VALÈNCIA. La Conselleria de Sanidad tiene un problema más -la lista es amplia- del que ocuparse. El domingo pasado, desde el departamento que dirige la socialista Ana Barceló se ordenó el traslado de los 20 pacientes que habían ingresado esa misma semana en el hospital de campaña de La Fe de València debido a las fuertes rachas de viento.
La alerta amarilla por este fenómeno había hecho saltar las alarmas de la conselleria y, tras constatarse durante la noche del sábado -con algún vídeo en redes sociales grabado por pacientes- de las molestias causadas por el viento, Sanidad dio la orden de llevar a estos ingresados -todos covid leves- a las instalaciones habilitadas en la Escuela de Enfermería de la antigua Fe, donde permanecerán unos días.
Desde la conselleria insisten en que no existía -ni existe- "ningún peligro" y el traslado, según recalcó Barceló, se realizó para mejorar el "confort" de los pacientes dado el "ruido" que producía el viento en las instalaciones. Sobre este particular, el CEO de la empresa adjudicataria señaló a este diario que la estructura está preparada para soportar ráfagas de 170 km/hora, si bien el ruido, puntualizaron, resulta "inevitable" en una instalación de esas características.
Los ataques sobre la problemática de estos recintos que viene liderando el PP, unidos a los problemas de acuerdo económico -todavía sin revolver- con la empresa adjudicataria, han puesto el foco sobre la efectividad de estas instalaciones, lo que ha sido contrarrestado durante meses desde la Generalitat que lidera Ximo Puig con una posición de defensa dirigida a ensalzar las virtudes y ventajas de las mencionadas instalaciones.
Posiblemente aquí se presenta uno de los errores donde se quiebra el relato de la Generalitat que preside Puig respecto a estas edificaciones. Los hospitales de campaña son un recurso para situaciones de emergencia, ni más ni menos, y sus prestaciones, sobre todo de confort, son mucho menores que las de un hospital convencional y también de un centro provisional como el que la Comunidad de Madrid montó en Ifema en la primera ola de la pandemia. Frente a eso, el relato oficial solo destacaba las bondades de los hospitales de campaña, sin advertir a sus futuros usuarios, incluido el personal sanitario, de que tendría ciertas incomodidades. El viento, en menos de una semana de uso, se encargó de revelar la realidad.
Esta presión política -además de la hospitalaria- es la que convirtió la inmediata apertura en una necesidad perentoria desde hace algunas semanas tanto para Presidencia de la Generalitat como para la Conselleria de Sanidad. Más aún ante la escalada exponencial de los contagios y de los ingresos. De hecho, el plan inicial iba dirigido a ocupar todas las camas de distintos espacios habilitados antes de empezar a enviar pacientes a los hospitales de campaña. No obstante, ya desde principios de enero se dio la orden desde el Palau de comenzar los ingresos de pacientes leves de covid -en fase de recuperación- en las citadas instalaciones que, finalmente y no sin incidentes, se empezaron a producir a principios de la pasada semana.
El hecho de que este domingo pudiera acometerse el traslado de las 20 personas ingresadas en citado recinto al edificio de la antigua Fe indica que existía espacio disponible, pero se optó por comenzar a utilizar estas carpas. Una medida que puede defenderse por la importancia de que estos pacientes estuvieran cercanos al hospital nodriza -con lo que se comparte el personal sanitario- pero que, desde el punto de vista político, también servía para "callar bocas". Es decir, los hospitales de campaña, tan criticados, comenzaban a ofrecer un rendimiento visible.
Sin embargo, la coyuntura meteorológica ha propiciado que surjan nuevas dudas respecto a las capacidades de las instalaciones en caso de darse un escenario sanitario en el que se necesitara una ocupación máxima. Bien es cierto que, sin contratiempos de este tipo, estos hospitales deberían cumplir a priori la función para la que están proyectados: mantener pacientes en fase de recuperación para darles el alta a los pocos días en un escenario de emergencia. Y esto último es lo relevante: el uso de estas instalaciones se debe a que la situación es límite, sin vuelta de hoja, que es exactamente donde ya ha empezado empezar a transitar la Comunitat Valenciana.
No obstante, lo acaecido este fin de semana abre otro problema para Sanidad: la medida del rápido traslado puede ser comprensible en un escenario de alerta amarilla y ante la posibilidad de cobijar a una veintena de pacientes en un edificio de hormigón. No obstante, ¿cuál sería el plan si el hospital de campaña tuviera ocupadas las 356 camas para las que está preparado y viniera otro fenómeno de estas características?
"Eso es un caso hipotético, aunque no habría problema. Tenemos capacidad y, por lo tanto, hay que transmitir tranquilidad", respondió la consellera a preguntas de Valencia Plaza sobre esta cuestión. Una respuesta que, no obstante, genera dudas tanto por la altísima ocupación de la sanidad valenciana como por las posibilidades reales de manejar las circunstancias que puedan acarrearse a consecuencia de un fenómeno meteorológico. La alternativa a un plan B, que Barceló no reveló, es la improvisación.
En este sentido, si el hospital de campaña estuviera funcionando a su más alta capacidad -a priori con 356 camas ocupadas- la Conselleria de Sanidad tendría un grave problema si se viera obligada a realizar un traslado exprés de esas características a otras instalaciones, especialmente cuando, según dijo la propia consellera la semana pasada, la ocupación total del parque de camas sanitarias de la Comunitat Valenciana se encontraba al 80%, un dato que se ha incrementado con las cifras de las últimas horas. O lo que es lo mismo, no sería posible que ningún centro -posiblemente ni varios de ellos cercanos en su conjunto- pudieran absorber todos esos pacientes de forma inmediata. Más aún cuando este tipo de fenómenos climáticos son previsibles sólo hasta cierto punto.
Así pues, y dado que parece obvio por las últimas experiencias no puede dejarse nada a la suerte, no extraña que, tal y como adelantó Valencia Plaza días atrás, la conselleria haya comenzado a contactar hoteles para sondear su posible disponibilidad para albergar pacientes como ya se hiciera en la primera ola. Quizás ese es el plan B.