incidencia, prevalencia y mortalidad por cáncer en el mundo y España, los datos publicados por la OMS en su informe mundial del cáncer y los datos más relevantes de la bibliografía científica, evidencian la gran repercusión y la gran merma en la calidad de vida del paciente oncológico.
Este déficit se produce, principalmente, como consecuencia de los efectos secundarios de los tratamientos quirúrgicos, oncológicos y de la propia enfermedad apareciendo en el aspecto físico un incremento de fatiga muscular, una pérdida de fuerza, un descenso en la capacidad aeróbica, una pérdida de movilidad articular y como consecuencia una afectación funcional.
Tal como explica Elena García, licenciada en Ciencias de la Actividad Física y Deporte y coordinadora de la unidad de Ejercicio Físico Oncológico del Hospital Vithas Rey Don Jaime de Castelló, “para mejorar la calidad de vida de los pacientes sometidos a este tipo de terapia, es necesario un programa de ejercicio físico planificado, adaptado a sus necesidades individuales, basado en la evidencia científica y supervisado por especialistas, que mejora y recupera algunos de los efectos secundarios y provoca la recuperación del paciente para que pueda incorporarse a un programa deportivo de salud”, y añade “estos programas abarcan desde la reeducación postural, movilidad articular y flexibilidad, coordinación inter-intramuscular, programa de fuerza muscular capacidad aeróbica o actividad cardiovascular”.
Los beneficios que aporta la práctica supervisada del ejercicio físico son numerosos: reduce la fatiga relacionada con el cáncer; aumenta la masa muscular y los niveles de fuerza; mejora la composición corporal; regula la respuesta inflamatoria y el sistema inmune; aumenta la biogénesis mitocondrial; limita la toxicidad a la quimioterapia; regula la glucosa y la resistencia a la insulina; preserva y mejora la densidad mineral ósea; mejora los dolores articulares y mejora la calidad de vida.
Además de reducir los efectos secundarios de la enfermedad, “mejora la eficacia y tolerancia de los tratamientos de quimioterapia, radioterapia, cirugía, deprivacion hormonal, terapias dirigidas e inmunoterapia”, agrega Elena García, y subraya “evidentemente nuestra intervención con el ejercicio físico ha de tener en cuenta las variables de la enfermedad oncológica (subtipo de cáncer, estadio, grado del tumor, tiempo desde diagnóstico, biomarcadores tumorales , respuesta al tratamiento), variables del tratamiento (cirugía, quimioterapia, radioterapia, terapia hormonal, terapias dirigidas, inmunoterapia...), variables del ejercicio físico (frecuencia, intensidad, volumen y tipo de ejercicio) y los principios del entrenamiento adaptados a la fisiopatología (afectación funcional, cambios en la composición corporal y cardiotoxidad).