VALÈNCIA. Gloria March acaba de interpretar a Carmen Salvador, madre de Guillem Agulló en la película La mort de Guillem, uno de los estrenos más destacados de los últimos meses. La película muestra qué sucedió en uno de los pasajes más olvidados de la historia reciente de Valencia: el asesinato de Guillen Agulló, un joven que militaba en movimientos independentistas de izquierdas que fue asesinado en la madrugada del 11 de abril de 1993 en Montanejos a manos de un grupo de jóvenes de extrema derecha. La película dirigida por Carlos Marqués-Marcet ha supuesto el primer papel protagonista para Gloria March, actriz de sólida y enorme trayectoria en el teatro que ahora da el salto a la gran pantalla con este personaje que le ha traído estupendas críticas entre el público y los medios.
-¿Cómo te llegó el proyecto de La mort de Guillem?
-Me llamó directamente el director, Carlos Marqués-Marcet, proponiéndome hacer una prueba. Tenemos amigos en común en Barcelona, Carlos buscaba actrices valencianas y le pasaron mi número. Hice muchísimas pruebas, tardé más de un mes en saber si haría la película o no.
-El personaje de la madre de Guillem es uno de los más dramáticos de la película. ¿Cómo lo construiste? ¿Hablaste con ella?
-Sí, conocimos a la familia y eso me ayudó mucho. Me estudié bien todo el material audiovisual que hay de Carmen, la rueda de prensa que dio al morir Guillem (y que sale en la película), entrevistas de hace años, discursos que ha hecho…, cómo hablaba entonces y cómo habla ahora, sus gestos, sus posturas…, pero, sobre todo, he intentado acercarme a su energía. Para mí, Carmen es alguien muy especial, no sólo porque la he interpretado, sino porque cualquiera que la vea hablando sobre todo lo que pasó se da cuenta del nivel tan alto de amor y dignidad que tiene. Y, por supuesto, trabajé con mucha imaginación. Yo no soy madre y, de repente, tengo tres hijos: a uno me lo asesinan, y las otras dos casi adolescentes. ¿Cómo se gestiona eso? ¿Cómo gestionas tu dolor y el de tus hijas que te necesitan? Ahí tienes que ponerle mucha imaginación. Además, por una parte está el documentarnos, pero a la vez, lo que hacemos en la película es crear la intimidad de una familia destrozada, nos la inventamos para acercarnos a esos silencios que han vivido, a las noches sin dormir, a ese dolor que no tiene consuelo. Y en esa imaginación, una tira de lo que conoce para apoyarse, claro. Hay una pequeña mezcla de mujeres valencianas que he tenido en mi vida, como por ejemplo mi abuela Pureta, que me han servido también de inspiración. Hay cosas en Carmen y en el guion que me recordaban a mi abuela, esa mezcla de amor y sinceridad a veces dura, ese seguir adelante a pesar de todo.
-¿Sabes si la familia de Guillem ha visto la película?
-Sí, sí. Para nosotros era muy importante que ellos dieran el visto bueno (y nos lo dieron). La vieron antes que yo. El día del estreno en la Filmoteca de València, Carmen estaba sentada justo detrás de mí. Fue un momento de los que no creo que me olvide nunca.
-¿Qué ha pasado para que no se conozca su historia?
-¿Qué ha pasado? Pues que lo de este país es de traca, pero de las malas, de las que están mal enganchadas, crees que ha parado y te explota cuando menos te lo esperas. ¿Cómo puede ser que en pleno siglo XXI un diputado diga que en la época franquista había elecciones aunque siempre las ganaba el régimen? ¿Este es el nivel de nuestro estado democrático? La cuestión ya no es si somos de izquierdas o de derechas, va de aclarar y poner nombre a nuestra historia reciente. ¿Abrir heridas? Si todavía hay herida es que no está curada, y mira que han pasado años, si todavía pica, será necesario abrirla para que cure, cicatrice bien y entonces ya no habrá herida. Las secuelas de la mala transición que hemos tenido son muchas, para mí, una de ellas ha sido no llamar por su nombre al asesinato de Guillem Agulló, un asesinato ideológico, no una discusión de chavales. No ha interesado nada contar la historia de Guillem, ni a los medios de entonces, ni a los políticos ni a los jueces. La prueba es el propio proceso judicial del asesinato que fue una estafa, tapando unos actos fascistas y neonazis que existían y desgraciadamente siguen existiendo. Hemos querido creernos muy modernos, muy demócratas y decirnos mucho y muchas veces aquello de que “tuvimos una transición ejemplar” pero nadie sale de un cáncer de 40 años llamado Franco y se pone a correr una maratón como si fuera uno más en la carrera europea. Lo más seguro es que te falte el aire. ¿Qué ejemplaridad hay en tener un rey mafioso que vive en los Emiratos Árabes? ¿Qué democracia tenemos con gente diciendo barbaridades sobre nuestra historia en el Congreso? ¿Cómo puede ser que después del asesinato de Guillem Agulló el Yomus colgara pancartas en los partidos de futbol del Valencia C.F (retransmitidos por la televisión pública) diciendo “Guillem jódete” y que no pase nada? Traca de la mala.
-¿Crees que la película ayudará a saber quién era Guillem, qué hacía y qué pasó exactamente?
-El caso de Guillem Agulló, insisto, un asesinato por causas ideológicas, se intentó dejar como un ajuste de cuentas entre jóvenes, para hacer ver que en la España moderna de los 90 la gente no se mataba por sus ideas, que aquello era algo de otros tiempos. Y judicialmente así quedó, socialmente no. Gracias a la reivindicación durante años de la familia Agulló conocemos su historia y ha llegado esta película 27 años después de su muerte. Yo me enteré de la muerte de Guillem Agulló porque a la salida de mi colegio en Godella había una pintada que decía “Guillem no t’oblidem”. Pero no es un caso aislado. Hay una web muy interesante que me dejó de piedra, que también forma parte del proyecto “La Lluita Continua”, llamada crimenesdeodio.info. Recoge todos los asesinatos de odio llevados a cabo desde 1993 hasta ahora, sin contar los crímenes de odio por misoginia que ya se cuantifican en feminicidio.net. Es escalofriante. Una radiografía emocional del estado de un país. La película ayuda a conocer la historia de Guillem pero también una situación social y política en València y en todo el país de la que no se ha hablado mucho. ¿Saber con exactitud lo que pasó? No hemos hecho un documental, es una ficción, aunque todos los hechos que aparecen en la película ocurrieron. Y a los que dicen que si Guillem era violento, si llevaba un puño americano en el momento de su asesinato o no… yo no estuve allí pero lo que está claro es que en esta historia sólo hay un muerto.
-Este es uno de tus primeros papeles protagonistas en el cine y en valenciano, además. ¿Te apetece seguir probando en el mundo del cine?
-¡Me encantaría seguir trabajando en cine! Sí, sí, me gustaría mucho, aunque por ahora no tengo ninguna oferta de trabajo. Rodar con Carlos Marqués-Marcet ha sido una suerte, da mucho espacio al actor, tiene una sensibilidad a la hora de trabajar que te quita muchos miedos, sientes que se lanza contigo al trabajo. En parte, lo que veis de mi trabajo en esta película se lo debo a Carlos y a Pablo. Si no hubieran sido tan generosos y buenos conmigo, yo no me hubiera tirado a la piscina.
-Gran parte de tu formación ha estado siempre vinculada al teatro y has trabajado, por ejemplo, con El Conde de Torrefiel, del valenciano Pablo Gisbert y con Tanya Beyeler. Justo antes de la pandemia estuvisteis por toda Europa representando La Plaza, ¿verdad?
-Sí, fuimos sorteando la Covid-19. Entre febrero y marzo estuvimos en Ámsterdam, Amberes y Oslo. El estado de alarma nos pilló en Estrasburgo, íbamos a actuar dos días, el 12 y 13 de marzo, el 13 se canceló y el 14 volvíamos vía Ginebra con casi todos los vuelos cancelados. Te puedes imaginar el panorama de incertidumbre. Pero volvemos a actuar en noviembre en el festival de Otoño de Madrid, con muchas ganas…, si todo va bien.
-Este es un momento crucial para la cultura en nuestro país, especialmente para el teatro. ¿Cómo lo estás viviendo?
-Con mucha pena y dolor, como está siendo este momento para todos. Cuando algún conocido o amigo llega a poder hacer su actuación porque no le han cancelado el bolo porque alguien está enfermo o ha estado en contacto con algún enfermo o cierran los teatros, ya es un éxito. El mero hecho de subirse a un escenario ya es algo para celebrar, porque se ha complicado todo tanto… Pero antes de la Covid-19, la cultura en nuestro país ya estaba tiritando de frío y hambre.
No sé por qué se la menosprecia tanto. Parece un tópico que los que trabajamos en cultura nos quejemos, pero es que es así. Desde dentro incluso de nuestro sector. Por poner un ejemplo práctico, muchos gestores culturales (¡ya no hablo del ministerio!) no desarrollan bien su trabajo, se les olvida que ejercen un trabajo público y parecen celebridades a las que hay que seguir. Un director de un teatro público, por ejemplo, no debería programarse a sí mismo. ¡Como si no tuviera bastante con gestionar un espacio público! Si tienen tiempo de contestar a todos los emails que le llegan de compañías teatrales grandes y pequeñas, entonces que se programen. Y no me refiero a nadie en particular, desgraciadamente es la tónica dominante. Antes y ahora. Lo de “quedarse con su trozo del pastel” sigue muy vigente, solo que cada vez hay menos pastel y al final la que siempre sale perdiendo es la cultura, algo que es de todos.
-Ahora mismo y desde hace un par de años resides en Barcelona porque el ambiente cultural y teatral es mucho más rico, ¿verdad?
-No diría que el ambiente es mucho más rico. Hay muy buenos artistas teatrales en Valencia, en Bilbao, gente que está buscando nuevas formas de hacer en Madrid, Sevilla. Si buscas hay gente muy interesante trabajando en toda la península, solo que a veces es más difícil el acceso a ella. No quiero alimentar eso de “la escena madrileña” o la “escena catalana”, aunque es verdad que hay como un muro invisible entre ciudades, artísticamente hablando, que no entiendo. Como entre Cataluña y la Comunidad Valenciana, aunque poco a poco parece que hay más proyectos en común como por ejemplo la propia película La Mort de Guillem que está producida principalmente por catalanes y valencianos o la obra de teatro Valenciana (la realidad no es suficiente) de Jordi Casanovas que está ahora en el Rialto. No sé por qué los valencianos no giran más por Cataluña y viceversa. Lo que sí pasa, y fue uno de los motivos por los que me mudé a Barcelona, es que hay un poco más de apoyo institucional a la cultura, y digo, un poco más. Empecé a trabajar en diferentes compañías teatrales que han tenido un apoyo institucional ya sea porque hay festivales de teatro que buscan nuevos lenguajes y apoyan la creación propia, porque ceden espacios para ensayar o porque han coproducido obras. No hablo solo de subvenciones, hablo de crear una situación laboral, educativa y social que permita el desarrollo cultural. Que me den 5.000 euros para hacer una obra (pequeñísima) de teatro y la represente dos días y ya está, no sirve para nada, en cambio, que cedan espacios para trabajar, vengan estudiantes al teatro, que haya una red de teatros, festivales, seguimiento del trabajo, espacios de visualización artística y de encuentro…, eso ayuda a crear una mejor escena artística que influye directamente en la sociedad. Y repito, he encontrado esto en Barcelona un poco mejor, un poco. Tener un espacio público para ensayar en Madrid es lo más parecido a que te toque la lotería. ¡Si no hay internet para los residentes en los Teatros del Canal! Este es el nivel. Pero en todos los sitios cuecen habas. Si vas a la web del Teatre Nacional de Catalunya verás que toda la programación de esta temporada está con unos dibujos de unas personas sin rostros que son exactamente las mismas que las de la obra de teatro que estamos haciendo de El Conde de Torrefiel, La Plaza. La gente me dice “qué bien, este año estáis en el TNC”, pero no es así. El TNC conoce La Plaza, la han visto, y no se han cortado un pelo en utilizarlo como imagen de su temporada. Eso es no tener respeto a los artistas, a los que realmente llenan un teatro.
-¿Volverás a València?
-¡Yo vuelvo todo el rato a València! Si te refieres a vivir, he vivido temporadas en muchos sitios: en Gante, en Madrid, en Londres, en Bruselas. Soy de la generación que le pilló la crisis del 2008 nada más acabar la carrera, de los que salimos todos fuera a buscarnos la vida, y más si te querías dedicar a algo artístico. Muchos amigos valencianos, artistas y no artistas, se fueron a Madrid, Barcelona, Londres, Berlín, incluso a Canadá. Algunos han vuelto, otros no (la de Canadá si, menos mal, Toronto está muy lejos). Sigo muy vinculada a València, toda mi familia está allí y muchos amigos también, el año pasado estuve actuando en la Sala Ultramar, voy mucho aunque me gustaría ir siempre con más tiempo. Creo que es uno de los mejores sitios para vivir.
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