EN CONCIENCIA  / OPINIÓN

Las Españas paralelas

4/03/2021 - 

Pese al avance de todas las técnicas de propaganda y a la sofisticación de la comunicación política, todavía, y mal que les pese a Redondo, no se ha podido evitar que los medios de comunicación, de vez en cuando, den cuenta de un incremento espeluznante de la miseria que azota nuestro país. Es lo que tiene el periodismo, que está para hacerse eco de la realidad (real). 

Este martes, los periódicos nos contaban que, cinco años después, España ha vuelto a superar los cuatro millones de parados. En febrero, 44.436 personas (más) se han quedado sin trabajo y se ha llegado a 4.008.789 desempleados. Además, 900.000 ciudadanos siguen en Erte y 600.000 autónomos no tienen actividad. Una tragedia. 

Ese mismo día, conocíamos que casi 70.000 personas (según cifras oficiales), más de 100.000 según estimaciones del INE, han perdido la vida por covid (casi 30.000 en residencias de ancianos). 

Por otra parte, semanas antes, Oxfam nos alertaba de que la «pobreza severa» en el conjunto de España ha pasado del 9,2% en 2019 al 10,8% en 2020. Afecta, por tanto, ya, como mínimo a 2,1 millones de hogares. Esta misma institución avisa de que “el impacto de la covid-19 en España nos puede devolver a los índices de desigualdad de los peores años de la crisis anterior, como resultado, sobre todo, de la pérdida de empleo de las personas más vulnerables: jóvenes, mujeres y migrantes. El efecto de este golpe nos llevará a niveles de pobreza inéditos”.

En la misma línea, una investigación de la Universidad Complutense de Madrid y de Oxford apunta que las medidas para frenar la covid han hecho que el porcentaje de trabajadores cuya renta ha caído por debajo de la línea de pobreza haya pasado del 25,6% al 36,2% en España. 

Conocíamos también estos días datos analizados por el Consejo General de Farmacéuticos. En los últimos meses, el uso de medicamentos para la ansiedad, la depresión o trastorno del sueño se ha incrementado en más del doble. Paralelamente, nos enterábamos de que expertos de Baleares han alertado del aumento de intentos y conductas suicidas en niños y jóvenes como consecuencia de los efectos negativos de la pandemia de la covid-19.

Un rosario de realidades de todo menos bonitas, que dan cuenta no de la “acumulación por desposesión”, sino de la “dominación por desposesión” a la que se está sometiendo a la españa con minúsculas. 

Una dominación que ha anestesiado a la opinión pública y ha congelado cualquier tipo de reacción. El Gobierno nos ha inmunizado ante las tropelías más aberrantes. Si hace unos años nos cuentan que Bildu iba a estar controlando las políticas de Interior, los independentistas, orientando las políticas territoriales, los anticapitalistas, las políticas de empleo, y Celaá, la que ocultó el informe de la Alta Inspección, la Educación, no nos lo habríamos creído. 

Pero lo peor no es que este Gobierno utilice la técnica propagandística de la acumulación (la aparición de un escándalo tapa al anterior) para adormecernos. Lo peor es que está convirtiendo esta “dominación por desposesión”, como decía mi amigo el profesor Feliu, en “solidarizante”. 

Porque, en un ejercicio de cinismo grotesco, este Gobierno culpa de toda las desdichas, maquiavélicamente, al “sistema externo”, mientras apela sistemáticamente a una suerte de generosidad ciudadana para contener unas penurias “azarosas”. Privaciones y desgracias, de las que ellos, que son Gobierno, nunca se sienten responsables. 

Los problemas que vivimos (todos) o son culpa de la herencia recibida o de la oposición... o han llovido del cielo, como las plagas de Egipto. ¡Vaya una fatalidad!

Así que las miserias tienen que arreglárselas los españoles solitos (no ellos): no hay más remedio. Lo apuntan los portavoces de los distintos Ministerios que, apelando al civismo de los ciudadanos, consiguen al finalizar corresponsabilizarnos de sus errores. 

Véase al campeón de Simón, cabeza de la gestión de la pandemia, pidiéndonos a los españoles “un último esfuerzo”. Que “no queda tanto: mes, mes y medio. Se puede aguantar”. Y allá que aguantamos.

O a la Ministra de Trabajo, incapaz de una necesaria reforma en la regulación de los Erte que surgieron para 15 días y que llevan un año, explicando que la catástrofe de los datos del desempleo en realidad “refleja las patologías estructurales del mercado laboral”. 

Mientras tanto, el BCE sigue alertando de que España es uno de los países que menos ayudas ha concedido para contener el desplome económico provocado por la pandemia.

Y sí, estamos cada vez más anestesiados. En las tertulias de ascensor, todos muy indignados. Luego llegamos al salón, se nos cae la casa encima, vemos en rueda de prensa a Sánchez, ¡y se nos obnubila toda la indignación y nos entra la depresión! 

El cansancio y la acumulación de sinsentidos neutraliza cualquier tentativa de reivindicación o exigencia. Los “desheredados”, los españoles normales, los españoles con minúsculas, nos hemos ido fraternizando cada vez más en el miedo y la desilusión. 

Mientras, los de “la banda”, “la pomada” o la “casta” contemporánea, los Españoles, con mayúsculas, siguen dedicados a sus grandes menesteres. Y cada vez trabajan con más ahínco en la construcción de realidades paralelas. (Como Matrix). 

¿Que cómo lo hacen? Con poco pudor y mucho asesoramiento. Un titular por aquí, un eslogan y una consigna ideológica por allá, una polémica por acullá. Ahora no te hablo, ahora hago que me enfado...

Qué cosas. La españa con minúsculas, cada vez más expoliada, sumida en la inequidad y las miserias, agobiada por la subida de la luz o el gas, por no saber si va a poder pagar el material del colegio de los niños o la hipoteca, y completamente noqueada. 

La España con mayúsculas, cada vez más crecida y más soberbia, enfrascada en debates huecos, en plurinacionacionalidades grandilocuentes, discutiendo sobre batucadas feministas, sisis y sinos, entierros del patriarcado y reparto de sillones en el Consejo General del Poder Judicial o la televisión.

Los Españoles (a quienes, en buena parte, por cierto, elegimos y mantenemos nosotros, los españoles) no pueden a estar alturas y ahora que tienen el gobierno, distraerse con penurias. Están dedicados en cuerpo y alma a la política de la grandeur, a las cosas substanciales: las audiencias, las sentencias y los votos. Los baches, en coche oficial y con chalet, parece que se notan menos.

Sí, es cierto. Recobra actualidad el debate acerca de nuestro proyecto como país. Pero no el que nos viene trepanando desde hace años, sino el que se ha silenciado, que se silencia cada vez más y  que se centra en la fractura social.

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