Cuando el calendario apura su última página, llega el tiempo de que revistas y webs de ciencia se pongan a catalogar los avances de todo un año que merecen la pena ser recordados. Así, en plan de las mejores vestidas de la alfombra roja de los Oscar o de los recopilatorios musicales de los Número 1. Las clasificaciones son variopintas, prueba de que hay vida en los laboratorios más allá de la vacuna contra la covid-19. Desde Science con su listado de los mayores logros que la investigación mundial ha dado en 2020 o Nature con su selección de los diez nombres propios que han contribuido dentro y fuera de los laboratorios a PLOS con su top 9 de los principales descubrimientos en evolución humana, BBC Science Focus con su recuento de 20 momentos científicos que prometen “hacernos sentir mejor” o Live Science con su recopilación nerd de historias en torno al universo, el coronavirus o las rarezas de la biodiversidad como la de todo un héroe con cuerpo de coleóptero, el escarabajo acuático, con nomenclatura de Regimbartia attenuata, que, tras ser engullido por una rana, fue capaz de salir vivo por la “puerta trasera” del intestino del anfibio. ¡Kafka, que estás en los cielos! Con esta pandemia, ¿quién no siente un poco de empatía con semejante cruzada gástrica?
El alcance internacional de estas clasificaciones, además de sumarse a las estrategias para popularizar la ciencia global, está llamado a construir una referencia, un star system científico, al igual que lo alimenta el premio Nobel, que pone rostro y coronas suecas a los avances más destacados y singulares, o también las clicables conferencias TED, la red de charlas VIP que bajó a las masas gracias a Internet. El ecosistema científico español nunca ha relucido por su dotación de recursos, y menos para el lucimiento mediático. Todavía escasean las herramientas para conseguir que la investigación estatal, y las personas que la hacen posible, se popularice, por lo que sorprende poco que este año mermen las clasificaciones de los hitos de la investigación made in Spain –y menos todavía de la valenciana--, cuyo lugar ocupan los refritos de las revistas anglosajonas.
Entre algunos de los pocos focos singulares y de mayor predicamento --es decir, que si eres científico en España y no estás o no hablan de ti allí, no existes--, de la divulgación de la ciencia patria se encuentran Naukas, la plataforma de blogs de investigadores que celebra festival anual promovido entre otros por la Cátedra de Cultura Científica de la Universidad del País Vasco o @Zientzia; los premios Prismas de la Casa de las Ciencias a la Divulgación, iniciativa de los Museos Científicos Coruñeses para la difusión de la cultura científica; Desgranando Ciencia, evento de divulgación científica de charlas, talleres y espectáculos; CosmoCaixa, escenario de conferencias de autores superventas científicos que visitan España para vender la traducción al español de sus obras, o la Agencia SINC, el Servicio de Información y Noticias Científicas adscrito a la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT).
Ninguno de los puntos mencionados se encuentra entre el Sénia y el Segura. Si se aumenta la lupa sobre la Comunitat Valenciana, hay que invertir esfuerzos para identificar grupos o espacios que visibilicen la ciencia que se cocina en nuestro territorio, más allá de la difusión de rankings de universidades, grupos de investigación y de eminencias que lo petan en el índice h de citas. Mala señal cuando se pretende ser comprado, como bien sabe la mercadotecnia.
Y eso que no andamos mancos de divulgadores con miles y miles de seguidores en las redes. Ahí están la bióloga Rosa Porcel (@bioamara), la pediatra Lucía Galán (@luciapediatra); la periodista científica Rocío Vidal (@SchrodingerGata); el biólogo y gestor Javier S. Burgos (@Javisburgos), el catedrático de Genética Manuel Pérez-Alonso (MPAlonso), el bioquímico J.M. Mulet (@jmmulet), el físico Alberto Aparici (@cienciabrujula), el investigador en enfermedades raras Carlos Romá (DrLitos) o el ambientólogo Andreu Escrivà (@AndreuEscriva). Son algunos ejemplos destacados para un influencer system científico valenciano desaprovechado que ninguna organización o entidad aglutina en una plataforma de cuño valenciano.
Aunque contamos con un evento anual como la entrega de los premios Rei Jaume I, que a pesar de todos los esfuerzos, casi siempre la eclipsan los Princesa de Asturias, con proyectos académicos como el grupo ScienceFlows de la profesora Carolina Moreno en la Universitat de València o el portal de divulgación UMH Sapiens de la Universidad Miguel Hernández de Elche, y con las actividades diversas que impulsan entidades como la Casa de la Ciència del Centro Superior de Investigaciones Científicas, el Jardí Botànic de la Universitat de València, el Espai Ciència del Octubre Centre de Cultura Contemporània, la Ciutat de les Arts i les Ciències, la Casa Mediterráneo de Alicante, la Institució Alfons El Magnànim, las réplicas de las Unidades de Cultura Científica, de las Semanas de la Ciencia o de los Pints of Science, además de convocar el Premio Europeo de Divulgación Científica, ¿cuántos de estos eventos han logrado hacerse un hueco en la primera línea de la divulgación científica de la península? Es más, ¿cuántos forman parte del imaginario colectivo valenciano?
Una de las cosas que he aprendido como periodista ambiental (una de las ramificaciones del periodismo científico) es que lo que no se conoce no se valora. Este lema, que se suele aplicar a la protección y conservación de los ecosistemas naturales, también vale para la ciencia de casa nostra. Las personas que se dedican a la investigación en nuestro territorio necesitan medios locales (de comunicación y sociales) y lugares de encuentro que acerquen a la ciudadanía los avances cosechados en nuestros centros de investigación y empresas. Y todo para comprender que esta también es una tierra de innovación. Las instituciones, los grupos y los investigadores existen, pero faltan fórmulas para un espacio común que permita divulgar sus desarrollos, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. Esperemos que llegue en 2021, y que coincida con el fin de la pandemia.