La bitácora del filósofo austriaco se escribe en un Miami de colores y texturas crepusculares que emana una desconcertante tropicalidad, útil para embriagarse y escribir esta guía del yo en el ahora.
VALÈNCIA. En uno de los metaescenarios más probables habrás llegado hasta estas palabras porque algo ha llamado tu atención en el escaparate del artículo en la portada de cultura de este medio, y le hemos ganado la partida así a otros escaparates vecinos -y amigos- en la lucha por tus minutos. En otro de estos metaescenarios figurados sigues el hilo de la conjetura gracias a que ellos te conocen bien o están aprendiendo a conocerte: puede que este texto no te guste y ya estés de vuelta a la red social que te ha traído aquí y que quizás no recuerdes con exactitud cuál era. En el segundo caso, aunque ya no vayas a poder leerlo, tu fuga seguirá sirviéndoles -a ellos- porque de los errores se aprende mucho, y del porcentaje de rebote, una de las muchas fuentes de información de las que se alimentan, también. Los ángeles hambrientos de conocimiento en el jardín de los síes y los noes viajan a velocidades de ensueño metabolizando en su cuerpo vermiforme y secuencial tu rastro de decisiones. Ellos poseen el don de la presciencia: donde tú ves un horizonte nebuloso e incierto, ellos ven un camino nítido. Quizás no sepas que en un futuro próximo viajarás a Turquía para un injerto capilar, pero ellos ya están buscándote el pack más adecuado para tu bolsillo y necesidades. Hay quien llama a esto dataveillance. Otros, como Yuval Noah Harari, lo llaman la religión del dataísmo.
El presente es muy extraño incluso para nosotros que creemos vivir constantemente en él: el carpe diem ha evolucionado en un presentismo ansioso y medicado, por otro lado, el futuro no es algo que vaya a llegar sino una realidad a la que parecemos estar conectados en todo momento, como si fuésemos del ahora, pero también, y en gran medida, de un mañana que va solo unos pasos por delante, o ni siquiera eso. Por si fuera poco, a medida que acumulamos publicaciones, el pasado se hace muy presente y muy pesado, un enorme álbum que impide que nos olvidemos del todo de quienes hemos sido antes. El presente además ya no se rige por lo que está escrito en el fabuloso libro del destino, sino por la incognoscible -para la mayoría- secuencia de instrucciones contenidas en el mesías algorítmico, que está en el hoy y en el mañana, porque su mero proceder define lo que tiene que venir, y por tanto excede nuestra comprensión del tiempo, y lo condiciona. Sin embargo, la complejidad de todo esto la diluye el filósofo Armen Avanessian en el fondo de un cóctel imbuido de esa tropicalidad relajada que ofrece una ciudad que comparte colores con su anverso brillante o tenebroso, como es La Habana. Avanessian ha escrito Miamificación en una poco habitual segunda persona, quizás para poner un poco de distancia en un texto que busca explicar y encontrar la verdad al mismo tiempo que deja la puerta abierta a la autoficción caribeña y desprejuiciada. Aquí el autor se miamifica a medida que su diario, que aquí lo publica Materia Oscura Editorial traducido por Manuel Vargas y con ilustraciones de Andreas Töpfer, recorre los aspectos que determinan nuestra época, desde los más evidentes hasta los más escurridizos que pasan inadvertidos para casi todos: desde las nuevas formas de percibir y vivir el tiempo hasta una necrológica del capitalismo y un análisis de lo que conlleva el nuevo poscapitalismo que nos arrastra en volandas de sus supuestas mieles colaborativas:
“Una característica de la nueva economía, una particular del siglo XXI, es el hecho de que su cadena global de hoteles (Airbnb) no posee bienes raíces, su más eficiente compañía de transporte (Uber) no posee automóviles, su más grande plataforma mediática (Facebook) no produce contenido propio [...] ¿Sigues viviendo en el capitalismo, o este ya es un poscapitalismo, uno carente de horizontes revolucionarios? Quizás, sin notarlo, hemos entrado en una nueva era, y estamos inmersos en un sistema al que tal vez sea mejor referirse como feudalismo financiero”. Avanessian reflexiona acerca de estos temas con esa paz que otorga el calor sostenido y la humedad en una terraza, con el aroma a finales cálidos de verano y proximidad del océano: el rumor del oleaje lo han interiorizado quienes conviven con él como una amenaza familiar que sin querer hace que la vida se viva de otra manera. La proximidad de un monstruo que ocupa tres cuartas partes del planeta y que posee la facultad de engullirnos sin el más mínimo esfuerzo, cuando no paraliza, relativiza. La donaldización a la que hace referencia el filósofo se observa con distancia: hacer grande de nuevo América es un eslogan todavía más vacío si cabe en esta tierra singular dicen que bautizada por los indios tequesta como Mayaimi, agua grande. Avanessian piensa en la posible caída del imperio sin prisa, alternando el declive con detalles sobre su día a día, como el ceviche que come en un restaurante peruano. Las consecuencias catastróficas del cambio climático con un cómputo distraído de los días que faltan para que concluya su estancia y tenga que regresar a la fría y vieja Europa.
También tiene tiempo para referirse al arte contemporáneo, a Art Basel, a la gentrificación, al petróleo, y a todo lo que le pasa a la gente entre tanto: “En la economía posfordista de contratos de empleo temporales, asignaciones fugaces y proyectos acelerados, los trabajadores constantemente tiene que permanecer 'conectados' para poder sobrevivir [...] Los trabajadores creativos —específicamente los autónomos— tienen siempre que depender de las corrientes para adquirir nuevos proyectos. Después de cada mail enviado esperan ansiosamente su respuesta. Si no llega después de dos días comienzan a preocuparse. ¿Habrán leído mi correo? O peor aún: ¿dije algo mal? ¿Habrán escuchado algo malo de mí o habrán revisado mis cuentas de redes sociales?”. El presente es muy extraño. Avanessian define la miamificación a cada poco y en cada caso de un modo distinto como ese Joker que se ríe del origen de sus heridas: miamificación es reinventarse, reimaginarse en base a la propia imagen como hace Miami, adaptarse a las temperaturas tropicales, aun cuando como Avanessian, uno es consciente de algo tan terroríficamente real como que en la actualidad, la sombra de tus datos no te sigue, te precede. Welcome to Miami (bienvenidos a Miami).
Candaya publica esta historia que se proyecta desde un volumen de relatos para convertirse en la narración íntima de la búsqueda de una casa a la que poder volver