Nos es insulto, sino calificativo, pues nunca ofende quien quiere, sino quien puede, y nada más alejado de mis intenciones, que solo son llamar su atención querido lector
Estamos en plena Cuarta Revolución Industrial, jamas la Humanidad, representada por cada uno de nosotros con toda nuestra parafernalia tecnológica, (CPU, smartphone, tablet, etcétera), había tenido a su alcance tanta información, pero a la vez había generado tampoco inteligencia. Como muy bien saben los expertos en HUMINT (Inteligencia Humana) y miembros de la comunidad de inteligencia, una cosa es tener información, datos, y otra cosa es obtener inteligencia, “considerada ésta como el resultado de valorar, analizar, integrar e interpretar la información” (CNI dixit), para que nos sea útil.
Por eso, viendo estos días pasados, lo ocurrido por parte de teóricos indigenistas que atacaban estatuas de Fray Junípero Serra, el Santo defensor de los indios, se ponía de manifiesto una gran falta de inteligencia, es decir, según el diccionario de la RAE, la existencia de un gran número de imbéciles, ojo sin animo de ofender ni insultar. Este furor inquisitorial, demagogo, nihilista e irracional, también se ha extendido a otros personajes históricos, curiosamente seleccionados, pues ha sido objeto de otros ataques Cristóbal Colón, pero no así, ningún líder anglosajón representante de la versión USA del Lebensraum del III Reich, como es el Destino Manifiesto de Theodore Roosevelt, o de la Doctrina de James Monroe, que llevaron prácticamente al exterminio de las tribus de nativos norteamericanos como son los apaches, los arapajoes, los cheroquis, los navajos, etcétera, mientras millones de indios y mestizos pueblan las antiguas provincias y virreinatos españoles de ultramar.
Como pueden comprender, este intento de reescribir la Historia, aprovecha el camino trazado por la Hispanofobia, que trata de ocultar que fuimos los españoles los descubridores de un nuevo mundo, que a diferencia de lo realizado por otras potencias europeas que actuaban de colonizadores, el Reino de España, liberó a los pueblos americanos de la tiranía de regímenes pretorianos como Incas y Aztecas, que esclavizaban y practicaban sacrificios, con los pueblos vecinos.
Además dotó de Universidades aquellos territorios, al igual que en la Metrópoli peninsular. La primera Universidad española en America se aprobó escasamente unos 40 o 50 años (existe su controversia de la primera) después de la fundación de la de Valencia; la primera universidad anglosajona se creó dos siglos después de esa primera hispana, cuando ya existían varias decenas en los virreinatos de Nueva España, Peru, Nueva Granada o Río de la Plata. Que realizamos la primera circunvalación de la tierra, que establecimos rutas de navegación acometiendo la primera globalización, la primera vacunación transcontinental Europa-América-Asia por el alicantino y medico militar Francisco Javier Balmis, etcétera, etcétera, etcétera.
Pero claro en la Historia, al igual que en la política y en muchísimos aspectos de la vida, y como diría, entre otros Plutarco, “Mulier Caesaris non fit suspecta etiam suspicione vacare debet”, la mujer del César no solo debe serlo, sino también parecerlo, frase hoy en día de una gran incorrección política por sexista, pero lo que nos transmite es la importancia de la imagen y comunicación, y en eso nuestra piel de toro está muy mal dotada, parece que en el reparto que hicieron los romanos, los italianos se quedaron nuestra parte.
Y si no teníamos suficiente con las interesadas y malas influencias externas con la creación de la Leyenda Negra, los españolitos inventamos las dos Españas, para explicar nuestros problemas, y salir del atolladero de José Ortega y Gasset con su “lo que nos pasó y nos pasa a los españoles es que no sabemos lo que nos pasa”. Esas dos mitades ibéricas, en parte son representantes de esas fuerzas centrípetas y centrífugas sobre las que escribe el General J.F.C. Fuller en su magna obra Batallas decisivas del mundo Occidental, y de las que también trata el Maestro de historiadores Juan Reglá en su “Introducción a la Historia”, cuando trata de los procesos de integración política en épocas de crecimiento, y de desintegración en momentos de crisis (claro ejemplo de ello es la UE).
Esas fuerzas centrípetas, de la España Oficial Hispanorromana, perteneciente siempre a un destino superior, y actuando en demasiadas ocasiones como madrastra, generalmente cortesana y muchas veces inmovilista. Por otro lado las fuerzas centrífugas, de la España Tribal y Localista, anárquica e indisciplinada, donde confluyen, de forma única en el mundo, movimientos progresistas libertarios con fuerzas separatistas, las más reaccionarias y ultramontanas. Y en medio de esas dos posturas lo españolitos de a pie, que nos sentimos orgullosos de nuestro país, haciendo compatible la Patria grande -España- con la chica -nuestro terruño-, aunque a veces las disputas políticas y la corrupción nos saquen los colores, mezcla de vergüenza y rabia; como también por supuesto nos indignen las diferencias económicas, que aumentan día a día, entre los ciudadanos.
En fin si el mundo vivió su siglo de las Luces, con el triunfo de la racionalidad (s. XVIII), para después vivir el siglo de las revoluciones industriales (s. XIX), y sufrir el siglo de la violencia (s. XX), estamos en la actualidad inmersos en plena disrupción histórica, en un momento de inflexión del pulso entre Occidente, los USA, frente a Oriente, China, presos de la estulticia y de la irracionalidad sentimentalista manipulada convenientemente, de la crisis de valores y de liderazgos, que esperemos dure lo menos posible, como una mala gripe, y que al superarla, sigamos viviendo en esta gran sociedad, más justa y libre si cabe que la actual.