Las elecciones generales de 2016 cerraron el ciclo electoral que empezó con las elecciones europeas de mayo de 2014. Lo más característico de este ciclo fue un drástico realineamiento electoral que, a nivel nacional, propició la aparición de dos nuevos partidos, Podemos y Ciudadanos, y que en la Comunidad Valenciana estuvo también marcado por el notable crecimiento de Compromís.
La figura 1 muestra algunos de los principales afectados de este proceso a nivel de comunidad: El PPCV pasó de un suelo electoral cercano a los 1’2 millones de votos en el ciclo de 2011, a algo más de 800.000 en 2015 y 2016. El PSPV, que ya partía de unos resultados bajos (con un suelo ligeramente por debajo de los 700.000 votos en 2011), siguió descendiendo para quedarse con un suelo electoral rayando los 500.00 votos en 2015-16. Y EUPV, que en 2011 estaba a la par de Compromís, también sufrió un descenso, desde los 150.000 hasta cerca de los 110.000 votos.
Los principales beneficiarios iniciales de este realineamiento fueron tanto Ciudadanos, que de poco más de 50.000 votos en las europeas pasó a cerca de 400.000 en las autonómicas y generales de 2015 y 2016, como Podemos, que obtuvo cerca de 150.000 votos en las europeas y doblo su resultado en las autonómicas de 2015. Compromís empezó a crecer un poco más tarde, pasando de 150.000 votos del ciclo anterior y las europeas de 2014, a cerca de 450.000 votos en las elecciones autonómicas de 2015. La política de alianzas entre Compromís y Podemos en las generales de 2015, y su posterior extensión a EUPV en las elecciones de 2016, dan cuenta de su posterior crecimiento electoral. Pese a la profundidad del cambio, hoy sabemos que el ajuste de 2014-16 no sirvió para estabilizar los sistemas de partidos nacional y regional. El 28A va a dar cuenta de nuevos realineamientos electorales, tanto en el bloque de la derecha como en el de la izquierda… y no es descartable que estos comporten una redefinición de la oferta política a medio plazo.
Una explicación parcial e incompleta (pero nada despreciable) de la inestabilidad de los sistemas de partidos nacional y regional tiene que ver con las percepciones que tienen los ciudadanos sobre la labor realizada por el principal partido de gobierno y de la oposición desde el inicio de la Gran Recesión. La figura 2 muestra en rojo las principales pautas de evaluación de los gobiernos de Rodríguez Zapatero (PSOE), Mariano Rajoy (PP) y Pedro Sánchez (PSOE), así como las evaluaciones en gris del principal partido de la oposición. Lamentablemente, no hay datos equivalentes a nivel de la Comunidad Valenciana, aunque es probable que no fueran muy distintos.
La figura muestra la mala evaluación ciudadana de las políticas de austeridad de Rodríguez Zapatero y Rajoy, que solo empieza a cambiar muy lentamente a finales de 2014. Durante este tiempo, la distancia entre la evaluación de la labor del gobierno y la de la oposición (siempre peor evaluada que el Gobierno) se mantuvo notablemente estable, excepto a principios de 2012 y en la recta final de 2015, que se amplió a favor del gobierno. La mala evaluación de PP y PSOE es uno de los factores clave, aunque seguramente no el único, que ayuda a entender el importante realineamiento electoral de 2015, que luego pareció consolidarse en las elecciones generales de 2016. Como muestra la figura 2, la situación ha cambiado muy notablemente a partir de la moción de censura a Rajoy y la llegada al gobierno de Pedro Sánchez. Por primera vez en años, las malas evaluaciones del gobierno se han situado a niveles previos a los de la Gran Recesión, lo que permite entender el crecimiento electoral del PSOE.
Por último, un aspecto importante de las elecciones generales de 2015 y 2016 en la Comunidad Valenciana fue la política de alianzas de los partidos a la izquierda del PSPV. El acuerdo entre Compromís y Podem fue una clave importante para entender la remontada en las encuestas de Iglesias en 2015 y el ‘sorpasso’ a nivel regional al PSPV. La firma de la coalición entre Compromís, Podem y EUPV en 2016 permitió mantenerlos como segunda fuerza política, pero la suma de los tres partidos no se correspondió con la fuerza que cada uno de ellos tenía individualmente. Esto llevó a una cierta decepción, que se consolidó por las dificultades para poder obtener un grupo parlamentario propio en el Congreso.
Ambos factores, más la creciente percepción de debilidad de Podemos y la coincidencia de las generales y autonómicas es lo que seguramente contribuye a entender por qué no hay un acuerdo entre los partidos a la izquierda del PSPV para el 28A. Es posible que la división de la izquierda y de la derecha contribuya a amplificar los resultados de los socialistas, con lo que no sería de extrañar que, una vez pasadas las elecciones, la reformulación de la oferta partidista sea uno de los temas de moda de los próximos meses…
Oscar Barberà es Profesor de Ciencia Política de la Universitat de València