VALÈNCIA. Los turistas que acuden a Belgrado y cogen un airbnb en el centro de la ciudad suelen alucinar con la distribución de los pisos si caen en un edificio de antes de la II Guerra Mundial. Techos altos, amplios ventanales, pero solo dos habitaciones. Entradas amplias, pero dos puertas en el hall, una a un piso y otra a otro. Es un vestigio de las políticas de colectivización de la vivienda que llevaron a cabo los comunistas.
Por norma general, al término del socialismo, las familias que residían en pisos de este tipo pudieron adquirirlos a precios controlados a sus antiguos propietarios o conservaron el derecho a vivir en ellos hasta la muerte, momento en el cual volvían a sus dueños antes de las colectivizaciones.
Mila Turajlic es la autora de uno de los mejores documentales actuales sobre la memoria de Yugoslavia, Cinema Komunisto. Una obra que contaba la historia de la poderosa industria cinematográfica yugoslava, su uso como arma política del gobierno, y su relación con los grandes estudios extranjeros. Un documental que se puede enlazar perfectamente con Spanish Westerns, estrenado esta semana en La2, sobre cómo por avaricia y oportunismo España dejó de ser el escenario de las producciones hollywoodienses. Uno de los destinos donde huyeron los estadounidenses de nuestros sablazos fue a Yugoslavia.
En Druga strana svega (El otro lado de todo) , Turajlic ha vuelto a la historia de Yugoslavia, un país que ya no existe, pero la ha abordado desde un ámbito íntimo, su madre y su piso, y se ha centrado en la experiencia serbia, en los años en los que de la ilusión de los 80 en los que parecía que iba a llegar la democracia y una futura adhesión a la entonces CEE. Llegaba el final de los problemas y las privaciones, pero no ocurrió. Como dice la protagonista del documental, Srbijanka Turajlic: "nunca hubiera creído que se podría estar peor que con el comunismo y, sin embargo, así fue". Después de la dictadura comunista les tocaba probar las mieles del nacionalismo.
A Croacia y Bosnia llegó la guerra, a Serbia las sanciones por su colaboración necesaria en ambos conflictos. La hiperinflación castigó a la población urbana que se vio de la noche a la mañana con que no tenía dinero ni para comprar una barra de pan. Sin embargo, mucha gente seguía apoyado a Milosevic esos días, recuerda Srbijanka. Como grabado a fuego, el documental muestra las imágenes en las que en 1988 Virko Hafner le advierte dedo índice en alto de que "el resultado final podría ser negativo para tu gente, tu partido y para ti" cuando Milosevic empezaba a pasarse los procedimientos y la Constitución por el forro apoyado en concentraciones de gente con banderas. Hizo caso omiso y, efectivamente, las consecuencias no son opinables, son hechos.
Srbijanka Turajlic fue una de las más firmes opositoras a Milosevic. Profesora de universidad, se puso delante de las manifestaciones que desde 1996 hostigaron al líder nacionalista. Sufrió las consecuencias, la despidieron de la universidad y sus colegas guardaron silencio.
Todas aquellas movilizaciones, protagonizadas en buena parte por la organización Otpor, acabaron derribando a Milosevic. Aparecen imágenes de cómo los serbios asaltaron el parlamento y le prendieron fuego. Se ven las discusiones entre los que se llevaron los muebles del Congreso a su casa y los que se lo afeaban. Fueron unas jornadas de caos y violencia en la calle.
A continuación aparecen imágenes de las elecciones de 2016, en las que volvió a ganar Vucic, ministro de Información netamente nacionalista de Milosevic. A juicio de Srbijanka, eso demuestra que la revolución fue infructuosa. Aparece recogiendo un premio por su lucha y dice en el discurso que la batalla de toda su vida fue la de la libertad en Serbia, pero que había fracasado. "Me dan un premio por un fiasco".
Es un documental para iniciados en la historia de la ex Yugoslavia y Serbia en particular. Las escenas en las que los amigos de Srbijanka salen discutiendo si hubiera sido posible que sobreviviese la federación o en las que muestran su pesimismo y abatimiento por el curso de los acontecimientos desde hace la friolera de cuarenta años no son fáciles de contextualizar sin dominio del tema. Sobre todo porque en España amplios sectores de la izquierda entendieron por una visión superficial que personajes como Milosevic, o famosos artistas como Kusturica, son representantes de una izquierda serbia o yugoslava. Existe mucha confusión y mucha desorientación por seguir el rastro de la estrella roja de modo acrítico e irreflexivo.
En unas imágenes recientes, se aprecia la reacción de Srbijanka cuando una organización nacionalista la ha colocado en una lista negra de traidores a la patria. Dice que es algo que igual mete más miedo al que no sale que al que sale por si le pudieran meter.
Asimismo, hay muchos asuntos en la película que se tocan de forma muy sutil y que tienen varias lecturas. La protagonista se denomina a sí misma "burguesa derrotada", no en vano, como ella misma cuenta, fue su piso el que dividieron los comunistas para alojar a más familias. En una confesión sin pudores, dice que le hace sentir extraña que el sistema haga que se tenga que alegrar el día que muere su vecina porque en ese momento recuperará al completo la casa que pertenecía a sus abuelos.
Srbijanka fue enemiga de clase en el comunismo, pacifista durante las guerras y traidora a la nación en los años que están frisando con el putinismo del actual presidente. Nunca estuvo en el lado "correcto", tal y como titula la película, pero llevó sus convicciones con la mayor integridad de la que fue capaz. Es un retrato parcial de la Serbia post-socialista, íntimo y personal en algunas fases, pero sirve para empezar a conocer la realidad de un país que se suelen tener impresiones muy superficiales y estereotipadas.