VALÈNCIA. Hablaba la semana pasada de que el Barroco estaba de moda y, claro, con el terremoto que estos días ha sacudido el mundo del arte, es inevitable seguir inmersos en este apasionante período artístico. Recuerdo un profesor en la carrera, que impartía la asignatura de catalogación de obras de arte, que defendía que muchas de aquellas que se daban por destruidas por calamidades, generalmente el fuego fortuito o provocado, en unos tiempos convulsos, sin medidas de seguridad, en realidad una buena cantidad de estas no se habían ido para siempre, sino que habían sido objeto de pillaje y “evacuadas” por la puerta trasera de la iglesia, convento o palacio, con el fin de su apropiación y venta, al objeto satisfacer las necesidades más perentorias. Eso explica, en parte, la cantidad de patrimonio que sigue apareciendo en los lugares más insospechados.
Si tienen a Caravaggio como un célebre artista desde siempre, se equivocan. Lo fue en vida y mucho, de hecho, mientras pintaba, su obra ya era objeto de copias y falsificaciones, pero tras su muerte en extrañas circunstancias, el artista cayó en el más injusto de los olvidos. También le sucedió esto al gran Johann Sebastian Bach, aunque por un periodo más corto de tiempo, hasta que llegó Mendelssohn y lo rescató del ostracismo que ocasiona en muchos casos la muerte artística definitiva. Esta es, quizás, la razón más plausible que explique las particulares circunstancias en que están envueltos los recientes descubrimientos de cuadros de nuestro artista, y que aparecen en los lugares más variopintos e imprevisibles. No obstante, no se hagan ilusiones porque la obra del genio lombardo no es abundante: hoy hay 84 indiscutibles, un puñado que se tienen por controvertidos, cuatro o cinco que se creen destruidos en la Segunda Guerra Mundial y uno por robado y en paradero desconocido, así que raro sería que finalmente se superara el centenar de cuadros. Dense cuenta que el redescubrimiento de quien hoy se ha convertido en uno de los pintores más importantes, cotizados y porqué no, literarios, no se produjo hasta 1951 cuando el célebre historiador italiano Roberto Longhi organizó en la ciudad de Milán la primera exposición de este misterioso e ignoto artista.
Noticias como la que ha dado la vuelta al mundo estos días, tal como están las cosas, es una grandísima noticia porque todas esas horas de noticias se convierten en una publicidad que trasciende al propio Caravaggio, de un valor incalculable, sea finalmente el veredicto a favor o en contra de la autoría. Más allá del acontecimiento en sí, es para celebrarlo; aunque sea por el sólo hecho de que historias con esa carga literaria se abran paso aunque sea a codazos entre el fútbol, la política y a las desventuras de Rociíto. El relato si es potente, y este lo es, puede con todo.
Asumiendo que se trata de un reduccionismo, mientras que las noticias que aparecen en los medios generalistas sobre arte contemporáneo se centran en la frialdad de las cifras astronómicas de las ventas en las casas de subastas lo que provoca toda clase de reacciones entre el estupor a la hilaridad, respecto del arte antiguo sus historias perdidas en el tiempo concitan un consenso de atracción más allá de lo crematístico. Aquí las historias son más de hallazgos y descubrimientos en desvanes del penúltimo cuadro de un gran maestro y las polémicas lo son sobre su atribución y no tanto sobre su precio.
Movimientos sísmicos, de menor o mayor intensidad, que en ocasiones cambian los manuales de historia y que afortunadamente irán sucediéndose en las próximas décadas, aunque debemos ser conscientes que los nombres de Caravaggio, Velázquez o Da Vinci cederán el paso a otros maestros o quizás maestras. Artistas de naturaleza quizás más humana, alrededor de los cuales se irán creando nuevas y apasionantes historias. No menos rocambolesca es la historia que envuelve el cuadro titulado El prendimiento de Cristo, también de Caravaggio, y que colgaba desde tiempo inmemorial en el refectorio de una congregación de monjes irlandesa sin estos saberlo y que había llegado como donación realizada por una doctora a principios del siglo XX después de que lo adquiriera en una casa de subastas. Cómo llego a las islas británicas el cuadro es un misterio. Por no hablar de Judith decapitando a Olofernes aparecido en 2014 en un desván de una casa del sur de Francia.
Que la web de la galería de arte antiguo madrileña Nicolás Cortés, presuma con gran tipografía de Treinta años de descubrimientos no es casual. Posiblemente a lo máximo que puede aspirar un anticuario, un estudioso o un coleccionista es a descubrir, desvelar en definitiva rescatar una obra tenida por otra de menor entidad. De hecho, se presume en voz alta de estos hallazgos: “he adquirido una obra en una subasta que salió mal catalogada”. La tan humana vanidad de presumir de que “ yo me di cuenta de ello, y nadie más lo hizo”. Siempre vamos buscando ese arca de la alianza y conseguir dar una nueva vida a una obra de arte que permanecía sumida en el rincón del olvido. Es como darle una nueva vida haciéndole justicia.
Respecto al presunto Caravaggio madrileño, un poco extraño todo ¿no?. Una casa de subastas de rancio abolengo a la que se le “escapa” algo que resultó ser tan evidente para anticuarios, coleccionistas que a los pocos días de aparecer en el catálogo los grupos de Whatsapp echaban literalmente humo. El de este Ecce Homo ha sido el primer hallazgo narrado en las redes en tiempo real mientras el misterio permanecía sin resolverse y el cuadro colgaba junto otras decenas de lienzos como uno más, en la zona humilde de la tabla entre los precios de salida: mil quinientos euros
Finalmente, ¿ahora qué va a suceder?. Las posibilidades que se abren son diversas y las podemos resumir así:
Si se concluye que no se trata de una obra de Caravaggio se declarará su exportabilidad, saldrá a subasta de nuevo y se podrán recibir pujas de todo el mundo. Dada la polémica suscitada y teniendo en cuenta que no son pocos los convencidos de la autoría por mucho que se declare lo contrario (salvo que emergiera una prueba irrefutable), la obra podría alcanzar un alto precio y muy posiblemente volaría fuera de nuestras fronteras. Si la autoría de Caravaggio se confirma, la obra se prohibirá definitivamente que salga de nuestro país. Podría salir de nuevo a pujas, pero con esa condición, alejará cualquier interés internacional, por lo que su precio se contendrá sensiblemente y, será un tanto absurdo concurrir a pujas si es muy previsible que el Estado ejerza con seguridad el derecho de tanteo. Además, a ello hay que sumar que el propietario deberá hacer frente a las obligaciones, que no son pocas, que le impone la declaración de Bien de Interés Cultural (BIC).
Veo improbable que varios coleccionistas españoles se metan en una guerra de pujas que convirtieran la adquisición por el estado en una operación cuestionable por el desembolso en unos tiempos de crisis económica. Eso podría suceder en el caso de que se vendiera por más de, estimo, 20 millones. En conclusión, yo creo que, si finalmente se confirma la autoría de Caravaggio, y por tanto se declara definitivamente inexportable, el estado español negociará la adquisición por venta directa con la propiedad por una cantidad muy inferior que el precio que alcanzaría fuera de nuestras fronteras-unas diez o quince veces menos- y su destino natural será el Museo del Prado.