La directora bosnia estrena en el Humans Fest su drama histórico Quo vadis, Aida?, Premio del Público en el pasado Festival de Róterdam
VALÈNCIA. Cuando estalló la guerra de Yugoslavia, la directora bosnia Jasmila Žbanić tenía 17 años y vivía en Sarajevo. El asedio de su ciudad se prolongó durante cuatro largos inviernos, en los que, entre los pocos alicientes para pisar la calle, había un hombre que siempre la hacía reír. La muerte de este desconocido está detrás del propósito de su cine: “Cuando terminó el conflicto, pensé que tenía que contar su historia, porque te hacía llorar de pena y de risa al mismo tiempo. El año pasado me enteré de que había fallecido, y eso me hizo lamentar que sus vivencias jamás serán ya recogidas de la manera en que él las contaba. Así que cuando ruedo, quiero que sea sobre la guerra a la que sobreviví, porque si desaparecemos, nadie contará nuestras historias”.
La cineasta ya suma cuatro películas en las que aborda diferentes traumas vividos por sus vecinos durante la cruenta contienda de los años noventa: Grbavica (Oso de Oro en la Berlinale 2006), En el camino (2010), For Those Who Can Tell No Tales (2013) y la que este próximo 16 de febrero estrena en la Filmoteca en el contexto del Human Fest, Quo vadis, Aida?, sobre el asesinato en 1995 a manos de las tropas serbias de 8.000 civiles bosnios en Srebrenica.
- ¿Desde cuándo planeabas afrontar en tu cine el genocidio de Srebrenica?
- Esta película es el resultado de un proceso lento, que se remonta a mi película de graduación, un filme documental sobre una madre que busca a sus dos hijos, de cuatro años y seis meses, en fosas comunes. La estuve acompañando de identificación e identificación, pero aquella mujer nunca encontró a sus niños, al contrario que en Quo vadis, Aida? A lo largo de mi carrera he ido reaccionando a la realidad de mi país, y después de cuatro películas de ficción, me he sentido con las fuerzas de enfrentar algo tan fuerte y grande como un genocidio.
- Has conseguido que los miles de extras que interpretan a los bosnios huidos no sean apreciados por el espectador como una masa informe. ¿Cómo fue el proceso de casting?
- Bosnia no tiene una gran industria del cine, hacemos una película al año y no disponemos de agencias que nos faciliten extras. Así que invitamos a gente, lo que fue incluso mejor, porque pudimos elegir cada rostro que aparece en la película. Era importante individualizar a cada persona en este colectivo, que su expresión contuviera el dolor y la esperanza del pasado. Todos los que vivimos en esta región estamos al tanto de lo que sucedió, así que en cierto modo estaban preparados.
- La actriz protagonista y el actor que da vida al general Ratko Mladić son serbios y han sido tachados de traidores en los medios de su país. ¿Crees que tu película ha reabierto la herida?
- Han pasado 25 años, pero Srebrenica sigue provocando luchas políticas en los medios. El alcalde es un serbio negacionista del genocidio. Además de ser algo muy triste, ha supuesto un obstáculo para sacar adelante la película. A ambos actores les ha movido su profesionalidad. Sabían que habría represalias en los medios serbios, pero por suerte, no ha sido en todos, porque mucha gente en Serbia quiere saber la verdad. En cierto modo, la participación de Jasna Đuričić y de Boris Isaković emancipa y distancia a la población serbia de los crímenes que fueron cometidos en su nombre. Esta matanza fue perpetrada por criminales, no por la nación al completo.
- Tu película pone de manifiesto la inacción de los cascos holandeses durante la matanza. ¿Qué sensación te ha provocado ganar el premio del público en el Festival de Róterdam?
- Me ha hecho muy feliz. Esta película no carga contra los holandeses. Cuando me estuve documentando, me entrevisté con muchos soldados. Creo que he dado una imagen muy justa de ellos, porque he mostrado lo que sucedió con los comandantes, que se comportaron como unos cobardes y unos insensibles, pero también la reacción de impotencia de los chavales bajo sus órdenes, que no pudieron hacer nada y se sintieron perdidos. Muchos sólo tenían 18 años. Srebrenica es un gran trauma en los Países Bajos. Cuando hicimos el casting, los actores holandeses estaban al tanto. El taxista con el que viajé, el recepcionista en el hotel… todos son conscientes y se avergüenzan.
- ¿Crees que las fuerzas internacionales reaccionarían de manera distinta si una matanza así volviera a repetirse en el viejo continente?
- En el 25 aniversario de la guerra escribí un artículo en prensa donde expuse que de repetirse Srebrenica, el desenlace sería el mismo, porque la Unión Europea no reaccionaría, seguiría sin levantar un dedo. Las razones de algo así deberían preocuparnos, porque no se trata sólo de Bosnia, sino de Europa, de cómo está estructurada y de cuál es la relación entre los diferentes países.
- ¿Es un punto final o vas a seguir lidiando con las secuelas de la guerra de la ex Yugoslavia?
- Trato temas muy duros sobre mi país no porque tenga una misión, sino porque es lo que me rodea. No creo estar en deuda con nadie, sino que considero bueno compartir la experiencia que viví contra mi voluntad, estar cuatro años atrapada bajo asedio en Sarajevo. Quiero rodar otro tipo de películas, de hecho estoy negociando, porque por primera vez tengo un agente estadounidense y hay varias productoras interesadas en trabajar conmigo. Hay gente que me dice que cambie de registro, opinan sobre mi carrera, pero lo mío no es trabajar de manera calculada, yo no me rijo por lo que es bueno o no para mi trayectoria.
- No pudiste viajar a Róterdam, pero sí lo harás a la Berlinale, donde formas parte del jurado de la Sección Oficial. Será muy raro ver películas sin la compañía del público…
- El plan es que viajaremos allí, nos someteremos a una cuarentena e iremos juntos al cine. Las proyecciones públicas se han movido al verano, pero así y todo va a ser interesante, porque los miembros del jurado constituimos una nación del cine. La pandemia no nos parará.