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Servando Rocha: "El escándalo en el arte moderno ahora es un bodegón insulso"

20/05/2019 - 

VALÈNCIA. Servando Rocha fue el protagonista de la última conferencia de la Cátedra de Estudios Artísticos del IVAM, el pasado viernes. Tal vez, de toda la temporada, la suya haya sido una de las propuestas más arriesgadas o marginales en el contexto de los centros culturales: el de hablar de los enmascarados, el chamanismo y las sociedades secretas, estableciendo una relación entre las subculturas y la contracultura. La magia como arte canalizador, la oscuridad como contexto, la memoria histórica reformulada. Un discurso que ha ido tejiendo a largo de su carrera como editor y escritor y que la rigidez de la cultura hegemónica no ha permitido que se explique con pedagogía.

Para entender qué implicaciones tiene, Servando Rocha atiende a Culturplaza para explicar su visión del hecho cultural y valorar algunos debates del mundo artístico desde su peculiar (y sin duda, interesante) prisma.

Foto: KIKE TABERNER

- ¿Qué hace un chico como tú en un museo como éste?
- Las cosas han cambiado mucho en los últimos años. Yo no vengo del mundo del arte, eso es lo primero, pero sí que he pasado por casi todos los museos de España (por ejemplo, el año pasado di el curso de Dadá en el Reina Sofía), y mi acercamiento al mundo del arte es un acercamiento nada ortodoxo. La conferencia de hoy va sobre las máscaras, pero no desde el punto de vista antropológico -o en parte sí- sino que responde a las preguntas que siempre han estado un poco por ahí: lo simbólico, la mezcla y su conexiones con la cultura popular es algo que a mí siempre me ha interesado muchísimo. Siempre pongo el ejemplo de mi madre: cuando le cuento en qué estoy trabajando, ella escucha y dice "todo es violento, todo es oscuro". Y es verdad, porque me interesa mucho la violencia, el aspecto simbólico de la violencia en la cultura contemporánea. Cuando hace un par de años decidí empezar a investigar y escribir sobre la figura del enmascarado, me di cuenta que esa figura me ha acompañado siempre, desde el mundo del cómic hasta algo tan importante hoy en día como la propia identidad. Yo creo que la próxima revolución va a ser el intento por desaparecer, que es absolutamente imposible: ya hay listas de sospechosos ausentes en las redes sociales. La figura de la máscara, y es algo que me interesa mucho, es contar una gran historia, una historia de nuestro tiempo a partir de lo pequeño. Igual como se puede contar una historia de nuestro tiempo a partir de un vinilo, de un disco o un imperdible.

Quién no recuerda el momento en el que aparece, por ejemplo, la máscara de V de vendetta. O el momento mejor, casi una broma de la historia, cuando Alan Moore va a Ocuppy London y se encuentra con lo que ha creado. Es difícil encontrar esos momentos tan maravillosos. Otro ejemplo: en mi libro Facción caníbal, cuento el pánico que se desata cuando aparece el retrato de una asesina de niños en un museo de arte moderno; su retrato, que era simplemente la foto de la ficha policial pixelada. Se genera un escándalo tremendo porque las asociaciones de padres y de víctimas de los asesinos del páramo protestan, y cuando preguntaban el por qué no sabían muy bien qué decir, y una explicación que me encantó es que era muy grande la obra. Las obras grandes solamente están reservadas para grandes personajes. Son reflexiones que tienen que ver con esos momentos en que se encuentran distintas personas en distintos fenómenos. Que tengan que ver más con el arte: aparece en mi investigación Dadá, aparece el surrealismo -obviamente- pero también Pussy Riot o el futurismo ruso.

Foto: KIKE TABERNER

- Pero parece que las instituciones artísticas, que no estaban abiertas a recibir estos discursos, ahora sí.
- Se asume que vivimos una época donde el escándalo no es posible, creo que eso está clarísimo. Y el escándalo en el arte moderno ahora es un bodegón insulso. Una obra aburrida. Los museos y centros de arte contemporáneo se pelean por este tipo de discurso, porque no lo tienen. Y si lo tienen, lo narran como un objeto muerto, como un cadáver que no les interesaba.

- Esto provoca también que la contemporaneidad asuma tanto esos discursos que los asuma mal...
- Muchos de los que hicieron Mayo del 68, tres o cuatro años después estaban metidos en el espectáculo. Son dinámicas inevitables, tampoco tiene tanta importancia. Yo creo que se pueden generar interrogantes en cualquier espacio y los museos de arte moderno se han dado cuenta que, cuando se tratan las grandes cuestiones del arte moderno, estos tienen que salir hacia afuera.

Ahora mismo, vivimos una especie de concentración en el tiempo en el que todo sucede cada vez más rápido y desde el momento en que se nombra algo, se convierte en algo controlable. Yo con eso coincido mucho con Alan Moore: estamos acostumbrados a que los procesos históricos duren más tiempo y ahora vivimos en un momento en el que no entendemos nada porque, en muy pocos años, están pasando demasiadas cosas. Una de ellas tiene que ver con la máscara y con la desaparición. Una de las cosas que he aprendido, al investigar sobre la máscara, es que nunca miente: nosotros pensamos que la máscara lo utilizamos para mentir, y no es cierto. En el caso típico del carnaval, por ejemplo, la máscara no es un ejercicio de falsedad. Todo lo contrario, es la manera mejor de canalizar esos deseos que han sido reprimidos.

Foto: KIKE TABERNER

- Retomando la cuestión de la contracultura y la cultura, encontramos por ejemplo la figura de Aleister Crowley, una persona que es un icono de la contracultura pero que es autor también ciertos hechos abyectos. Parece que la contracultura crea sus iconos igual que la cultura, de una manera poco sana para la carga ideológica que se le presupone.
- Se tiende a pensar que todo es contracultura, y hay unos fenómenos que son subculturas y otros que son contracultura. Estos últimos tiene que crear un contrapoder. Hay subculturas que siempre han sido reaccionarias, Por ejemplo, los skinheads, que miran hacia atrás.

El problema de la contracultura es que hoy en día es la cultura hegemónica

El problema de la contracultura es que hoy en día es la cultura hegemónica. Los grandes medios se pelean por tener ese tipo de expresiones. En el caso de Crowley, como en otros casos, siempre intentamos que la historia sea un traje hecho a medida; pero la historia es caprichosa: es como es, y no como nos gustaría que fuera. Crowley es un personaje contradictorio y para mí esa es su riqueza. No se puede entender el siglo XX sin él igual que no se puede entender sin Charles Manson. A mí me interesan los personajes contradictorios, y Crowley era capaz de ser un gran poeta y, como tú dices, de las cosas abyectas. Esa contradicción me interesa, con cierta mirada crítica y sobre todo, con humor, que falta muchas veces.

- Las subculturas muchas veces son colocadas, de manera errónea, por el público -tal vez porque la referencia que tengan sea un programa como Cuarto Milenio- en el eje escepticismo-credulidad...
- Javier Sierra habla de ocultura. Yo creo que lo interesante es la potencia del misterio, no la respuesta. Las respuestas no me interesan, los motores de progreso son las preguntas. La respuesta tiene trampa, porque cuando la tienes, quieres preguntarte otra cosa. Es el misterio el que empuja todo, porque es una posibilidad de que algo pase. Yo tengo mis propias creencias sobre si hay vida después de la muerte, pero si tuviera la posibilidad de saber qué es lo que pasa luego, tampoco querría saberlo. Hay una cierta fobia en reivindicarse desde la duda. Yo no tengo todas las respuestas y no pasa nada: más aún en un momento tremendamente complicado, en el que, desde un punto de vista político, nos obligan casi a tener que votar a personajes en los que no creemos lo más mínimo porque hay un pensamiento totalitario que está ahí, pensando que es su momento histórico.

Tiene que ver también con las redes sociales, con lo rápido que es todo. Parece que tenemos que ser especialistas en cualquier cosa. No puedo entenderlo todo, no puedo seguir todo lo que sucede, y no pasa nada. Por eso las nuevas generaciones quieren recuperar el paseo del espacio urbano, los escenarios secretos de las ciudades, Thoreau, Walt Withman. Todo eso está de moda porque estamos viviendo una crónica de la desaparición de cosas. La pérdida de los bares de toda la vida, como está pasando en Madrid, por ejemplo: la gente no llora porque ha perdido el bar, sino por lo que significaba como espacio de encuentro, como momento de suspensión del tiempo. Todo eso va desapareciendo, y la tragedia mayor es la de no ser consciente de tu propio presente. Hablaremos dentro de 20 años de lo maravilloso y lo sublimaremos todo, y después en el fondo diremos que éramos cuatro, pero tenemos que ser conscientes de la validez de este momento histórico. También de las grandes preguntas: cuanto más crezco, más preguntas tengo.

Foto: KIKE TABERNER

- ¿Cómo uno se acerca, porque tú lo has hecho en primera persona y muy de cerca, a esta subcultura y estos colectivos que nos resultan muy misteriosos? ¿Es más fácil de lo que lo que parece?
- Viajé a California y conocí a una banda de motoristas negros, los Dragones de la Bahía del Este, y cuando estaba allí el día anterior, una chica negra experta en estudios culturales negros asombrada me decía ¿cómo has podido conocerlos? Claro, para ellos son organizaciones criminales. Cuando nos vamos haciendo mayores, perdemos cierta inconciencia en lo que hacemos: los grandes momentos que hemos vivido posiblemente han surgido de un "podía haber salido mal, pero qué bien lo pasamos". Antes teníamos siempre la mochila de acampada detrás de la puerta esperando la siguiente aventura y ahora, de pronto, te preguntas dónde vas a dormir, qué es lo que va a pasar... Hay que mirar al tiempo histórico de soslayo.

- ¿Cómo se conectan esos esos submundos, las culturas ancestrales o el esoterismo, con los movimientos contraculturales contemporáneos, como la música punk?
- El mayor acto mágico es la música. La magia no son apariciones sobrenaturales, no existen. El que vive esa experiencia lo está viviendo, por lo tanto es real para él. Pero si uno hubiera estado al lado de Crowley cuando él tenía cierta experiencia, no hubiera visto absolutamente nada. Para él era real, entonces existe la magia. Porque es una creencia subjetiva real. El chamán que se pone una máscara de lobo porque tiene que ir a un mundo trascendental, y sin ser un animal no va a poder entrar en ese mundo, cuando lo hace está viviendo esa experiencia verdadera.

La magia existe en la medida en la que es una creencia subjetiva real

Es maravilloso. La magia es el arte: cuando estamos en un concierto y vivimos una experiencia que nos surgen de los sentidos totalmente y perdemos la noción del tiempo.  El enamoramiento es un acto mágico también. Rechazamos siempre los pequeños gestos de la vida cotidiana y siempre pensamos que todo es Harry Potter, cuando realmente Harry Potter habla de cosas que son de la vida cotidiana. Pero queremos que nuestra vida sea como la de Harry Potter. La magia está pasando ahora mismo a través de muchísimas experiencias, es cuestión de educar la mirada, nada más.

Foto: KIKE TABERNER

- Hablemos de los mecanismos de la violencia, otro de los pilares de tu obra. ¿Quién dirige o cómo se provoca esa violencia?
- Si ahora mismo, a día de hoy, desapareciera la policía de las calles, la gente seguiría haciendo la misma vida: no habría saqueos en supermercados ni trifulcas. La violencia, ahora mismo, es el peor de los escenarios porque antes, en los grandes momentos revolucionarios, se podría saber exactamente dónde estaba el enemigo, en cierta medida. Ahora la violencia es mucho más sofisticada, es más complicada de ver. Está ahí, en la vida cotidiana, en la manera en que hablamos, en los gestos. Hay una violencia asumida.

A mí me interesa la violencia para conjurarla. Y realmente todos mis trabajos se relacionan con ella, de una u otra manera, pero no porque apoye la apoyo. La violencia me fascina, como el terror o el terrorismo. Pero no hay nada malo en eso, no lo estoy defendiendo. Como toda fascinación, hay algo que no puedes evitar dejar de ver, si no, no tendría sentido que mirásemos durante dos horas en una pantalla una película de terror con sangre. Foucalt dijo algo así como que aquello que el hombre no expresa por medio del arte revive en los asesinatos.

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