VALÈNCIA. (Magdalena Tsanis/EFE) Veintisiete años después de registrarse una de las páginas de sucesos más oscuras de la democracia española, llega a Netflix El caso Alcàsser, un documental sobre el asesinato de las tres menores valencianas, la investigación y el juicio, que contribuye a desmontar las teorías conspirativas que aún le rodean.
Dirigida por Elías León Siminiani y producida por Ramón Campos, el mismo tándem que funcionó en El caso Asunta (2017), una de las conclusiones más evidentes que arroja el visionado de sus cinco capítulos, que se estrenan este viernes, es el peligro que entraña la justicia mediática paralela, un hecho inédito hasta entonces.
Si en las primeras semanas tras la desaparición y el hallazgo de los cadáveres programas como Quien sabe dónde de Paco Lobatón y especialmente De tú a tú de Nieves Herrero alentaron la espectacularización del dolor ajeno, años después, durante el juicio, Esta noche cruzamos el Mississippi de Pepe Navarro mostró hasta dónde es capaz de llegar un padre al que no le han permitido hacer el duelo alejado de los focos.
"Hay que tener en cuenta que era la primera vez de muchas cosas", ha dicho este jueves Siminiani durante un coloquio en la Cineteca de Madrid.
"Las televisiones privadas estaban recién llegadas y Alcàsser fue el primer gran ring en la batalla por la audiencia que estaba arrancando, eso explica muchos de los excesos que se cometieron".
Frente a ese sensacionalismo extremo, el equipo de El caso Alcàsser ha apostado por la neutralidad y el rigor: en el documental no hay voz en off ni opiniones de expertos, sólo testigos relacionados con el caso.
"En nuestro planteamiento narrativo teníamos claro que tampoco habría dramatización de los hechos y que no se mostrarían los cuerpos de las niñas", ha asegurado Ramón Campos (Bambú Producciones), que ha contado desde el primer minuto con el visto bueno de las familias de Miriam García, Toñi Gómez y Desiré Hernández.
El documental incluye 58 testimonios, aunque se entrevistó a 160 personas y hay más de 228 horas de entrevistas grabadas a lo largo de un año y medio de producción.
Además, se han revisado más de 5.500 folios, incluidos los 4.000 del sumario, la pieza separada sobre la búsqueda del prófugo Antonio Anglés y otros informes descartados de la investigación.
Con todo, el material más valioso posiblemente sean algunas de las imágenes del juicio que no se han visto hasta ahora, incluidas partes del testimonio del único condenado, Miguel Ricart, excarcelado en 2013 tras la derogación de la doctrina Parot por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
"Es de lo más intenso que he vivido como cineasta, porque lo encapsula todo", ha descrito Siminiani.
Sobre las teorías alternativas a la culpabilidad de Ricart y Anglés, que apuntaban a altas esferas del poder y que centran el tercer episodio, el documental deja en evidencia el carácter endeble, cuando no claramente interesado, de las acusaciones.
Y lo hace fundamentalmente a través de los testimonios y contradicciones del padre de una de ellas, Fernando García, del criminólogo Juan Ignacio Blanco -ambos fueron condenados en 2009 por injurias y calumnias- y del forense encargado del segundo análisis Luis Frontela.
No obstante, también quedan a la vista flecos y errores de la investigación. "Hemos expuesto todo, hasta lo que no entendemos y que sea el espectador quien saque sus conclusiones", ha dicho Campos, también coguionista de la serie.
"Cuando ocultas algo al público, abonas el terreno para las teorías conspirativas, pero a día de hoy eso es más complicado, porque la sociedad es más transparente", ha agregado.
En este sentido, Siminiani ha insistido en la necesidad de contextualizar los hechos, entre los años 1992 y 1997, "entre el clímax del felipismo y el arranque del gobierno de Aznar", una época en la que los protocolos de comunicación nada tenían que ver con los actuales.
El director ha agradecido el tiempo del que ha dispuesto para llevar a cabo una investigación rigurosa, a diferencia de los programas de la época, que "tenían que generar contenido constantemente" con la presión de las audiencias.
"La dictadura de la novedad y la inmediatez es arrasadora, conceder a las cosas su tiempo marca la diferencia, y el tiempo es dinero, claro", ha subrayado el director de otros documentales para el cine como Mapa (2012) o Apuntes para una película de atracos (2018).