VALÈNCIA. Querido José Manuel,
Hace un mes y tres días que estoy encerrado en casa. ¿O es un mes y cuatro días? Creo que tres… Vaya, desde el 13 de marzo. Lo de contar nunca se me ha dado bien. Ya en el colegio, cuando me pedían que recitara las tablas de multiplicar, ponía las manos detrás para ir sumando con los dedos. Hoy no hay cuenta compartida, sea la de un regalo o una cena, que no conozca la calculadora de mi móvil. Fíjese que los números han acabado siendo un dolor de cabeza tanto para mí como para usted. Eso que tenemos en común. Hoy quiero confesarle no que estoy enamorada, que diría Isabel Pantoja, pero sí que llevo varios días queriendo escribirle unas líneas. De hecho, lo he intentado en más de una ocasión, pero siempre las he acabado eliminando. Ahora tengo una papelera llena de borradores y un reloj que me dice que tengo que acabar este artículo en pocas horas. Vamos a ver qué sale de todo esto.
Ha pasado ya una semana desde que escuché, por primera vez en lo que llevamos de crisis, su voz. Le confieso que su discurso se me hizo corto. Dicen que lo bueno, si breve, dos veces bueno. Yo nunca he creído en eso. Si son dos veces y encima bueno, mejor. “Primero va la vida y luego el cine aunque la vida sin el cine y la cultura tiene poco sentido”, dijo usted, citando a Orson Welles, una polémica referencia por la que acabó pidiendo disculpas donde hay que hacerlo hoy en día: en Twitter. A mí, en este caso, le digo, me viene una referencia más cañí, ese “¡Ay, qué bien tan mal!” de Ojete Calor, esa oda al “Cuanto peor, mejor”. Qué maravilla, por cierto, la versión de ‘Agapimú’ con Ana Belén. Estaba ya hasta la coronilla del ‘Resistiré’, porque mira que hay canciones para animar la cuarentena y tiramos del Dúo Dinámico. No tenemos remedio.
Me pregunto qué playlist tendrá Mariano para animar sus paseos…
¿Por dónde iba? ¡Ah, sí! Hace una semana que escuché tu voz -si me permites, te tuteo-, una semana desde que por primera vez pensé en escribirte. La segunda vino durante el fin de semana, cuando vi como mis redes sociales se fundían a negro. La torpe convocatoria del llamado ‘Apagón cultural’ fue un visto y no visto. Nació, se hizo trending topic, murió. La Unión de Actores y Actrices, impulsora de la misma, la desconvocó cuando estaba a pleno rendimiento digital dejando dos bandos -no se cuál de ellos más desconcertado-: el de los arrepentidos y el de la resistencia. Yo todavía no sé si fue el movimiento correcto o no, si tenía sentido tal y cómo se hizo. La verdad, José Manuel, no lo sé. Lo que sí sé es que era un grito de socorro, un intento sin frenos de llamar la atención. Tu atención. Y esto no es moco de pavo. Que un sector se lance a la desesperada de esta manera, sin un manifiesto conjunto u organización, sencillamente por la necesidad de llegar a tus oídos habla de un peligroso desapego con la institución que usted rige. Tú.
Por lo pronto, después del follón, ya han anunciado que Hacienda interlocutará con el sector cultural para estudiar medidas y hoy tiene una reunión que pinta bien interesante. Algo es algo.
Entiendo que lo que usted vino a decir en su primera comparecencia es aquello de que lo primero es lo primero. Acabáramos. Esto está tan claro como que para el Ministerio de Cultura lo primero debería ser trabajar en cómo va a enfrentar el sector al que representa una crisis que ahora solo asoma la patita. Sin ser ajeno al contexto global, a las urgencias del gobierno, pero trabajando activamente (esta expresión se la escucho mucho a los políticos, así que la tomo prestada. Mejor dejar claro que trabajar pasivamente no vale) en proyectos que poder dibujar a corto, medio y largo plazo. Con la misma imaginación y esfuerzo con la que las industrias culturales están capeando el temporal estos días. Recalco: imaginación y esfuerzo. Sin encogerse de hombros. Porque errores se pueden cometer algunos (esperamos que pocos), pero no será fácil remontar la (apariencia de) desidia en momentos como los que estamos viviendo.
Ánimo y muchos aciertos, José Manuel.