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Pedir perdón

26/04/2020 - 

Pedir perdón no es sencillo. Requiere humildad, sinceridad y un poco de práctica. También requiere empatía, lo que no implica necesariamente ponerse en el lugar del otro pero sí entender que se haya sentido molesto por un error propio. El hábito de pedir disculpas por contratiempos cotidianos, igual que el de pedir las cosas por favor y dar las gracias, genera un bienestar interior que irradia al entorno y prepara a las personas para el verdadero reto, que es pedir perdón por hechos graves.

Tampoco hace falta llegar al extremo de los ingleses, que usan la disculpa como una muletilla. La antropóloga social Kate Fox relató en Watching the English (Observando a los ingleses) cómo ella misma recorrió Inglaterra tropezando con gente de forma deliberada y llegó a la conclusión de que casi el 80% de sus víctimas inglesas decían "lo siento" sin motivo, cosa que no hacían los turistas excepto los japoneses.

Hay personas que nunca piden perdón, no porque crean que son infalibles sino porque se sienten debilitadas, pierden el control de la situación y, en definitiva, se sienten mejor si se reafirman en que han obrado bien y es el ofendido el que tiene un problema. Se llama soberbia. Son los mismos que nunca perdonan, que ni siquiera aceptan las disculpas o que las aprovechan para ensañarse con el humillado.

Foto: ROBER SOLSONA/EP

Humildad, sinceridad y empatía no son las virtudes más comunes de los políticos, de ahí que no sea habitual que pidan perdón. En política hay un ingrediente adicional que es el cálculo del rédito electoral. Uno puede desear pedir perdón y sus asesores desaconsejarlo porque la figura política que han ido moldeando no admite ese tipo de debilidades, y puede ocurrir al contrario, que el cálculo político aconseje la disculpa y el líder sea incapaz de formularla de forma creíble, como le pasó a Juan Carlos I tras el episodio de Botsuana.

No es baladí la manera de pedir perdón, no todas son válidas sea por falta de humildad, sinceridad o empatía. Algunas son falsas como una moneda de 13 euros y resultan contraproducentes. Otras son, sencillamente, un insulto. En Sorry About That: The Language of Public Apology (Lo siento: el lenguaje de la disculpa pública), el lingüista Edwin Battistella analiza las disculpas de políticos, artistas y empresarios para establecer los elementos que hacen que una disculpa sea auténtica. Según afirma, la disculpa sincera parte de un sentimiento de vergüenza, culpa o responsabilidad por unos hechos y el deseo de hacer las cosas bien y reconciliarnos. Sin olvidar el interés personal de cada uno, que en el caso de los políticos compite con estos sentimientos y a veces impide dar el paso porque supondría "arrastrarse", en palabras de Nixon.

Ximo Puig pidió perdón el otro día en Les Corts a los profesionales sanitarios por "no haber llegado a tiempo" y por haberse visto "superados en la falta de material protector inicialmente frente a un tsunami que nos ha sobrepasado a todos". El presidente valenciano ya pidió disculpas públicas a los sanitarios, y le fue bien, cuando la consellera Barceló dijo que a lo mejor se habían contagiado en algún viaje. Debería aconsejarle a Pedro Sánchez que practique con algún asunto menor para comprobar que la gente lo agradece.

Foto: INMA CABALLER/CORTS

En esta segunda ocasión, el jefe del Consell logró una disculpa creíble gracias a varios elementos que Battistella considera indispensables. En primer lugar, lo hizo en su primera intervención adelantándose a la previsible exigencia de los líderes de la oposición –Barceló pidió perdón al día siguiente, tarde porque había tenido tiempo en sus comparecencias casi diarias como responsable de Sanidad–. Además, Puig mencionó los hechos por los que pedía disculpas –la falta de material de protección "que merecían" los profesionales– y asumió la responsabilidad como presidente, si bien lo enmarcó en un "tsunami". No es recomendable buscar excusas ni echarle la culpa al mal tiempo, aunque lo del tsunami, que por otra parte es innegable, es más bien lo que Battistella denomina mezclar la disculpa con una explicación, algo habitual cuando el arrepentido es un político. Los gestos también cuentan y habría sido mejor no leer, pero mantener la cabeza inclinada hacia el papel ayudó a que resultara sincero, humilde, empático.

Todo lo contrario que Mónica Oltra, quien compareció a continuación y pidió "perdón" –se supone que por lo ocurrido en las residencias de ancianos– sin cumplir ninguno de los elementos que hacen creíble una disculpa. En primer lugar, esperó a que se lo exigiera la oposición, concretamente la diputada de Vox Llanos Massó, a la que respondió: "Le pido perdón por lo que quiera, si se siente mejor". Eso es una disculpa fake, porque ni mencionó los hechos por los que se disculpaba –"por lo que quiera"– ni está claro a quién pedía perdón –¿a la diputada de Vox?– y, además, utilizó el condicional. Como explica Battistella, la fórmula "perdona si te he molestado" revela falta de sinceridad porque supone cargarle la culpa de haberse molestado al ofendido. Lo hemos visto mil veces: si te has molestado tú sabrás por qué pero si te quedas más tranquilo te pido disculpas. Se suele formular mirando al cielo.

Foto. INMA CABALLER/CORTS

Lo que Battistella no imaginaba es una disculpa como la de Pablo Iglesias el pasado jueves. El vicepresidente segundo, que cuando pide perdón suele hurgar en la herida del ofendido, obró una modalidad de disculpa digna de estudio. Pidió perdón en televisión a millones de niños que no le estaban viendo, pero no a sus padres, por un error que no había cometido él, con el resultado de dejar en evidencia al responsable del desaguisado. Lo podríamos denominar "flagelarse en la espalda de otro", en este caso, de Salvador Illa.

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