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TIEMPOS POSTMODERNOS / OPINIÓN

Europa y la batalla por la tecnología de la información y las telecomunicaciones

Necesitamos dedicar nuestros recursos y nuestras fuerzas a no perder el tren tecnológico

2/06/2019 - 

Todavía con la resaca del final de Juego de Tronos, a pocos les habrá pasado desapercibido el vídeo que muestra un ejemplo del uso de la tecnología 5G: el dragón (en forma de holografía) que asistió al comienzo de temporada de béisbol en Corea por gentileza de SK Telecom. Más allá de lo espectacular y futurista de dicha demostración, esto es sólo una de las múltiples posibilidades que se van a abrir con la implantación de la tecnología 5G. Muchas de las innovaciones que estamos presenciando, como el coche sin conductor, el “internet de las cosas” o la transmisión en 8K no han podido explotarse hasta la fecha por las restricciones de la tecnología 4G. Con las nuevas redes, que multiplican por 10 (e incluso por 100) la rapidez de las conexiones, no sólo disfrutaremos de la velocidad, sino de algo muchísimo más importante: reduce la latencia (el tiempo de respuesta del dispositivo) a una milésima de segundo.

¿Dónde está el cambio cualitativo y cómo afecta a la robótica? Un ejemplo conocido por casi todos es el robot Da Vinci, del que ya existen unos 50 en España. Se trata de un robot que permite realizar procedimientos no invasivos en operaciones que antes obligaban a cirugía abierta y del que también existe un vídeo donde puede verse cómo pela y cose un grano de uva… dentro de una botella. Se utiliza principalmente en urología, para operar cáncer de vejiga y de próstata, pero tiene muchas más aplicaciones. El médico lo maneja desde un puesto con un visor en 3D, separado unos metros del paciente. Pues bien, en el futuro, gracias al 5G, con robots semejantes al Da Vinci, podremos ser operados por cirujanos que se encuentren no a metros sino a miles de kilómetros de su paciente, con seguridad (gracias a la menor latencia), y con el consiguiente ahorro de tiempo y dinero al no ser necesario desplazarse.

Sin embargo, en la Unión Europea están francamente preocupados por la posición de nuestro continente en los avances tecnológicos más recientes y con más futuro, como la Inteligencia Artificial, la robótica y el 5G. En un reciente informe publicado por la Comisión Europea, en el que se habla sobre la inteligencia artificial y el futuro de trabajo en la UE, se dan algunas cifras que son poco alentadoras para la vieja Europa. Por ejemplo, que en la actualidad aproximadamente el 90% de los trabajos requieren conocimientos de tecnologías de la información y que unos 61 millones de trabajadores no tienen dichos conocimientos. Además, sólo el 20% de las empresas europeas están altamente digitalizadas, muy lejos de lo que está ocurriendo en otras zonas del mundo. Y lo peor de todo ello es que, en Europa, pronto será complicado contar con los investigadores que desarrollen esta tecnología, pues tampoco se dedican todos los recursos necesarios ni existen los incentivos para que se queden y trabajen para empresas europeas. Todo ello no significa necesariamente que vayan a perderse un buen número de puestos de trabajo. Lo que hay que hacer no es sentarse a esperar a lo que tanto tememos ocurra, sino tomar medidas para estar en mejor situación ante los desafíos tecnológicos a los que ya nos estamos enfrentando.

En la actualidad, la Unión Europea no está a la vanguardia de la inteligencia artificial, la robótica o el 5G. Por poner otro ejemplo, hay que llegar al puesto 8 para encontrar un super-computador situado en la Unión Europea: está en el Centro de Investigación Leibniz, en Múnich. El de Lugano (Suiza) es el quinto, pero los dos primeros son de Estados Unidos, los dos siguientes son chinos, el sexto también norteamericano y el séptimo está en Japón. En España, el primero de la lista es el Mare Nostrum, situado en la Universidad Autónoma de Barcelona. Ocupa el puesto 25. En la tecnología 5G, los europeos estamos sustancialmente peor: llevamos bastante retraso en el despliegue de la red y, además, nuestras empresas tecnológicas no están en cabeza, ni tampoco las americanas. En este caso, el país que ha invertido más en este campo es China.

El informe de la Comisión Europea propone una serie de medidas que se deben implementar lo antes posible pero que están diseñadas a largo plazo. La primera de ellas, se refiere a la educación, con el incremento de contenidos de estas materias durante la educación secundaria, así como mejorando la presencia de las materias técnicas en cualquier currículo que sigan los alumnos. Junto con los jóvenes, es clave la educación de adultos, donde la universidad debería jugar un papel fundamental, reciclando a sus titulados de manera continua, como un servicio post-venta. Al mismo tiempo, tanto la Administración como consorcios de empresas deberían dar acreditaciones de formación en tecnologías de la información, que hagan más fácil la reinserción o el llamado tránsito laboral, cuando sea necesario adaptarse a las nuevas necesidades. Por lo que se refiere a la I+D, crear verdaderos centros de investigación de dimensión europea que atraigan no sólo a investigadores y estudiantes, sino también a inversores, un aspecto clave. Hacer fácil la movilidad dentro de Europa y potenciar los grandes laboratorios. Por supuesto, lo que potencialmente puede ser más difícil es el tránsito, pues existe riesgo de aumentar la desigualdad entre los cualificados y los no cualificados. Para ello se proponen sistemas que protejan a aquellos trabajadores afectados por los cambios y que les ayuden a realizar el mencionado tránsito tecnológico.

Mientras en Europa estamos entretenidos en problemas de nacionalismos identitarios, más propios de sociedades inmaduras, asistimos a la decadencia de un continente envejecido y que está viendo pasar el cambio tecnológico como quien observa un AVE desde el andén. Necesitamos dedicar nuestros recursos y nuestras fuerzas a no perder el tren tecnológico, si no por nosotros, por los que vienen detrás.

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