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el billete / OPINIÓN

La hora del relevo

Foto: ÓSCAR J. BARROSO/EP
20/09/2020 - 

Fernando Simón parece un gran tipo. Tranquilo, paciente, comprensivo..., le falta algo de empatía al hablar en público de una tragedia tan grande, quizás porque las vivió peores en primera línea en África o puede que esconda sus sentimientos para no mostrar debilidad en la importante misión que tiene encomendada. Trabajador incansable, sus odiadores, que cada vez son más, le reprochan sin motivo que se coja unos días de vacaciones y, sobre todo, que los disfrute. De lo que disfruta el científico zaragozano, además de las vacaciones, es de darles a los haters la respuesta que merecen: la indiferencia.

El doctor Simón, cara visible de la lucha contra la pandemia en España, es un gran epidemiólogo con una acreditada carrera y, además, un gran comunicador. Su aspecto desaliñado y su discurso didáctico le acercan a la imagen del maestro de escuela rural que unos tuvieron y otros soñaron. Transcribo de El billete publicado aquí del 1 de marzo, cuando nadie imaginaba la que se venía encima: "Transmite mucha tranquilidad el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias del Ministerio de Sanidad, Fernando Simón, con su comparecencia diaria para explicar las veces que haga falta el exhaustivo protocolo de actuación que está permitiendo detectar la mayoría de los casos con rapidez, tratar a los afectados y prevenir a sus entornos".

Pasados más de seis meses, sin embargo, no se puede decir que Fernando Simón y su equipo hayan hecho un buen trabajo. Honesto, sin duda; esforzado, a más no poder; valiente, como el que más, pero no ha tenido suerte. Los resultados son importantes, aunque no lo único, a la hora de evaluar el trabajo realizado, y los resultados se miden por comparación. Si estás mejor que el resto has hecho un buen trabajo —al menos, un mejor trabajo—, pero si estás entre los peores, como es el caso de España, a lo mejor tenemos un problema.

Mural de de J.Warx en València. Foto: J.WARX

Mientras las redes y algunos medios de comunicación se tiran los muertos a la cabeza en busca de culpables —la última señalada es Ayuso, pero antes lo fueron Sánchez, Illa, Torra y hasta Casado por criticar el Gobierno—, el equipo de Simón trata de controlar la situación con estrategias cambiantes que no son errores imperdonables —los errores son consustanciales a la ciencia, nadie acierta a la primera— como pretenden sus haters, pero sí tienen consecuencias sobre una población desconcertada. Una de ellas, la pérdida de credibilidad, sobre todo cuando la explicación corre a cargo del ministro de Sanidad, que no tiene la autoridad científica de Simón.

Desde que volvieron los repuntes de casos tras la 'nueva normalidad', esa autoridad científica de Simón se ha ido apagando —no así su proyección como celebrity, que tampoco le beneficia—; sus comparecencias se parecen más al pronóstico del tiempo que a una declaración que nos sirva de guía, y sus predicciones tranquilizadoras recuerdan demasiado a los prudentes vaticinios de marzo que casi siempre se quedaban cortos.

Da la impresión de que el Gobierno ha intentado todo tipo de estrategias —en cuanto a confinamientos, cierres de establecimientos, mascarillas, PCR…— en este medio año largo de naufragio, con políticas desde muy centralizadas hasta delegadas en extremo —en ese péndulo de Sánchez que parece que vuelve al centro—, pero hay algo que aún no han probado, que es cambiar al timonel.

Comité de Seguimiento de la pandemia. Foto: MONCLOA

A veces uno se empeña en mantener al responsable de un equipo, aunque no le salgan las cosas, porque se deja la piel y ha demostrado su valía en ocasiones anteriores. La suerte cambiará, se dice, pero la suerte no cambia porque el equipo está agotado, y su responsable, mentalmente bloqueado. Esto lo hemos visto muchas veces en equipos de fútbol al borde del descenso, que cambian de entrenador y se salvan no porque el nuevo sea mejor que el anterior, sino porque viene más fresco, con ideas nuevas.

Fernando Simón tiene un problema añadido a la difícil gestión de la pandemia, o mejor dicho, lo tenemos los españoles pero le afecta a él y al Gobierno, y es que buena parte de la ciudadanía ya no confía en él. Los bailes de cifras, la descoordinación con las Comunidades Autónomas, las recomendaciones contradictorias, el pico que nunca llegaba… Y entre tanta polémica, su figura se ha politizado. Aprovechando alguna intervención poco afortunada —cuando hablas todos los días es imposible ser brillante siempre— al doctor lo han politizado los medios de comunicación y la turba de las redes sociales. El votante de derechas ve en él a un escudo de Sánchez, un viceministro de Sanidad que carga sobre sus espaldas parte del desgaste que le correspondería al Gobierno. Y el de izquierdas reacciona defendiéndolo a capa y espada. No es bueno que el encargado de transmitir a la población las instrucciones sobre el uso de mascarilla, las distancias o las reuniones no tenga credibilidad para buena parte de los receptores. No es bueno que su figura sea el pim, pam, pum para hunos y un héroe para los hotros.

No comprendo la inquina que contra él destilan algunos medios —sí la de las redes porque en ellas campa el odio—, pero tampoco entiendo por qué sigue ahí Fernando Simón, habiendo otros expertos en España igual de cualificados que están trabajando en algunas CCAA y científicos que están proponiendo públicamente estrategias diferentes a las que seguimos en España con los resultados de todos conocidos.

Foto: JESÚS HELLÍN/EP

Puede que no haya que irse muy lejos para buscar un sustituto, en su propio equipo habrá epidemiólogos con ideas distintas sobre lo que hay que hacer. También se puede buscar en las CCAA. A la vista de los resultados, no deben de ser malos los expertos asesores de Asturias, Galicia o Andalucía. También tienen buenos números los de la Comunitat Valenciana, donde como es público y notorio no siempre se han seguido las directrices del ministerio.

Viene una segunda ola de contagios en otoño e invierno que muchos expertos auguran que será catastrófica. El Gobierno debería plantearse afrontarla con un renovado equipo de expertos. Sin acritud.

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