Milton Glaser: “Cualquier acción dotada de propósito es un acto de diseño”
VALÈNCIA. Empecemos por la paradoja de que ese diseño que no vemos es posiblemente el que más valor aporta a nuestro día a día, porque con eso de hacernos la vida más fácil (no perdamos de vista que el bienestar de las personas es objetivo primordial de un buen diseño) es precisamente lo menos recordable a cambio de mayor funcionalidad lo que mejor diseñado está. Es la sutileza de las cosas bien hechas, de una interfaz gráfica que al sacar dinero de un cajero te ayuda a no perder tiempo, es la señalización que te guía hacia tu destino sin divagar, es la silla en la que no te retuerces treinta y siete veces por minuto o ese producto que simplemente funciona y cumple su cometido. Parece simple, por eso el buen diseño es tan complicado. La frase no es mía, es de Paul Rand.
Pero vamos más allá. Y es que hay otro diseño, nuevas especializaciones como el diseño de servicios o el campo del diseño estratégico en empresas e instituciones que marcan el ritmo de una compañía y sin embargo no se materializa en objeto o gráfica, porque tiene que ver con la toma de decisiones y con aplicar metodologías de diseño basadas en la observación o el análisis, y es todo este diseño, llamémoslo, intangible, al que escuchaba a finales de la semana pasada a Nacho Lavernia hacer alusión en su conferencia impartida en el acto de apoyo del Ministerio de Ciencia e Innovación a València Capital Mundial del Diseño 2022 que tuvo lugar el jueves en La Marina de València. Nacho Lavernia explica esto refiriéndose al “cómo” y no al “qué”, dándole especial importancia a cómo diseñamos frente al objeto del diseño.
Sigamos citando maestros del buen diseño. De hecho, Milton Glaser definía el diseño como la introducción de la intención en los asuntos humanos. La intención. Y esto viene al hilo del foco que pone Lavernia en el proceso, en el pensamiento creativo. Por eso el diseño no es superficial ni sólo estética, ni siquiera tiene siempre un componente visual, y parafraseando de nuevo a Glaser, podríamos decir que cualquier acción dotada de propósito es un acto de diseño.
Milton Glaser, por contextualizar, fue diseñador y mito, cofundador de la revista New York Magazine y director artístico, autor del logo de I love NY y también de algún diseño presentado para ser el cartel oficial de la Expo 92. Falleció la semana pasada con los 90 años cumplidos, y siempre manifestó que no le preocupaban las herramientas físicas, los ordenadores o mucho menos el software, algo que sentenció con su frase “los ordenadores son al diseño lo que el microondas a la cocina”. Tal vez por eso su definición de diseño se centra en el proceso de diseñar y en poner intención en cada decisión que es al fin y al cabo lo que es diseñar, tomar decisiones y escoger.
El buen diseño, decíamos, puede pasar inadvertido sencillamente porque nos hace la vida más fácil. Y es que todo está diseñado, y vivimos en un mundo industrializado obra de gente que innovó y sigue aplicando su creatividad a diario para mejorarnos el día a día, el bienestar, algo impagable para las personas pero cuantificable en riqueza y competividad para las empresas y la administración. Para las empresas, el diseño y la innovación deben ser piezas estratégicas fundamentales en el desarrollo de sus negocios. Y en cuanto a la administración, el diseño debe ser la herramienta de modernización de las administraciones públicas y su palanca de innovación.
Ahora más que nunca, en duros momentos de reconstrucción y regeneración económica el diseño debe ser el gran aliado para aportar soluciones innovadoras. En 1944 Winston Churchill crea el Design Council en Reino Unido junto a la Cámara de Comercio para impulsar la recuperación económica del país sumido en una profunda crisis y terminando la Segunda Guerra Mundial. Más de 75 años después ahí sigue ese Design Council, actualizado a las nuevas realidades económicas y sociales e impulsando el buen diseño.
Diseñando con intención se tendrán claros los objetivos para resolver un determinado problema.