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LA LIBRERÍA

'Lumpen Supernova' brillo de poesía generacional de Emilio Martín Vargas

El autor del también premiado Lloráis porque sois jóvenes cuenta dos en el catálogo de Visor con un poemario de enorme calidad que se alzó con el XVII Premio Emilio Alarcos.

23/09/2019 - 

“Un poeta joven, alto y delgado”, se lo dijo una mujer a su amiga con una sonrisa cómplice cuando su hija llevó a un chico postadolescente fascinado por la dinamita expansiva de la poesía cuando prende. Esta es una historia de barrio a la vuelta del colegio, uno de los momentos donde más sucede la poesía, en la misma lista que en los recuerdos falsos, los viajes, las nubes de humo frente a un escritorio sudando el verano, el sabor de otro cuerpo, el miedo a desaparecer sin llegar a entender qué es eso, el día después triste de las buenas fiestas que al final por necesidad tienen que ser amargas, los instantes de elevación al escuchar o leer un poema francamente bueno, la euforia extática de las promesas que uno se hace a sí mismo, el asombro ante la vida o en la incapacidad para asir nada de lo importante antes de se encamine al vacío. Cuando se lee poesía de forma habitual se realiza una expedición en pos del resplandor, un resplandor que no tiene nada que ver con la corrección formal, con los tópicos malditos, con los criterios de las escuelas adocenadas en su éxito o rabiosas por su marginalidad ni con la euforia de las tendencias. Un resplandor que hace contacto en algún punto entre el poeta y el lector y descarga un torrente de quizás la vida sea otra cosa al fin y al cabo si da cabida a que me emocione con unas líneas, porque no son más que unas líneas que contienen ideas los versos, pero son versos cuando electrifican la atmósfera a nuestro alrededor hasta que vemos -porque se puede ver- cómo el poema emana un brillo tenue pero esencial y que tal vez sea eso que hay quien ha querido llamar espíritu, halo o autenticidad.

Es posible que Emilio Martín Vargas sea uno de los mejores poetas con los que podemos cruzarnos hoy día. Es una impresión que ronda desde al menos su Lloráis porque sois jóvenes y que comienza a consolidarse con este Lumpen Supernova con el que regresa al catálogo de Visor de nuevo con un premio bajo el brazo. Los poetas no vienen con un pan bajo el brazo, puede que al revés, y desde luego tampoco se necesita un premio para serlo, para ser poeta, los premios son lo que son y muchos son muy honestos y otros no pero unos y otros no dejan de ser decisiones de personas o intereses de editoriales, pero todo esto no viene ahora al caso porque Lumpen Supernova, ganador del XVII Premio Emilio Alarcos, es pura genialidad, una ocurrencia relampagueante que solo pudo ser cuando fue y solo puedo escribirla quien la escribió y por suerte que existen las imprentas y podemos tener nuestra copia de ese testimonio de la inspiración y de la oportunidad, porque este poemario es algo digno de una buena estantería, de una colección doméstica de la que estar orgulloso. No hay que tener miedo a señalar lo que es bueno, hay que compartirlo como el cóctel molotov pictográmico de la portada, el cóctel incendiario reacción de Facebook, un aviso llameante de que lo que sigue al girar la portada es explosivo. Volátil. Lo que sigue es un poema que vibra como la lámina de metal que asienta un tono para que sepamos cómo proceder. Lumpen Supernova es tan bueno que el folleto de un bar colombiano de la calle San Jacinto funciona en él como un dignísimo marcapáginas. Sancocho completo, pabellón criollo, sobrebarriga, arepas, chuleta valluna, patacón. Y luego: “Orfidales en tus ojos y en los míos / el cansancio devorador de las alarmas: yo / vine aquí a vivirlo todo y tú / a que no se muera nada”. 

La contra de este libro de luto juega a que sabe qué significa su título, la canción que tarareaba Diógenes a la luz de un candil en busca de un hombre, una refrescante y trepidante entrega de la saga favorita de bólidos del cineasta Yorgos Lanthimos, un partido político asiático cuyo razón de ser es legalizar la falsificación, o mejor todavía, el nombre de un grupo de WhatsApp donde están todas las personas que alguna vez fuiste -terrorífico y borgiano-. Pero es que Lumpen Supernova más que ser, contiene: y contiene poesía de la experiencia a modo de nombre de poema y de algo más, contiene Gil de Biedma, contiene a Enrique Falcón y poesía de las trincheras, y también ciento cincuenta millones que marchan, contiene un camino sinuoso propio, contiene el pulso rojo y serpenteante del dragón degradado y humeante de Hiperasia, orientalidad, contiene actualidad vibrante, conexión, contiene Llibreria Ramon Llull, Almudena Amador y Francisco Benedito y lo que imagino como una fotografía a color sonriente de unos amigos que podrían ser varios párrafos de un libro sobre la memoria literaria de la ciudad, contiene el irritante hilo musical de los supermercados pero convertido en el merecido perreo “arrabalero y redundante / que enaltece la sed y los instintos / confinando a castidad la poesía, / pues la única riqueza de los pobres / es el cuerpo y colmarlo / su exclusiva rebeldía”. En Lumpen Supernova hay mucha familia, hay amor, hay prole, hay ironía y mordacidad “a contramuerte”.

No es seguro pero Lumpen Supernova puede ser eso que llaman una novela coral, un monólogo en varios actos, el mapa en verso de un tipo que coge el metro para ir por la mañana al trabajo, una arenga a uno mismo para levantarse de la cama, una amenaza total, una declaración de paz, una guerra contra la incredulidad, un navajazo al futuro en el plexo solar, una traca final que asumir, el último libro antes del próximo libro que escribirá con suerte este poeta joven, alto y delgado. 

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