Seleccionamos cuatro títulos de series y webseries lésbicas que triunfan en diversas plataformas, a modo de ejemplo de cómo evoluciona el tratamiento audiovisual del colectivo, cuáles son sus avances y sus piedras en el camino
VALÈNCIA. Normalización. Visibilidad. Representación. Romper estereotipos. Año tras año, el colectivo de lesbianas logra mayor protagonismo en la ficción. Ya no es solo cuestión de que se incluyan algunos personajes e historias, como en Vis a Vis, El Ministerio del Tiempo, Mindhunter, Tales of the city y un largo etcétera, con tramas en las que ya no sufren el ‘síndrome de la lesbiana muerta’. Las series lésbicas en toda su concepción irrumpen con fuerza y una legión de fans. Hemos seleccionado para este artículo cuatro de este año 2020.
Algunos de estos títulos nacieron como consecuencia del fenómeno fan. Otros se esfuerzan por representar y normalizar la diversidad sexual dentro del universo lésbico. Un trabajo importantísimo.
Estrenada en Netflix el pasado mes de marzo, esta tragicomedia romántica de 6 capítulos es una producción de la cadena británica Channel 4. Su protagonista, además de coguionista, es Mae (la propia Mae Martin), de género no binario. Una comediante canadiense afincada en Londres que conoce a la, hasta ahora, heterosexual George (Charlotte Ritchie). Mae es una exdrogadicta que lucha por controlar sus adicciones (a las drogas y a la dependencia emocional), mientras que a George le cuesta salir del armario y sacar a la luz quién quiere ser de verdad.
De las cuatro series seleccionadas, personalmente me quedo con esta obra semi-autobiográfica por ser la más brillante desde el punto de vista de guión. Es divertida, sensible y los conflictos internos de las dos protagonistas destilan verdad y complejidad. “Estos personajes tienen sentido del humor sobre sí mismos y el mundo, incluso con cosas que son dolorosas”, afirma su cocreadora Mae Martin, junto a Joe Hampson. Uno de detalles que brillan en los diálogos y la hacen más efervescente.
Mae ha tratado de mostrar entre otras cosas la fluidez sexual, es decir, que cuando nos enamoramos o nos sentimos atraídos por alguien, es de la persona, no del género.
Ha sido renovada por una segunda temporada y cuenta con la colaboración especial de Lisa Kudrow (Phoebe Buffay en Friends) como la tóxica madre de Mae.
De Gran Bretaña saltamos a los Estados Unidos, en concreto al canal de pago Showtime. Es importante dar valor al hecho de que se emita en una televisión de pago para entender después hasta dónde han sido capaces de llegar en cuanto a escenas de sexo (de las cuatro series es la más hot). En la televisión estadounidense en abierto estas escenas en topless o las posturas sexuales explícitas habrían sido imposibles de contemplar.
The L Word: Generation Q es una secuela de The L Word, producción seriada que se emitió entre 2004 y 2009 (en España se pudo por ver por Canal+ y posteriormente en Divinity). Una década después regresan algunas de las protagonistas de entonces, como son Bette Porter (Jennifer Beals), Shane Mccutcheon (Katherine Moenning) y Alice Pieszecki (Leisha Halley). Los tres personajes, mujeres de más de 40, mantienen relaciones que muestran la diversidad del colectivo. Bette es una mujer independiente, con una relación intermitente con una mujer casada; Shane, que mantiene su estética andrógina, continúa en su lucha interna por no querer amar ni comprometerse. Por último Alice tiene su propio show de televisión, al estilo Ellen DeGeneres, y mantiene una relación de poliamor con su pareja y la expareja de esta. Con escenas de sexo incluidas.
La nueva generación de personajes de la secuela representa, por primera vez, al colectivo latino, oriental y la diversidad trans. Las dos latinas Dani (Arriene Mandi) y Sohie (Rosanny Zayas) tienen previsto casarse pese a los impedimentos que pone el padre de Daniela. Viven con Micah (Leo Sheng), un chico trans que se siente atraído por su vecino gay, en una trama que visibiliza la complejidad en este tipo de relaciones.
Pero si hay un personaje (y una actriz) que destaca es la independiente y promiscua Finley, interpretada por una genialísima Jacqueline Toboni. La actriz ya destacó por mostrarse sin tapujos en escenas subidas de tono en la serie Easy (2016-2019), de Netflix, donde protagonizó una de las escenas lésbicas más tórridas vistas por televisión. En The L Word: Generation Q se aúpa como el personaje más natural, fresco, divertido y a la vez tierno. En las escenas en la cama es, además, la más atrevida. En consecuencia es la que llega más lejos en cuanto a normalizar la libertad de hacer cada uno lo que le de la gana con su cuerpo y que lo importante es ser uno mismo. Adorable.
Son tiempos de shippeo en las redes (emparejar a personas por motivaciones estrictamente subjetivas). Los amores imposibles, las dificultades de algunas mujeres por encontrar su identidad o de salir del armario atrapan a un tipo de público joven que busca referentes con los que identificarse.
Este es el caso de #Luimelia, un fenómeno nacido en las redes sociales durante la emisión en Antena 3 de Amar es para siempre. En la serie diaria surgió una relación lésbica entres dos personajes: Luisita (Paula Usero) y Amelia (Carol Rovira). Los seguidores y seguidoras de esta relación denominaron la historia de amor como #Luimelia, reclamando en las redes que tuvieran una serie propia. Atresmedia tomó nota y lanzó un spin-off, #Luimelia, una webserie de 6 episodios y diez minutos de duración por capítulo, en su plataforma Premium.
La trama se desarrolla cuatro décadas después, con las dos protagonistas en la actualidad. Corre a cargo de los guionistas Diana Rojo y Borja González Santaolalla, también director de la webserie, y ha sido renovada por una segunda temporada dado el éxito entre sus fans.
La obra lanza dardos sobre los tópicos sobre las lesbianas, además de criticar los roles estancados en el audiovisual sobre este colectivo. Sin embargo, resulta paradójica en algún momento. Como si se tratara de una serie de televisión en abierto y en horario infantil, no vemos ninguna escena íntima más que a través de una ventana, al estilo La ventana indiscreta, reincidiendo en una concatenación de besos en ropa interior bastante pudorosa. Aún así en una escena meta televisiva bromean sobre la falta de visibilidad de la diversidad del mundo lésbico, se quejan sobre el ‘síndrome de la lesbiana muerta’ en la ficción y como remate critican que entre mujeres en televisión no se vea nunca sexo. La escena finaliza, irónicamente, precisamente con un “corten” del director sin mostrar finalmente nada, que después retoma para dejarlas terminar la escena pero a base de planos cortos y montaje para que no se vea nada. Es decir, lanzan la crítica pero acaban haciendo lo mismo que las televisiones en abierto. En ese sentido, más allá de los guiños meta televisivos, que están muy bien, y sus excelentes guiones, resulta un tanto reprimida y más si la comparamos con la serie de Showtime, que rompe constantemente moldes.
“No esperéis a que los demás cambien el mundo. Empecemos nosotras. Empecemos dándonos visibilidad”, defiende su directora, Sandra Guzman, en una videoconferencia disponible en Youtube. La popular plataforma de vídeo online ha sido el escaparate para Contacto Cero, una webserie lésbica, nacida en 2019 en Madrid, que estos últimos meses ha emitido su segunda temporada gracias al crowfunding. Con más de 70.000 suscriptores en su canal, tiene episodios con más de un millón cuatrocientas mil visualizaciones.
La serie recorre la vida adulta de dos mujeres que en un momento dado tuvieron una relación, jugando con el flashback y el flashforward sobre ellas antes y después de estar juntas, con sus diferentes relaciones con otras mujeres.
Lo curioso de este caso, además de su gran éxito en Youtube, es que siendo como es una serie que busca normalizar al colectivo, no recurre a escenas de sexo ni muestra desnudo alguno. Ojo, pero no por propia voluntad, sino por voluntad de Youtube, el Tomás de Torquemada de esta historia. La plataforma no les permite subir escenas subidas de tono, y cuando lo hacen, les bloquean el canal. Ahora conviven con un tira y afloja con el gigante donde saben que si suben a la plataforma un vídeo con alguna escena erótica, Youtube les condena con que ese vídeo no se monetice.
Es de alabar haber logrado semejante éxito, no solo aquí sino entre múltiples países (está subtitulada a varios idiomas), con la única ayuda de sus fans. El segundo gran hito lo vemos en esta segunda temporada, donde se mojan políticamente criticando sin pelos en la lengua al partido ultraderechista Vox. “Ya me contaréis cuando gobierne Vox si todavía existirá esa ley o pasaréis de nuevo a ser dos amiguitas que juegan a risitas debajo de las sábanas”, dice una de sus protagonistas a dos chicas a punto de casarse. Bravo, chicas. Seguid así. Y gracias por la lucha.