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LA OPINIÓN PUBLICADA / OPINIÓN

Los niños son el futuro... pero en el presente nos dan igual

13/06/2020 - 

Al largo confinamiento que hemos padecido, le ha sucedido una desescalada más rápida de lo previsto inicialmente: al parecer, la incidencia del coronavirus ha descendido con mayor velocidad de lo que cabría suponer en un principio (digo "al parecer" porque es muy complicado discernir algo de los datos que publica el ministerio de Sanidad), y por ese motivo las fases hacia la "nueva normalidad" se han acelerado y simplificado. 

La primera medida de la desescalada, que se implantó a finales de abril, fue la posibilidad de que los niños pudieran salir a la calle, por fin. Los niños habían sido los grandes olvidados de esta pandemia: se les encerró en casa con sus padres y se les puso delante de una pantalla de ordenador o tableta (que a veces tuvieron que comprar o pedir prestada ex profeso sus padres, sobre todo si ellos también teletrabajaban y había escasez de ordenadores en casa) para que recibieran sus clases, o más bien un sucedáneo de las mismas. 

Docencia en precario para todos: para los profesores, que de la noche a la mañana tuvieron que improvisar docencia online desde sus casas y con sus medios (con su conexión y los materiales que pudieran preparar a toda prisa para la docencia online); para los padres, que por un lado tenían que habilitar un espacio para que sus hijos tuvieran algo parecido a una clase, y por otro necesitaban dichas clases para no tener que cuidar de sus hijos 24 horas al día, además del trabajo o teletrabajo que la mayoría de ellos siguieron desempeñando; y, por supuesto, para los niños, que se encontraron con una fría pantalla en lugar del espacio de socialización, aprendizaje y juego que tenían en el colegio.

Como ya sabemos, y de hecho ya se sabía en marzo, los niños apenas se ven afectados por el Covid19. La gran mayoría de los que se contagian no tienen síntomas, o síntomas muy leves. La tasa de letalidad es, afortunadamente, bajísima. Ahora también sabemos (en marzo, en cambio, no) que los niños no son grandes contagiadores y que no propagan el virus más que otros grupos de edad, porque su despreocupación a la hora de relacionarse entre ellos, tocarse y contagiarse de todo tipo de enfermedades, se compensaría con la levedad de dichos contagios (parece haber cierta correlación entre la gravedad de la infección y la capacidad de contagiar a otros).

Como se consideró que los niños eran un riesgo (no para ellos mismos, sino para otros), el Estado echó el cierre de los colegios y los confinó en casa. La primera decisión era totalmente comprensible; la segunda, en cambio, fue desmesurada. Habrá que ver qué secuelas deja en los niños haberse pasado dos meses totalmente encerrados en casa, truncando su educación y también su socialización con sus compañeros. Sobre todo, porque tras esos dos meses de confinamiento absoluto la única concesión que se les ha dado, a regañadientes y a diferencia de lo sucedido a otros países europeos, fueron los famosos "paseos". No ha habido reapertura de colegios, a pesar de los amagos en este sentido, y la única novedad, ya en el marco de la aceleración de la desescalada, ha sido asumir que la docencia el año que viene será presencial y que se intentará, en suma, que la "nueva normalidad" se parezca bastante a la normalidad.

En su momento, los paseos de los niños suscitaron bastante incertidumbre e incluso preocupación: ahora ha pasado mucho tiempo (mes y medio, que es muchísimo tiempo en el contexto en el que vivimos), pero entonces hubo bastantes comentarios sobre el supuesto descontrol de los paseos y el peligro en que se nos ponía a todos con los paseos: los niños y sus padres, al pasear, obviamente ocupaban espacio en las hasta entonces desiertas calles. Circularon algunas imágenes y algún vídeo que mostraba cómo no se cumplían las condiciones de los paseos, e incluso se habló de revertir algunas de las medidas de desconfinamiento (como la apertura de los parques en la ciudad de Valencia). 

Es curioso cómo, mes y medio después, el país rivaliza en iniciativas para desescalar, con los elementos totémicos de costumbre a la cabeza: las terrazas de los bares, repletas de ciudadanos que disfrutan de un merecido "vermú", según la terminología del presidente Pedro Sánchez; el fútbol, que esta semana vuelve a ponerse en marcha (nadie ha echado más de menos el fútbol durante este periodo que los periodistas deportivos, que han tenido que rellenar espacio en los telediarios y las secciones de Deportes de los periódicos a partir de un material escasísimo, aunque tampoco es que no estuvieran acostumbrados a vender humo); las discotecas, los toros, las playas; el turismo. Todo esto ya no es peligrosísimo, como sí lo era que los niños pudieran pasear por la calle. Y como lo sigue siendo, por lo visto, que pudieran volver al colegio estas semanas, aunque sólo fuera para no cerrar en falso el curso y poder ver a sus compañeros directamente, sin la intermediación de una pantalla.

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