VALÈNCIA. Aquí llega el tradicional artículo de recomendación de series para las vacaciones, no se iban a librar de él. Claro que en sus vacaciones pueden hacer ustedes muchas cosas y no necesariamente ver series, que a lo mejor es hasta saludable dejar un rato las pantallas, vaya usted a saber. En fin, que pueden vaguear (esto es sanísimo), mirar el vuelo de las aves, dormir, leer, pasear, hacer surf, puenting, rafting, edredoning si marchan a algún lugar un poco fresco (o sin edredón en cualquier otro lugar) o alguna otra cosa que acabe en ing mientras no sea balconing.
Bueno, y que tampoco es necesario andar tachando series de la lista como si estuviéramos haciendo la compra semanal. Que no se trata de consumir, sino de disfrutar. Y si se disfruta con una serie de hace 2, 4 o 10 años, perfecto. O si le importa un bledo la serie de moda, perfecto también. Parece que no eres nadie socialmente si no has visto la última producción de Netflix o el último bombazo de HBO, pero eso no es más que presión social y mediática y, muchas veces, postureo. Este tipo de consumo obligado y/o compulsivo va en contra del disfrute. A veces, incluso de la comprensión cabal de aquello que estamos viendo, y aquí incluyo tanto al público general como a quienes nos dedicamos a esto de analizar producciones audiovisuales.
Las series están de moda y si no la sigues pareces un bicho raro. Ver series debería entenderse como cualquier otra actividad cultural, como leer libros, ver películas o escuchar música. Es decir, leemos, oímos o vemos aquello que coincide con nuestra sensibilidad y, por ejemplo, si un género no nos gusta no le dedicamos atención ni nos sentimos obligados a hacerlo. Con las series debería ser parecido, algo sin presión, sin ninguna necesidad de estar a la última ni de verlo todo, eligiendo lo que apetezca en cada momento. Y todo ello aun a sabiendas de que la oferta depende de poderosas empresas transnacionales y de los vaivenes de un mercado que llaman libre, pero no lo es… como en el caso de los libros, la música o el cine, que tampoco hay que ponerse estupendos.
Y dicho esto, por si entre siesta y rafting tienen ganas de ver alguna serie y saborear ese enorme placer de engancharse a un buen relato (porque eso es un placer, y que nadie me diga lo contrario), ahí van algunas ideas.
Cuando acabó Juego de Tronos andábamos todos preguntándonos como tontos: ¿y ahora qué? ¿qué vamos a ver? ¿a qué nos vamos a enganchar? Y, de pronto, llegaron un montón de buenas series, muy diversas entre sí, y nos dieron grandes satisfacciones. En realidad, miniseries casi todas ellas, de cinco, seis u ocho capítulos, con una historia que empieza y acaba y que, como las buenas novelas, construyen un mundo en el que nos sumergimos y no queremos salir.
Empezamos por Chernobyl (HBO) que, no les voy a engañar, es de mucho sufrir y duele lo suyo. No es la mejor serie de la historia, como se ha dicho, sobre todo porque eso no existe y es absurdo perder el tiempo en hacer rankings y clasificaciones. La mejor serie, la mejor ficción, es aquella que nos hace olvidarnos por un rato de nuestra vida y nos lanza a un universo narrativo en el que disfrutamos (y disfrute, en este terreno de la ficción y por extraño que parezca, incluye sufrimiento), y de esas, afortunadamente, tenemos muchas a lo largo de nuestra vida. Chernobyl es un relato muy sólido, magníficamente contado y del que cuesta desprenderse.
Y si les cuesta desprenderse de esta, no les digo nada de Years an years (HBO), una de las grandes sorpresas de los últimos tiempos. La serie de Russell T. Davies (creador de Queer as folk, Cucumber, A very english scandal y la etapa moderna de Doctor Who, incluida Torchwood, entre otras) es impactante, adictiva, bella y terrible. Y pasto de serie-fórum, porque es inevitable hablar de ella y de lo mucho que plantea en sus seis capítulos. Una obra de muy largo recorrido.
Sin salir de Gran Bretaña (hay que ver estos británicos cómo se las gastan a la hora de hacer series) tenemos Gentleman Jack (HBO), eso que llamamos un drama de época y que tan bien se les da a los ingleses, con el valor añadido de que se trata de la historia real de Anne Lister, conocida como la “primera lesbiana moderna” por el modo en que, en las primeras décadas del siglo XIX, vivió su vida, su identidad y su deseo. Grandes intérpretes, una protagonista formidable y una muy buena historia bien contada por parte de Sally Wainwright.
Más mujeres formidables. Fleabag (HBO), de Phoebe Waller-Bridge. Otra serie inclasificable de solo dos temporadas de seis capítulos cada una sobre la vida cotidiana de una mujer joven que busca su lugar en el mundo. Humor esquinado y nada complaciente para otra ficción que deja pensando. Y nuestra Paquita Salas (Netflix), la serie de Javier Calvo y Javier Ambrossi, que ha vuelto con una tercera temporada llena de humor, dolor, absurdo y un puñado de actrices soberbias. Está dejando innumerables memes para todas las ocasiones y grandes frases, muchas de ellas en boca del inolvidable personaje de Noemi Argüelles, interpretado prodigiosamente por la gran Yolanda Ramos (que le den el Emmy, el Oscar, la copa de la Champions y el Nobel ya).
Una de vampiros: Lo que hacemos en las sombras (HBO), versión televisiva de la gloriosa película de Taika Waititi y Jemaine Clement, tan sorprendente y descacharrante como su original. Y una de ángeles y demonios: Good Omens (Amazon Prime), seis episodios cerrados para adaptar la novela de Neil Gaiman y Terry Pratchett y en la que, sobre todo, brillan David Tennant y Michael Sheen enfrentándose al Apocalipsis.
Podemos viajar a Monterey (California) para acompañar a las protagonistas de Big little lies (HBO), en su segunda temporada. O a Gilead, para seguir sufriendo con June en la tercera temporada de El cuento de la criada (HBO). O visitar el mundo violento, alucinado e iluminado de neones de Nicolas Winding-Refn en Too Old To Die Young (Amazon Prime), co-creada por el cineasta danés junto a Ed Brubaker. Otro director de fuerte personalidad, David Fincher, volverá el 15 de agosto (¡bien!) con la esperadísima segunda temporada de una de las grandes series de los últimos años: Mindhunter (Netflix). Y, aunque a algunas nos resulte incomprensible el inmenso éxito de La casa de papel (Netflix), la serie española ganadora de un Emmy, también pueden acompañar a Tokio, Berlín y El Profesor en sus vistosas aventuras.
¡Y venga de series! Hay donde elegir, ya no les pongo más y les dejo un enlace para que cotilleen. Pero hagan lo que hagan tómenlo con calma, disfruten de lo que les apetezca sin sentirse obligados a ver tal cosa o tal otra porque todo el mundo (que luego no es todo el mundo) habla de ello. Ya se sabe: todo, menos sofocarse, sobre todo con este calor. ¡Feliz verano!
Fue una serie británica de humor corrosivo y sin tabúes, se hablaba de sexo abiertamente y presentaba a unos personajes que no podían con la vida en plena crisis de los cuarenta. Lo gracioso es que diez años después sigue siendo perfectamente válida, porque las cosas no es que no hayan cambiado mucho, es que seguramente han empeorado