VALÈNCIA. Alonso Ruizpalacios recibió ayer el Premio Lluna de València, el mayor galardón que otorga el festival Cinema Jove. El mexicano representa como pocos directores actuales la versatilidad de formatos y narrativas que pueden convivir en una única filmografía.
Ruizpalacios encontró su hueco en el cine de autor ya desde su ópera prima, la expansiva Güeros. Más tarde llegarían Museo y Una película de policías, que se podrá ver a lo largo de la próxima semana en València. También se ha hecho un nombre dirigiendo diferentes capítulos para series como Andor o Narcos.
- Ayer, recogiendo el premio Lluna de València, dijiste algo que compartes con otros directores que han sido reconocidos con el mismo premio: el miedo al ver que, tan joven, ya te están haciendo una retrospectiva. En todo caso, con este repaso a tu filmografía, ¿sientes que tu cine tiene una unidad sobre la que reflexionar de una mirada concreta?
- No sé, creo que siempre es más fácil señalar desde fuera. Quizás la única constante en mis tres películas es el elemento de que son road movies. Mi sonidista, Isabel Muñoz, siempre se queja de que la metemos en la cajuela [el maletero] del coche. En Güeros vivió en la cajuela del Atlantic, en Museo también hay una parte de road movie y en Una película de policías estuvimos dando vueltas con las patrullas mucho tiempo. También las tres películas comparten una mirada a la Ciudad de México desde distintos ángulos. Me gusta usar el cine para conocer mi ciudad.
- También anoche se reivindicó el cine como un juego. Tú dijiste no querías crecer y eso se nota en tus películas. Creo que eso sucede especialmente en Güeros, en la que las escenas parecen haberse abordado de manera independiente para ver cómo se expandían, como cada una fuera una experimentación diferente.
- Sí, en todo el proceso de Güeros está presente elemento de juego. Me gusta una cita de Truffaut que dice que las películas se dividen en dos categorías: las que reflejan la dicha de hacer cine y las que reflejan la agonía de hacer cine. Creo que mis tres películas reflejan la dicha de hacer cine. En el set me gusta descubrir cosas, ver hacia dónde nos lleva la historia, jugar.
- Has dirigido teatro, televisión, ficción y no ficción… ¿Cuál de estos formatos se da más al juego y a la experimentación?
- El teatro, sin duda, tiene una naturaleza muy lúdica. Cuando hice Güeros, acababa de crear una compañía de teatro en México y muchas de las cosas que hicimos en la compañía permearon en la película, como el rompimiento de la ficción. Creo que todas las formas se benefician del juego, pero yo lo descubrí a través del teatro, que fue mi formación.
- Siguiendo tu discurso de anoche, tomaste prestada una cita de Víctor Erice que decir que una película tiene que ser un ir al encuentro. Añadiste que, con tus películas, has descubierto mejor tu país. Esto sucede especialmente con Una película de policías, que se puede interpretar como una crítica, pero también genera cierta empatía por la institución. ¿Qué tenías claro antes de empezar la película y qué descubriste al acabarla?
- Fue un proceso creativo muy complejo. En él tratamos de derrumbar nuestros prejuicios sobre la policía, una institución que en México especialmente es muy polarizante y hermética. Queríamos entender más que juzgar. Hay una postura crítica en la película, está claro, pero también desde la empatía. Queríamos retar al espectador para que suspendiera lo que cree saber sobre la policía.
- La policía es la institución que el resto de tus protagonistas más odiaría.
- No lo había pensado así, pero tienes razón. Sería el gran antagonista de ellos. También hicimos la película porque en México se estaban planteando reformas policiales y queríamos incidir en la conversación, repensar la militarización del país que se estaba planteando. Nuestra visión es que no hacía falta, que la policía podía mejorarse en vez de olvidarla. Hay en esa película una clara intención de incidir en la sociedad mexicana.
- Está pendiente de estreno La Cocina, la adaptación de un texto original de Arnold Wesker que ya dirigiste en teatro en 2004. ¿Cómo le ha sentado estos 20 años a la idea en tu cabeza?
- Originalmente pensaba que La Cocina sería mi primera película, pero acabé Güeros antes. La Cocina siempre estuvo ahí y se tardó mucho en madurar. Para mí fue muy difícil adaptar una historia que ocurre en un espacio y tiempo casi continuo. Sobre todo porque quería tomar el reto de hacerla de manera cinematográfica y no tanto teatral.
- Supongo que agradeces entonces que hayan pasado tantos años porque te ves más maduro como cineasta para abordar este reto.
- Espero que sí. Ya me dirás.
- En tus cortos el hilo conductor son momentos límite de vidas precarias. Quizás el formato corto facilita hablar de momentos así, pero en ti se nota especialmente. ¿Cómo abordas tus cortometrajes a diferencia de tus largos?
- Los cortos son el camino de aprendizaje de un cineasta, el camino lógico. Yo, por ejemplo, hice el corto Verde después de mi primer largometraje. Quise regresar al corto porque tenía esa historia y claramente tenía esa forma de corto. Siempre les digo a mis alumnos que traten de hacer películas que sean naturalmente un corto, y no un largometraje embutido. Es un error muy común.
El corto, por naturaleza, tiene una mayor libertad narrativa. Para mí se acerca más a la poesía. Puede ser como un poema que no necesita desarrollo, solo la exploración de una idea. Es la duración la que te permite esa libertad que te permite un poema. El corto es otro bicho y me intriga mucho, me encantaría seguir haciéndolos.
- Tus películas han sido muy bien recibidas en Berlín, has trabajado en Estados Unidos… Con esta panorámica, ¿dónde sientes que se entiende mejor la mirada latinoamericana?
- Tendría que pensar bien la respuesta. En España hay un vínculo, un medio camino. Siempre me encanta venir a España. Cuando llevamos Güeros a San Sebastián fue muy emotivo. Ganamos el Premio de la Juventud. Había una energía en ese jurado joven… Siento que la entendieron muy bien porque les interpeló mucho.
Güeros también la escribimos en una beca de la Fundación Carolina en Madrid, en un taller de escritura. Hay un enfoque particularmente latinoamericanista en algunas instituciones culturales españolas que es muy chido.
- Ayer reivindicaste la labor del Instituto Mexicano de Cinematografía. Todos estamos en alerta con la situación del cine argentino. ¿Está en peligro también el cine mexicano?
- Siempre está en peligro, lamentablemente. El cine mexicano ha defendido muy bien, pero siempre está al borde de los recortes. La comunidad cinematográfica de mi país ha sido muy resiliente, pero no podemos descuidar este espacio. Necesitamos pelear para que se amplíe. Ahora que tendremos una nueva presidenta, pero aún no se sabe de qué lado caerá la Cultura.
Hay que pelear para que, lo que ya se ganó, crezca y no se haga más pequeño. Por ejemplo, durante el sexenio pasado se quitaron fondos importantes, se redujeron los fideicomisos.
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