LAS SERIES Y LA VIDA

‘The Great’: cuando la infidelidad histórica es un arte

12/09/2020 - 

VALÈNCIA. Si lo que les gusta de las series o películas sobre figuras de la Historia es la precisión y el rigor históricos, olvídense ya de The Great. A sus creadores y artífices les importa un bledo ese tipo de veracidad. Cierto es que tampoco es el objetivo de la mayoría de las versiones cinematográficas o televisivas de vidas de gobernantes, prohombres y promujeres del pasado, por mucho que lo digan. Lo que pasa es que el academicismo lo oculta y hace que todo parezca muy serio y muy grave, pero nanay, no se fíen. 

Las películas y las series no son tratados de historia; no están hechas por historiadores, sino por artistas. Son relatos de ficción, siempre. Y en el caso concreto de este cine (o serie) mal llamado histórico, es una excusa para el lucimiento del diseño de producción y la dirección artística, además de la steady cam y los grandes travellings y panorámicas, y que luzca el dinero invertido en la ambientación. Por cierto, word me subraya lo de promujeres indicándome que el término no existe, cosa que me da exactamente igual porque debería existir y ahí se queda, ustedes ya me entienden.

The Great es una serie inclasificable. Leo por ahí que la catalogan como comedia dramática o ficción histórica, pero si empiezan a verla según esos parámetros, les va a entrar jaqueca. Es farsa y tragedia, está llena de humor negro, pero también de drama, de horror y de comedia. Es violenta y cruel, a ratos muy desagradable, a ratos bonita y también divertida. Un delirio tremendamente atractivo y sorprendente. Ah, y no la confundan con Catalina la Grande, la miniserie protagonizada por Helen Mirren que, esta sí, es un fruto más del academicismo habitual. 

La serie se inspira en la vida de Catalina la Grande o Catalina II de Rusia, que fue emperatriz de Rusia desde 1762 hasta su muerte en 1796. En 1745, la aristócrata prusiana Sofía Federica Augusta de Anhalt-Zebst se casa con el futuro emperador Pedro III y ahí es donde comienza la serie. Y ahí también, desde el mismo inicio, se empiezan a mezclar acontecimientos y personajes históricos y se altera la cronología. En la realidad, Pedro y Catalina fueron coronados emperadores 18 años después de su boda mientras que, en la serie, cuando Catalina llega a Rusia a sus 18 años para casarse, Pedro ya es emperador y, por lo tanto, ella emperatriz. no la confundan con Catalina la Grande, la miniserie de

Su creador, y esto ya les dará una pista de por dónde van los tiros, es Tony McNamara, el guionista de La favorita (The favourite, Yorgos Lanthimos, 2018), con la que la serie mantiene muchos puntos de contacto, siendo una prolongación, aún más salvaje, del disparatado mundo creado en la película ganadora del Oscar. Como en la película, la visión del pasado y de los personajes es deliberada y descaradamente contemporánea. Lo de deliberada y descaradamente lo digo porque la serie está en las antípodas de cualquier intento de asumir puntos de vista del siglo XVIII. Es, de forma clara y rotunda, una mirada del siglo XXI, que extrapola al pasado comportamientos y temas actuales. En palabras del propio McNamara: “Lo único que nos diferencia es que ellos iban en coches de caballos y vivían en mansiones enormes, pero no creo que hayan sentido cosas muy distintas a las que sentimos hoy en día”. 

Esta forma de aproximarse al pasado lo hemos visto también en la María Antonieta (2006) de Sofia Coppola, a la que a veces puede recordar la serie por las similitudes de sus jóvenes reinas protagonistas o por los anacronismos, aunque el tono es muy diferente. En realidad, y por más que se diga lo contrario, cualquier visión de la historia lo es, contemporánea, porque solo podemos contar el pasado desde nuestro presente, verdad de Perogrullo que tiende a olvidarse muchas veces. Lo que pasa es que algunas obras lo hacen de modo explícito, a riesgo de ser consideradas, para mal y no sé por qué, productos pop, posmodernos o frívolos, según los casos.

Que funcione tan bien algo tan extremo se debe a lo bien escrita que está, a una puesta en escena muy inspirada y que no se limita a ilustrar, como sucede a veces con el cine o las series de ambientación histórica, y a unos magníficos intérpretes que es de justicia citar. Elle Fanning se luce como Catalina. Comienza como una adolescente soñadora, ingenua pero también engreída, convencida como está de que va a cambiar el destino de Rusia llevándole los valores de la Ilustración, y acaba como una mujer poderosa y una consumada estratega, ya poco naif y dispuesta a ejercer el poder con todas sus consecuencias. No se queda atrás Nicholas Hoult como Pedro. Aunque el personaje es más limitado en su evolución que el de Catalina, resulta magnética su composición de un emperador infantil, irresponsable, cruel y psicópata. Y la química entre ambos funciona maravillosamente bien. El plantel de secundarios también brilla, especialmente Phoebe Fox como Marial, la sirvienta y confidente de la reina y Adam Godley como el arzobispo Archie. 

The Great es una farsa histórica, decíamos antes, pero esto no es La víbora negra (The Black Adder, 1983-1989), la descacharrante serie de Rowan Atkinson y Richard Curtis. No es una parodia hecha para hacernos reír. Tal vez grotesca sea el adjetivo que mejor le cuadre. Su tono, aunque parezca extraña la comparación, es parecido al de Doom Patrol: personajes extremados y risibles, patetismo, situaciones esperpénticas, violencia, sangre, sexo, dolor, horror, humor cruel, risas. No quiero desvelarles mucho de la serie para que disfruten de las sorpresas que ofrecen constantemente su antiacademicismo y su frescura, solo resaltar que esa arriesgada mezcla ofrece un tono bastante insólito, irreverente y cáustico, en el que pasas de la sonrisa al horror y de ahí al estupor en cuestión de segundos. Y aunque algunas de las cosas que muestra hielan la sangre, no se la pierdan. No hay muchas series que destaquen por su originalidad y nos rompan los esquemas.