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MEMORIAS DE ANTICUARIO 

El segundo Siglo de Oro valenciano: cuando los suplentes eran (casi) tan buenos como los titulares

28/02/2021 - 

VALÈNCIA. La inacabable historia del arte occidental, como todo buen relato, tiene sus héroes que brillan: Rubens, Bernini, Velázquez, Sorolla, Picasso… y los correspondientes antihéroes como Borromini, Goya, Juan Gris o Pinazo; y he de reconocer que siempre he mostrado cierta querencia por estos últimos sin dejar de reclinarme ante los primeros. En el ámbito artístico valenciano, y concretamente en ese período que va desde mitad del siglo XIX y durante las primeras décadas del XX, el astro es sin duda Joaquín Sorolla, cuyo brillo nos ciega en ocasiones, como decía en el artículo anterior, y nos impide ver tanto y tan bueno lo que hay a su alrededor. Coexisten con el gran maestro, en este tiempo, grandes artistas cuya relevancia, afortunadamente, persiste y cuyos nombres solemos citar de carrerilla, luciendo con merecimiento los dorsales del equipo titular: Ignacio Pinazo, José Benlliure, Cecilio Pla, Joaquín Agrasot, José Navarro, José Segrelles, Francisco Domingo, Muñoz Degrain y añadiremos por méritos propios a Antonio Fillol, aunque en este caso la batalla por su reconocimiento se esté librando en los últimos tiempos. Hoy, sin embargo, vamos a hablar de aquellos otros que no están en esa nómina por unas razones u otras pero que merecen sin duda un reconocimiento cuya llama no podemos permitir que se apague. Artistas, coetáneos de los citados, cuyo reconocimiento público ha tenido mejores épocas, pero que son la prueba de que este segundo Siglo de Oro valenciano es mucho más que la coincidencia de un puñado de grandes pintores: es toda una escuela con grandes y no tan grandes artistas.

Marina de Rafael Monleón

No quería hablar en esta ocasión de los más relevantes y sí reivindicar a aquellos que siendo buenos y en ocasiones excelentes, corremos el riesgo de olvidar entre la hojarasca del tiempo y el resplandor involuntario que emanan los más importantes. Artistas que en muchos de los casos su obra puede encontrarse en el mercado a precios muy asequibles y que por ello son interesantes para iniciar una colección. Antes de nada me he puesto a hacer una relación en una cuartilla y al poco me he dado cuenta que estaba en medio de un gran lío, una vez más, porque la nómina rebosa por los cuatro costados y en este espacio es imposible poco más que citarlos y resumir algún hecho relevante de su arte en un par de líneas. La práctica totalidad de los citados arriba y los que siguen se forma en la Academia de Bellas Artes de San Carlos, muchos de origen humilde y ajenos a cualquier posibilidad de formación si no llega a existir esta entidad a la que esta ciudad le debe mucho. Sirva este articulo para reivindicar una institución central en la cultura valenciana de los últimos doscientos cincuenta años.

Hay varios artistas que podríamos citar como los más tempranos del XIX valenciano, cuyo nacimiento se produce estando todavía activos pintores que vienen del Clasicismo dieciochesco como Vicente López. A Bernardo Ferrándiz (1835) hay que significarlo por su calidad y por ser uno de los primeros costumbristas tan preocupados por las complejas composiciones, el detalle y el preciosismo del ámbito valenciano. Nace en el Cabanyal y nos es baladí mencionar que lo hace poco años después de que falleciera Goya. El museo de Asturias conserva un magnífico ejemplo de su estilo con El mercado de la Seda en la Lonja. Otros pintores costumbristas destacados son José Bru Albiñana (1855) y sobre todo Vicente March Marco (1855), el primero pensionado en Roma, mientras que el segundo acude por sus propios medios. Dos artistas especialmente dotados para las escenas minuciosas, de gran detalle con numerosos personajes, objetos y texturas, al modo de la técnica y los temas que Agrasot y Benlliure emplearán en su etapa equivalente. Hay que mencionar que los descendientes de Vicente March han llevado a cabo, recientemente, una labor de investigación encomiable publicando un interesante volumen sobre su obra, poco estudiada a nivel académico, y con profusión de fotografías.

Jardín de Monforte de Genaro Palau

Otro artista de gran importancia, pero hoy en día un tanto olvidado, es Antonio Cortina Farinós (1841) al que el Museo de Bellas Artes le dedicó una exposición “reivindicativa” tal como se titulaba. De los más dotados de su generación de origen muy humilde, como muchos de estos pintores, se dedicaba a la recogida de basura hasta que ingresó en la Academia de San Carlos. Cortina, a pesar de sus orígenes, se entrega sin embargo compulsivamente al estudio y la lectura. Sorolla le apodó con cariño “tragallibres”. A partir de ahí, dada su portentosa técnica y facilidad para el dibujo, colaboró en numerosos trabajos de toda índole: retrato, decoraciones e incluso como artista fallero. Falleció en Madrid a los 49 años, demasiado pronto, en unas circunstancias que quedarán en el misterio, en la buhardilla de una “señorita” y, según la prensa, despojado del reloj y el dinero.

Dentro de los paisajistas el primero, cronológicamente hablando, es José Vilar que nace nada menos que en 1828, aunque compartirá estudio con artistas mucho más jóvenes que él: un tal Sorolla, Pinazo y Benlliure en la calle de las Avellanas número 12; Gonzalo Salvá, maestro de Sorolla, fue uno de los grandes del siglo XIX al estilo de los grandes cultivadores de este género como Carlos de Haes. El museo de Bellas Artes conserva y expone dos espectaculares paisajes de interior que merecen ser degustados con sosiego. Sin irnos del paisaje debemos citar a dos “marinistas” de gran importancia cuyas obras en ocasiones pueden llegar a confundirse. El mayor de los dos es Rafael Monleón (1843), hijo del arquitecto autor de la plaza de toros de València Sebastián Monleón; y el segundo de los grandes marinistas será Salvador Abril (1862). Son autores de algunos de las más espectaculares marinas, con barcos o sin estos, en las que el líquido elemento se muestra en todo su esplendor oceánico y salvaje. Sin salir del paisajismo, hay que nombrar al torrentí Genaro Palau que nace en 1868. Un artista un tanto irregular aunque amplísima y variada es la producción a la que se le dedicó una excelente y extensa muestra hace dos años en su ciudad natal y en la que pudimos comprobar que cuando se aplicaba era capaz de lo mejor.

Retrato de Manuel Benedito

Leopoldo García Ramón, apodado "El Franceset" por su temprana estancia en París, se vio influenciado por el impresionismo francés que podemos ver en una obra de especial iluminismo de pastosa y suelta pincelada. Pintó la costa de Jávea donde pasaba temporadas, siendo estos sus cuadros más buscados. De Agustin Almar recuerdo un par de magníficos paisajes mediterráneos de interior que tuve y que afortunadamente fueron a parar a casa de un buen amigo. Un artista muy poco conocido y escasamente estudiado, pero cuyas esporádicas apariciones de obra suya me sorprenden por la gran calidad que atesoran. Javier Juste (1856) es otro de nuestros paisajistas de costa y mar especialmente dotados, desgraciadamente también fallecido en la cuarentena, tras ser internado en un manicomio con graves problemas de salud. Tomás Murillo Rams (1890) es también de esos pintores que su temprano fallecimiento, a los 43 años, nos priva de una obra que se encaminaba a la modernidad. Si bien no puede evitar referir su pintura a su adorado Sorolla, en el uso valiente y moderno del color lo avalan como el buen artista que es. Dos ilustres hijos de figuras consagradas fueron José Benlliure Ortiz (1884), conocido como Peppino -puesto que nace en Roma- y José Pinazo Martínez (1879). Ambos fallecen a temprana edad y ambos llevan hacia nuevos territorios la obra de sus padres, más en el caso de Pinazo. De la obra de Peppino se puede ver una amplia muestra en el precioso Museo Benlliure. José Pinazo es un pintor de su tiempo que mira hacia adelante sin miedo y sin dejarse llevar por el genio paterno que habría sido el camino fácil. Con un pie también en las nuevas corrientes, aunque nacido en 1883 y alumno de Sorolla, Salvador Tuset, sin renunciar al paisaje o al retrato -es ante todo el pintor voyeur y del silencio- de los interiores: músicos, lectoras, trabajadoras… Un Edward Hopper antes de Edward Hopper.

Obra de Ricardo Verde

A la altura de los grandes maestros del retrato se encuentra encuentra el discípulo de Sorolla Manuel Benedito Vives, un artista de larga carrera pues, nacido en 1875, esta se prolonga durante toda la primera mitad del siglo XX, perteneciendo a la última generación de artistas becados en Roma. A su maestría técnica hay que añadir una moderna sofisticación, principalmente en el retrato femenino que, en este sentido, no se ve en otros pintores valencianos. Otro excelente retratista, aunque cultivó otros género, es Ricardo Verde Rubio (1854). Pintor ensimismado, poco sociable y de una especial sensibilidad que se trasluce en esa melancolía que recorre su pintura.

Me dejo muchos en el tintero y ahí están ustedes para completar la nómina o para reñirme por haberme dejado a quien consideran esencial. No obstante aquí van otros: Julio Peris Brell (1866), José Brel (José Brel) Ricardo Manzanet (1853), Francisco Pons Arnau (1886), Bartolomé Mongrell (1882), Constantino Gómez (1865), Ramón Stolz Seguí (1872) o Vicente Gómez Novella (1871) y un largo etcétera.

Obra de Salvador Tuset Tuset

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