MEMORIAS DE ANTICUARIO

Patrimonio y cultura al borde de la carretera

26/05/2019 - 

VALÈNCIA. Hace un par de semanas, volviendo en coche desde Madrid, se nos ocurrió salirnos del itinerario habitual y visitar el espectacular monasterio de Uclés que dista de la autovía tan sólo diez quilómetros entre campos de trigo mecido por los vientos que acarician la meseta conquense. De hecho, el imponente conjunto se divisa en lontananza a la izquierda. Tras comprobar lo impresionante de su arquitectura, su historia y el entorno natural, no pude sentir más que un poco de vergüenza por no haberlo visitado antes puesto que, como muchos, he transitado en decenas de veces por esa vía rápida (la A-3), sin plantearme el pequeño desvío. No pude dejar de pensar en nuestras tierras valencianas también jalonada de hitos históricos y patrimoniales que asoman su mirada a los caminos de antaño, ahora modernas carreteras, desde tiempo inmemorial. Existe un importante patrimonio, bastante ignorado, precisamente por hallarse al borde de esas vías de comunicación que demasiadas veces transitamos con prisas y que utilizamos exclusivamente como trazado más rápido entre dos puntos, sin que nos fijemos en el propio itinerario y sus mojones históricos y patrimoniales.


Si discurre nuestra ruta por la preciosa carretera que conecta el mar, a la altura de Gandía, con la Vall d´Albaida, no hay excusa para salir de esta, a la altura de Llocnou de Sant Jeroni puesto que nuestro monasterio se halla junto a la misma carretera. No hay perdida posible dado que el lugar se divisa a nuestra derecha si venimos del mar. Si el camino es desde Valéncia hacia el sur, debemos de salir antes en Gandía y el destino se encuentra apenas siete quilómetros de la capital de la Safor. Por razones que no vienen al caso, conozco este conjunto monumental desde mi juventud, cuando su uso era exclusivamente privado y antes de que organizaran visitas y conciertos de música clásica, “en un marco incomparable” haciendo uso de la socorrida expresión. Abrazado por pinos y frutales dispuestos en terrazas, el Monasterio de San Jeroni de Cotalba es el perfecto ejemplo de construcción monástica mediterránea enclavada en un entorno natural  privilegiado y domesticado desde tiempo inmemorial para que sus habitantes obtuvieran todo lo que necesitaban para la subsistencia, incluso agua a través de un acueducto gótico de dos alturas que trae el agua desde una distancia de seis quilómetros, que todavía queda en pie. Impulsado a finales del siglo XIV está compuesto por  entre otras estancias y elementos por la Iglesia, el Claustro gótico de dos alturas con bóveda de crucería, la escalera gótica obra del talle de Pere Compte, la torre almenada del siglo XV, Refectorio, Cocinas y salón de armas. Las intervenciones en el conjunto llegan a las postrimerías del siglo XIX, cuando se ejecuta el jardin romántico y los estanques. Fue monje en este monasterio el pintor Nicolás Borrás del que hablaremos más adelante y del que se conserva una Santa Cena al fresco. La importancia de este asentamiento Jerónimo venido inicialmente de Jávea, lo dan la relación de visitas a este: desde Joanot Martorell, San Francisco de Borja, se habla de San Vicente Ferrer, y hasta reyes como Felipe II y III entre otras muchas personalidades.


Tardé demasiado en visitar la población de Alcalá de Xivert, en el Baix Maestrat y a pocos quilómetros de la costa y de la sierra de Irta, después de pasar junto a ésta en numerosas ocasiones camino del sur de Francia, zona a la que acudo con frecuencia. Desde que me desvié un par de quilómetros, fachada de la iglesia de San Juan Bautista de esta localidad se convirtió en una de mis favoritas de tierras valencianas por la marcada personalidad y originalidad que tiene. Su cornisa mixtilínea, que alterna en un marcado ritmo las rectas y curvas es lo primero que llama la atención, y el acceso a la iglesia se hace por una elegante y ambiciosa portada retablo (quizás de las últimas de estas características en nuestras tierras puesto que esta tipología es más propia del siglo XVII). En este sentido tiene su prima hermana en la iglesia de San Bartolomé de la cercana Benicarló. Resalta desde la misma AP7 por encima de la altura de cornisa de las edificaciones de la localidad, la esbelta y barroca torre octogonal, exenta, como era en origen nuestro Micalet, de casi 70 metros de altura uno de los más altos, concretamente el tercero mas alto, tras el de Ontinyent y el de la Seu de Xátiva, de la Comunitat. No se lo piensen, si disponen de un poco de tiempo, sin duda merece la pena tomar el café en la propia localidad a los pies de esta preciosa e imaginativa fachada pétrea que en una impersonal y desangelada estación de servicio de la autopista.


En esta ocasión vamos camino ascendente hacia Teruel por la llamada Autovía Mudejar o A-23, en el tramo que recorre el Alto Palancia. Dejamos a la derecha la noble y episcopal ciudad de Segorbe, y su rico patrimonio artístico e historico. Sin embargo es a la izquierda dentro del término municipal de Altura donde se halla este conjunto gótico verdaderamente impresionante, del que hoy tan sólo nos queda una evocadora ruina de un tiempo de esplendor y poder. Llama la atención que un conjunto cartujo de tal envergadura por el que pasaron personalidades como Bonifacio Ferrer (hermano de San Vicente Ferrer), Benedicto XIII, conocido como el Papa Luna, o San Ignacio de Loyola entre otras muchas sufriera el primer abandono en el siglo XVIII para ir decayendo inexorablemente hasta ser pasto de las desamortizaciones del siglo XIX. Hoy en día la Asociación cultural Cartuja de Valldecrist procura su paulatina restauración, estudio y promoción y entre sus objetivos más interesantes está el de rescatar un camino que une esta cartuja con la de Porta Coeli en la sierra Calderona.


La A7 que atraviesa interiormente las provincias de València y Alicante a su paso por la comarca del Comtat, deja a su derecha, a los pies del Montcabrer, mítica cima del parque natural de la Serra de Mariola, la localidad de Cocentaina en la que se encuentra el poco conocido palacio de estilo gótico y renacentista de los condes de Cocentaina, rebosante de elemetos de interés histrórico y artístico. Como no podemos detenernos en todos los detalles señalaré dos: en la planta primera nos encontramos con la joya de este palacio. La conocida como “sala Daurada” en la que destaca no sólamente la bóveda de crucería estrellada de terceletes, sino también los frescos que colman los huecos entre las nervaduras. Todo indica que las pinturas fueron encargadas a principios del siglo XVII por Jerónimo Rois de Corella a un pintor llegado de Castilla, concretamente de Valladolid, Rodrigo de Espinosa, padre de otro artista que les sonará mucho más: Jerónimo Jacinto de Espinosa, quien quizás también estuvo presente en la localidad de  ayudando a su padre. Destaca la temática de las pinturas por el hecho de no ser religiosa sino heráldica y de exaltación de los reyes de Navarra. La númerosa simbología es aquí imposible detallar. Nuestro otro protagonista por ser natural de Cocentaina fue natural el importante pintor, y monje (que pasó parte de su vida en el Monasterio de Sant Jeroni de Cotalba, donde muere en 1610), Nicolás Borrás del que nos ha quedado en este palacio un retablo de hechuras puramente renacentistas en su arquitectura dedicado a San Antonio Abad.


En este caso la vía principal es la autovía que atraviesa la Costera y se adentra, a través de una mantenida aunque poco perceptible ascención, en las tierras altas de la Meseta castellana. Antes de llegar a este punto final en tierras valencianas, que marcaría, como un bastión, la localidad de la Font de la Figuera (población natal de Juan de Juanes), debemos desviarnos a la izquierda y tomar la revirada carretera que perpendicular a la A-35, une Moixent con Fontanars. Allí se encuentra en el quilómetro 10,5 el desvío a la Bastida de les Alcusses el excepcional yacimiento íbero del siglo IV a.C en el que se descubrió la pequeña figura en bronce del guerrero de Moixent, que concentra en sus poco más de 7cm una genial modernidad en su diseño, y una indiscutible fuerza icónica y simbólica. Hoy se encuentra depositado en el museo de prehistoria de Valencia, espacio que ha acogido las principales piezas que se hallaron en las cuatro campañas arqueológicas casi centenarias (1928-1931), que descubrieron la red urbana de este asentamiento.

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