entrevista

Marta Fernández: "Lo que nos construye es la mitología personal"

21/03/2021 - 

VALÈNCIA. Tras un periplo considerable por medios escritos -Jot Down, El País, GQ- a la periodista Marta Fernández la convencieron para recopilar en un único volumen un buen puñado de artículos que tenían en común la pasión por el otro: hombres y mujeres deslumbrantes que atraen a la autora hasta que conforman parte de su cosmogonía particular. Escritores, actrices, cineastas, tecnólogos, músicos y muchas más especies se dan cita en el libro ‘No te enamores de cobardes’, la recién estrenada reunion de textos periodísticos de Marta Fernández publicada en la editorial Círculo de Tiza. Prepárense para disfrutar de los vicios y goces de una sapiofílica confesa.

-¿Cómo nace el libro? ¿Son artículos ya publicados, hay algún inédito y cómo ha sido la edición y organización de los mismos?
-El libro nace de dos partes y personas. Una es Eva Serrano, editora de Círculo de Tiza, y la otra es Màxim Huerta que, ya sabes, somos muy amigos. La única que salí este verano fue a verle a la playa. Y estando allí le conté que Eva, muchas veces, había querido recopilar todos los artículos pero yo no estaba segura. Max me dijo que sí, que daba para una recopilación y que yo, además, tenía muchos artículos de cine y literatura que podían servir como hilo conductor. Fue él quien me animó finalmente porque Eva llevaba mucho tiempo intentándolo. Y fue Max también quien me dijo que lo titulara 'No te enamores de cobardes' porque recordaba este artículo específicamente. De aquel día en la playa, tirados en la toalla, jugando con los cantos rodados, me decidí y hablé con Eva. Ella es una editora maravillosa, una gran lectora. Eva pensó, con buen criterio, que los artículos que podían establecer una línea troncal en el libro son los que tenían que ver con cine y mitomanía. Me hizo una propuesta de cómo veía agruparlos y, por supuesto, su propuesta era mucho mejor que la mía. 

-Creo que el libro puede leerse como un viaje por las mentes, los cuerpos y los lugares que te han conformado a ti misma. Hay una primera parte de relatos y hay uno que gusta especialmente: cuando, de repente, los finales de los libros cambian.
-Creo que lo que nos construye es la mitología personal y todo aquello que nos fascina sin saber bien el motivo. Es como algo que surge de modo natural y no tiene que ver con tu entorno o tus padres. Es como, ¿por qué tu color favorito es el que un día decidiste que era tu color favorito? Pues no lo sé, es algo que tiene que ver con una pulsión, no es heredado. En mi casa se leía mucho y a mí me encanta. Cuando era pequeña fantaseaba con la idea de qué pasaba cuándo dejaba un libro en la mesilla, si los personajes seguían o no sus aventuras. Este relato surge de esa fantasía infantil.

-Relacionado con este, hay otro relato vinculado al claim que se hizo tan famosos: Reading is sexy. En este sentido creo que te reconoces como sapioxual y sapiofílica. No sé si puedes explicar estos conceptos.
-Estos conceptos es que te sientes atraído por el cerebro de las personas más que por cualquier otra cosa. Hay gente a la que le atrae las personas que son bellas, poderosas o graciosas y hay otros que nos gustan las personas listas, inteligentes e interesantes. No se conocen a tantas personas interesantes en la vida y creo que las que se conocen hay que conservarlas para siempre. Y es verdad, yo entro en una librería y la gente me suele parecer guapa. Tenía un profesor de inglés en Nueva York que nos decía que  no fuéramos a ligar a discotecas porque había un ruido horrible. “Tenéis que ir a ligar a Strand”, decía. Porque allí siempre conoceréis a alguien que utilice bien el lenguaje y si no ligáis, al menos, os llevaréis un libro. Me parece un consejo muy sabio.

Foto: LUIS GASPAR.

-En el libro hay mucho genio, especialmente masculino -pues son ellos quienes han protagonizado la historia literaria y audiovisual reciente-, pero hay espacio en tu libro para mujeres que creo que te han inspirado mucho: Marilyn Monroe y Zelda Seyre. Quería preguntarte qué crees que tienen en común ambas y por qué les dedicas sendos textos.
-Ellas son dos mujeres misteriosas e inexplicables porque en aquella época a las mujeres se las observaba únicamente desde ese papel clásico de la mujer, muy relacionado con la belleza. Y no se ahondaba más en qué podía haber dentro de ellas. Y en estos dos casos eran mujeres extraordinarias. El caso de Zelda me gustaba porque ella hace algo más que inspirar a Scott Fitzgerald, lo conforma como escritor. Además, ella es una escritora de talento inmenso, siempre opacada y eclipsada por el genio de su marido y por la locura también. La locura en un hombre puede tener cierto prestigio, en una mujer es algo que estigmatiza. Y en el caso de Marilyn es algo parecido: se ha hablado siempre de su inestabilidad emocional pero no la de lo hombres que la acompañaron, como Arthur Miller o Kennedy. En el caso de ella es un pecado. Ella es ese icono potente, que quema la pantalla y nos olvidamos todo lo que había dentro: probablemente ella también era sapiofílica y quiere ser contemplada como otra otra y nunca lo consigue. En cuanto a los artículos de hombres es verdad que hay muchos pero es que están extraídas de la columna que tenía en la revista masculina GQ, dedicada a hombres que me inspiraban.

-John Cazale, James Stewart y Michael Caine son tres de los actores de los que hablas en el libro. El primero representa, de algún modo, la excelencia actoral y la mala suerte vital; Stewart es para ti la bondad y Caine la resistencia. ¿Es así?
-Creo que lo has descrito de una manera perfecta. En el caso de Cazale me encanta porque, claro, nunca hizo una película mala. A esa capacidad actoral, sobrehumana, con un físico tan marcado y vulgar al mismo tiempo, le sumas la desgracia de su vida y nos dejó tan pronto, me parece que es un personaje que hay que reivindicar. Stewart es mi amor platónico de la adolescencia. Es el hombre bueno, el actor de una pieza. Me parece la perfección masculina. Y en esa escuela de actores que consiguen mucho haciendo muy poco. Y Michael Caine es la voz y como a mí las voces me atraen tanto también, pues claro, ese actor que sigue estando ahí octogenario y con esa voz maravillosa me fascina. Además, me gusta recuperar historias de estos hombres que al comienzo no lo tuvieron fácil pero fueron superando obstáculos hasta convertirse en mitos.

-El relato que da título al libro habla de la cobardía y escribes que “quizás ese es el problema. La obsesión por proteger el corazón. Quizás el cobarde solo tiene miedo del dolor”. ¿No es comprensible que, a veces, queramos protegernos en un mundo cada vez más belicoso?
-Totalmente. Es absolutamente normal que queramos atrincherarnos y más ahora que estamos expuestos a tantos impactos del exterior. Creo que todos lo hemos vivido hace un año, cuando empezó el confinamiento y todos queríamos consumir información y después llegó un momento en el que uno decide atrincherarse y no consumir tanta porque el impacto es grande. Lo que sucede con el miedo es que no  lo podemos controlar. Dicen que los impactos del miedo son los que más se recuerdan luego. Muchas veces tenemos miedo a que nos hieran. En ese artículo recupera una frase de Safran Froer cuando un personaje de su novela, la abuela, dice: “Me pasé la vida aprendiendo a sentir menos pero uno no puede protegerse de la tristeza sin protegerse al mismo tiempo de la felicidad”. Pero eso es incontrolable.

-Luego, me ha encantado tu pieza sobre Steve Jobs y de qué modo lo emparientas con el mito de Prometeo. ¿Por qué?
-Creo que todos los de nuestra generación admiramos a Jobs y tiene la historia de no triunfar al principio y de estallar después. Es cierto que tenía esta cosa de Prometeo moderno, en el sentido de descubrirnos otra manera de darnos el fuego. Prometeo lo que da es tecnología a los humanos, igual que Jobs. En principio, para ser más felices. Al final no sé si para esclavizarnos más. Es un Prometeo pero maquiavélico porque os hace sentir felices nada más adquirir un teléfono pero luego ser desdichados y sentirnos antiguos cuando ha pasado sólo un año. Todo lo que rodea a Jobs es magnífico, por ejemplo, que el símbolo de la manzana tiene que ver con Alan Turing que la utilizó para suicidarse, que la manzana esté mordida además; un hombre que se vestía igual para no tener que pensar en qué ponerse. 

-Dices que la vida va fundamentalmente de correr ya desde los primeros contadores de leyendas que hacían correr sus palabras por la noche hasta llegar al amanecer. Y me pregunto si no estamos corriendo demasiado.
-Sí, creo que además ahora somos más conscientes de que estamos corriendo y si antes corríamos por necesidad, ahora corremos porque no nos imaginamos vivir la vida de otra manera. Pensé que después del confinamiento creí que pensaríamos que cierta lentitud en la vida es bastante recomendable y nos hace ser felices pero, como tantas otras cosa, esto fue sólo un puro espejismo y volvimos a la carrera. Lo malo es que cuando corres mucho te pierdes muchas cosas. Si corres porque eres un homínido de Atapuerca y te sigue una bestia, pues tiene todo el sentido. Pero si corres porque eres un turista en Atapuerca y quieres verlo todo en una tarde, pues no tiene ninguno.

-Finalmente, hablas de localizaciones y lugares y Nueva York es la ciudad que reina en buena parte de tu imaginario. ¿Cómo te la esperas encontrar después de una pandemia? ¿Es el primer lugar al que volverás en cuanto podamos viajar? ¿Has recurrido imaginariamente a Nueva York durante la pandemia?
-Sí he recurrido, pero lo he hecho siempre, con pandemia y sin ella. A veces intento convencerme de que estoy allí y escucho la CNN o la PBS. Creo que es un poco patológico. Es una ciudad que me gusta mucho no sólo por la ciudad en sí sino por cómo te coloca a ti personalmente cuando estás allí. Tiene mucha energía y eso lo transmite a las personas que están allí. Entonces, toda esa vida cultural y social que hay se contagia. Una vida que ahora no es la misma, claro. Sí que sería el primer lugar al que me gustaría ir. A Londres también, por supuesto. Pero me da miedo cómo encontrarla. Como Madrid, es una ciudad que sabe cómo sobrevivir a sus propias tragedias. Si ellos sobrevivieron al 11S y nosotros al 11M, ¿cómo no vamos a superar esto también?

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