Tan polémico como poco comprendido, el uso de animales para la experimentación es necesario para salvar vidas. Los controles son mucho más estrictos de lo que dicen los detractores e incluso los investigadores dicen que preferirían no hacerlo, pero no hay alternativa
VALÈNCIA.- El político canadiense William Maxwell dijo que la noticia no es que un perro muerda a un hombre, sino que un hombre muerda a un perro. Pero, en el caso de Joseph Meister, se equivocó. El 6 de julio de 1885, y cuando solo tenía nueve años, al chaval le mordió un perro. Y eso cambió el curso de la historia. Entonces, ser atacado por un animal rabioso era sinónimo de una muerte lenta y dolorosa, y para desgracia de Joseph Meister, el perro estaba contagiado. Pero en ese momento apareció un científico llamado Louis Pasteur y, con unas inyecciones, salvó al niño. La curación de Joseph fue noticia en todo el mundo y al poco tiempo se inició la era de la vacunación. Enfermedades como la rabia, la polio, la viruela, y así un largo etcétera, dejaron de matar a millones de personas al año. Ahora bien, poca gente sabe que, para conseguirlo, los científicos tuvieron que experimentar con animales durante décadas. Pero ¿qué entendemos por experimentación animal?
La experimentación animal es el uso de animales en ambientes controlados para realizar estudios científicos, y lleva usándose desde hace siglos para permitir el avance de la medicina. Actualmente, la comunidad científica utiliza grandes cantidades de animales para investigación. De hecho, se estima que en 2012 se utilizaron en todo el mundo unos 118 millones de vertebrados. Y ante esa situación, muchos se preguntan por qué se utilizan animales en el laboratorio y si es necesario.
Una de las primeras dudas al hablar de experimentación animal es para qué se utiliza. Sobre su trabajo Carmen Muñoz Ballester, doctora en biotecnología por la Universitat de València e investigadora de la Virginia Polytechnic Institute and State University (EEUU), explica: «En estos momentos estoy en un proyecto que se centra en entender cómo los astrocitos, las células mayoritarias del cerebro, están implicados en la aparición de epilepsia tras un traumatismo craneoencefálico».
La investigación que lleva a cabo Muñoz Ballester podría ser útil para salvar vidas, ya que ese tipo de epilepsia es muy difícil de tratar y hace que muchos pacientes no puedan llevar una vida normal, muriendo en algunos casos. En cuanto al uso de animales, añade: «En mi laboratorio se ha desarrollado un modelo animal que reproduce lo que ocurre en el cerebro tras un accidente de tráfico, por ejemplo. Con este nuevo modelo los ratones desarrollan epilepsia de un modo similar al que ocurre en los pacientes. Podríamos cambiar la vida de muchas personas», concluye la investigadora.
El caso de Carmen no es una excepción. Algunos campos como la neurobiología, la genética, la oncología o el estudio de las enfermedades raras dependen para su avance del uso de animales. Sobre esta cuestión se pronuncian desde el animalario de la Facultad de Medicina de la Universitat de València y del Hospital Clínico: «Si nuestro animalario desapareciera, sería un retroceso. A día de hoy, sin experimentación animal, las investigaciones sobre cáncer, párkinson, alzhéimer o enfermedades tan duras como la ELA se quedarían estancadas».
José Blanca: «No existe ningún ser, ni siquiera una bacteria, que conozcamos lo suficiente para hacer un modelo y sustituir un experimento»
Los opositores a la experimentación animal dicen que sí existen alternativas a su uso, como los cultivos celulares, pero que no se usan porque son más caras. Desde el animalario responden que «un cultivo celular nunca será como un organismo vivo. Por ejemplo, podrías estar probando un nuevo fármaco para evitar la metástasis de un tumor, y puede que veas en tu cultivo que es muy bueno controlando la metástasis, pero que al probarlo en un paciente le destroces el riñón. Si solo utilizas un cultivo podrías concluir que el fármaco es buenísimo, cuando en realidad estarías matando a una persona». Respecto al tema económico, añaden que usar animales es más caro que cualquier otra opción. «Por ejemplo, nosotros tenemos animales inmunodeprimidos que tienen que estar en unas condiciones muy caras: hay que esterilizar las jaulas, la comida, la bebida y todo lo que está en contacto con los animales, mantener unas condiciones de esterilidad permanentes y hacer muchas revisiones. Además, son ratones transgénicos y producirlos es muy caro. Si pudiéramos evitarlo y ahorrarnos todo eso, lo haríamos», apuntan desde la UV.
Otra de las alternativas más citadas por los detractores son los modelos creados a partir de la información genética. José Blanca es doctor en biología e investigador del Centro de Conservación y Mejora de la Agrodiversidad Valenciana, donde se ha especializado en el análisis bioinformático de genomas, y explica que «secuenciar el genoma no implica entender su función, solo que has determinado la estructura del mapa. El genoma es un mapa genético fino. Una herramienta muy útil, pero no tiene una gran información funcional». Sobre la opción de utilizar la información genética para sustituir la experimentación con organismos vivos, añade: «No existe ningún animal, ni siquiera una bacteria que conozcamos lo suficiente, para el que podamos hacer un modelo que sustituya a un experimento real».
Mucha gente desconoce que la experimentación animal es un campo muy controlado. En concreto, en España está regulada mediante la normativa 53/2013 del 1 de febrero, que establece las pautas básicas para la protección de los animales utilizados en experimentación. De hecho, esta ley solo permite utilizar animales si su uso está justificado por una buena finalidad y siempre que no existan alternativas. Además, la ley contempla el ‘principio de las tres erres’; es decir, el reemplazo, la reducción y el refinamiento de los procedimientos. Esto deja fuera a la experimentación cosmética, que está prohibida en Europa.
La ley también establece qué requisitos de control hay que aplicar a los proyectos. Por ejemplo, todo experimento que necesite animales tiene que ser aprobado por un comité ético, demostrar que es necesario y que cumple con el citado principio. Además, los experimentos se evalúan de forma continua para ver si están obteniendo resultados y cumplen la normativa.
Muñoz Ballester añade que todos estos pasos se cumplen «sin ninguna duda. Los comités éticos son muy estrictos, cosa que se agradece. En ocasiones los científicos nos quejamos por lo abrumadora que puede resultar toda la burocracia asociada a la experimentación con animales y todos los requisitos existentes, pero sabemos que todo ese trabajo está justificado. No he conocido ni un solo caso en todos estos años en el que la legislación no se haya cumplido».
Imaginar un mundo sin experimentación animal permite entender qué significaría dejar de utilizarla. Por ejemplo, la mortalidad infantil podría ser unas veinte veces superior, y la esperanza de vida media rondaría los 55 años. La causa es que algunos avances importantes para la medicina no podrían haberse realizado, como la comprensión del sistema inmunológico, el papel de las proteínas, el uso de la insulina para tratar la diabetes, el descubrimiento de las vitaminas y su papel en el organismo, la quimioterapia para tratar el cáncer, la vacuna contra numerosas enfermedades (fiebre amarilla, la poliomielitis, la meningitis o el virus del papiloma humano), los trasplantes de órganos y así un largo etcétera.
Por otro lado, los detractores argumentan que no es ético utilizarlos, aunque pueda ser útil. Pero ante este dilema cabe recordar un dato: si se tiene en cuenta que cada año se sacrifican de forma directa 200.000 millones de animales para consumir su carne —según estimaciones bastante conservadoras—, se aprecia que los vertebrados utilizados en el mundo para experimentación científica supondrían el 0,06% de esa cantidad. Esto no significa que usar animales en el laboratorio sea correcto, pero nos hace entender la magnitud del coste que supone, en vidas animales, el avance científico frente a otras cuestiones menos útiles. Más, si tenemos en cuenta que uno de los mayores problemas de salud de nuestra sociedad es la sobrealimentación y el consumo excesivo de carne.
Mucha gente admite el avance que ha supuesto experimentar con animales, pero argumenta que ya estamos suficientemente avanzados y que habría que dejar de usarlos. No obstante, cabe recordar que, en España, el cáncer aún mata al año a más de 100.000 personas —el 27% de todas las muertes—. Además, otras como el sida, la esclerosis múltiple, el ébola o el alzhéimer —y así un largo etcétera— aún no cuentan con una solución. Los científicos, desde sus pequeños laboratorios y sus presupuestos cada vez más escasos, luchan contra la enfermedad y por el avance del conocimiento. Y a veces utilizan animales.
Carmen Muñoz concluye con su opinión al respecto: «Quizá los científicos somos optimistas, pero yo quiero creer que mientras haya personas que estén sufriendo y muriendo por enfermedades que pueden ser curadas gracias a nuestro avance científico, siempre tendremos la obligación ética de seguir buscando estas soluciones. Y, desgraciadamente, ese camino hacia las soluciones pasa por la experimentación animal».
VALENCIA.- Una pregunta habitual es qué tipo de animales se utilizan en los laboratorios. Los responsables del animalario de la Facultad de Medicina de la Universitat de València y del Hospital Clínico explican que en ese animalario tienen «aproximadamente un 90% de roedores, un 8% de conejos y un 2% de cerdos. Los cerdos, por ejemplo, son necesarios para que los médicos aprendan técnicas antes de aplicarlas en humanos». Otra pregunta es, además, cuántos animalarios como este son necesarios para mantener la investigación científica en la Universitat de València. «Estaríamos hablando de tres animalarios y una planta de acuarios. Los otros dos animalarios están en la Facultad de Psicología y en el Campus de Burjassot. Y con eso damos servicio a la Universitat de València, el Hospital General, la Universitat Politècnica, y algunos centros de investigación más», responden.
Para saber cuántos animales se utilizan habitualmente en toda España, se puede acudir a los datos publicados por el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. Por ejemplo, en 2016 se utilizaron 917.986 vertebrados. Pero ¿de qué tipo de animales estamos hablando? Sobre todo se trata de roedores, peces y aves de corral. Aunque también hay una pequeña cantidad de otros animales cuyo uso es más polémico, como los macacos —en 2016 se utilizaron 228—. No obstante, no hay que olvidar que estas investigaciones son imprescindibles, por ejemplo, para el estudio del cerebro humano y estar más cerca de curar algunas enfermedades como el alzhéimer o el párkinson. En palabras de la investigadora afincada en EEUU Carmen Muñoz: «Siempre he usado, cuando era posible, cultivos celulares. Sin embargo, el cerebro es un órgano muy complejo con muchos tipos celulares diferentes que interactúan entre sí. Es imposible entender cómo funciona sin trabajar con animales».
* Este artículo se publicó originalmente en el número 44 de la revista Plaza