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¿Se producirá una reconquista valenciana?

Foto: KIKE TABERNER
18/05/2019 - 

La homologación de la democracia española con la mayoría de las europeas se ha confirmado con el resultado de las últimas elecciones generales y autonómicas valencianas: el 28-A ha ratificado la emergencia de una formación de extrema derecha que ha fragmentado el eje de la derecha y apuntillado a un bipartidismo ya moribundo. Un nuevo escenario derivado de las dificultades del hasta ahora hegemónico partido conservador a la hora de gestionar los nuevos conflictos, producto tanto de la crisis económica —de ahí el crecimiento de Ciudadanos en 2015— como de la crisis catalana. Esta nueva derecha radical española ha aparecido como escisión del PP, lo que ha servido para confirmar à posteriori que, efectivamente, el Partido Popular funcionaba como un catch-all party, un partido atrapalotodo que impedía la aparición de nuevos partidos a su derecha, como estaba sucediendo en el resto de Europa desde los años 70 del siglo pasado.

Así que, tras el 28- A, toca convivir con una ultraderecha que ha superado la nada despreciable barrera del 10% de los votos tanto en los comicios generales como autonómicos. Para calibrar adecuadamente la magnitud del seísmo hay que recordar que sólo fue entre 1979 y 1982 cuando la extrema derecha estuvo muy representada —y muy débilmente— en la Cámara de Diputados con un escaño correspondiente a Fuerza Nueva, un partido cuyo líder, Blas Piñar, se erigió en último defensor de un franquismo ya en extinción. Y este fue el único período, en cuarenta y dos años de democracia, en el que la extrema derecha española ha estado representada en las instituciones democráticas.  Ahora, sin embargo, pese a que las cifras finales son sensiblemente inferiores a las que algunas encuestas pronosticaban, los resultados electorales permiten a Vox ubicarse en una posición privilegiada para las próximas elecciones locales y europeas del 26 de mayo. Y especialmente, como tendremos ocasión de comprobar, en una provincia como la valenciana.  

La tentación recentralizadora

Una de las claves del posible éxito electoral de Vox en los 27 municipios valencianos donde presentan listas —aquellos con rentas altas, tradicionalmente conservadores y con un gran porcentaje de población adulta y jubilada— es que consiga calar también a nivel municipal el tipo de discurso identitario españolista, centrado en la idea de un estado sin autonomías, que el partido extremista defiende como panacea que acabará con todos los males del país. Uno podría pensar que el conservadurismo es poco afecto al cambio y, sin embargo, como bien señalaba el profesor Ted Honderich, sucede todo lo contrario: de hecho, Vox quiere cambiar nada menos que el statu quo consolidado durante cuarenta años —el Estado de las Autonomías— para retrotraer la arquitectura institucional española al esquema imperante durante el régimen franquista, el de un Estado férreamente centralizado.

No se trata de una pretensión espuria, ni mucho menos quimérica, sino sólidamente refrendada por análisis demoscópicos, y especialmente en territorio valenciano: en las encuestas periódicas que realiza el CIS, alrededor del 30% de los valencianos prefiere un Estado único sin autonomías y el  22% se siente únicamente español. La cada vez mayor relevancia del factor identitario explica en gran medida el éxito electoral sin precedentes cosechado por VOX. No fueron ni las políticas de austeridad socialistas y populares, ni los escándalos de corrupción, lo que favoreció el ascenso de VOX, aunque sí la aparición de Ciudadanos: fue la crisis catalana la que favoreció la hipertrofia del componente identitario en el escenario político español. Y ese discurso eminentemente conservador seduce a muchos valencianos. Indicadores escondidos en las encuestas del CIS revelan la existencia de una demanda electoral valenciana que el partido de Abascal puede satisfacer en la escena local: el 5% de los valencianos —cifra superior a la de los andaluces, por ejemplo— reconoce ubicarse en las posiciones de extrema derecha (9-10) en el  eje ideológico. Cifra que puede parecer, a priori, poco relevante, pero que en las elecciones andaluzas del pasado 2 de diciembre permitió la irrupción electoral de Vox con una fuerza que nadie sospechó.

Foto: KIKE TABERNER

Activismo comunitario

Podría pensarse, sin embargo, que en unas elecciones municipales existen otros factores, además de los ideológicos, que tienen un mayor peso a la hora de decantar el voto: aspectos relacionados con la cercanía y familiaridad de los candidatos o con una agenda más localista y localizada. Vox, por su todavía escasa implantación territorial, podría por tanto tener mayores problemas para trasladar su éxito electoral a escala municipal. Sospecha que parece confirmarse porque sólo presentan candidatura en 27 de los 266 municipios de la provincia de Valencia: un 10%, raquítico en comparación con el PP —que se presenta en todos los municipios— o incluso Ciudadanos. Pero hay otras cifras más reveladoras: las 27 localidades en las que se presentan concentran a casi un millón y medio de electores, el 52% del total. Y dado que en la Diputación de València, por ejemplo, el número total de votos conseguidos es relevante para conseguir representación, es muy probable que VOX consiga representación en la corporación provincial sin demasiadas dificultades.

No sólo eso. Vox compensa su escaso arraigo territorial con una intensa estrategia de «activismo comunitario», altamente efectiva para aquellos partidos que están iniciando su trayectoria política, que disponen de escasos recursos y que quieren adquirir rápidamente respetabilidad ante el electorado. Se trata básicamente de una campaña de mesas informativas en los pueblos en los que presentan candidatura, mesas en las que se interesan por los problemas más cotidianos de los vecinos, cosa que añade un valor de proximidad al discurso genérico del partido. Un discurso que ha conseguido diferenciarse en el lineal de ofertas políticas disponibles y que en el caso de Vox se articula sobre un embravecido nacionalismo español, a diferencia de Alternativa para Alemania o el Partido por la Libertad holandés, más centrados en la componente (anti)inmigratoria.

Vox también puede verse beneficiado por la inercia del ciclo electoral que empezó a finales del año pasado con las elecciones andaluzas, gracias a un efecto contagio que puede producirse también en la provincia de Valencia, donde de hecho se ha concentrado el 60% del total de votos recibidos por Vox en las últimas autonómicas. Pero no hay que olvidar que las ciencias sociales no sólo describen la realidad, sino que también influyen en ella: cada encuesta y cada resultado electoral tiene un valor performativo, además de informativo, porque revelan el comportamiento electoral, pero también pueden modificarlo. El sorprendente resultado electoral cosechado por Vox en las andaluzas demostró que su voto podía ser «útil», lo que le permitió conseguir unos buenos resultados en los siguientes comicios. Pero también podría suceder que el resultado de las últimas generales y autonómicas valencianas convenza a algunos votantes de la necesidad de volver a concentrar, y no repartir, el voto que anteriormente desembocaba unánimente en el PP. Sólo el resultado final servirá para saber si ha primado el efecto contagio o, por el contrario, estas municipales marcan un techo electoral —y territorial— para la formación extremista.

Eso precisamente fue lo que le sucedió a Plataforma per Catalunya (PxC) en 2011, cuando pagó el excesivo peso que ocupaba su discurso identitario españolista en una propuesta política que prestaba poca atención a otros temas muy presentes en la agenda política y social local. También influyó la escasa implantación territorial y la debilidad organizativa del partido, aspectos que también caracterizan a Vox. Así que sólo después del próximo 26-M sabremos si Vox ha continuado arañando votos de los populares tras el «viaje al centro» de Casado o  si,  por el contrario, las municipales han supuesto un dique de contención. Sólo entonces sabremos si, a la hora de depositar el voto, han pesado más los problemas generales que los locales. Si el contagio iniciado en las andaluzas se mantiene o si, por el contrario, el electorado conservador ha decidido volver a concentrar un voto que en las anteriores generales no ha servido para desbancar a Sánchez de la presidencia del gobierno, todo lo contrario. O si el activismo comunitario ha logrado —o no— compensar el todavía exiguo arraigo territorial del partido. 

Anna López es doctora en Ciencias Políticas

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