CASTELLÓ. Analista geopolítico, Ángel Gómez de Ágreda (Salamanca, 1965) es jefe del Área de Análisis Geopolítico de la División de Coordinación y Estudios de Seguridad y Defensa de la Secretaría General de Política de Defensa (SEGENPOL). Experto en ciberseguridad, Máster en Terrorismo y Antiterrorismo, Doctorando en Ingeniería y fue jefe de Cooperación del Estado Mayor del Mando Conjunto de Ciberdefensa. Coronel de Aviación, es también piloto militar de transporte, paracaidista y diplomado en Seguridad de Vuelo por el Ejército del Aire, la US Air Force y por la Universidad del Sur de California. Ha participado en cuatro misiones en la antigua Yugoslavia, Afganistán y el Sahel.
Hace unos días, presentó en la Caja Rural de l’Alcora su libro Mundo Orwell. Manual de supervivencia para un mundo hiperconectado, que ya va por la segunda edición. Su conversación es pausada: elige con cuidado las palabras y se muestra preocupado por cómo las redes están alterando nuestra convivencia.
-El título de su libro, Mundo Orwell, ¿describe nuestra realidad o nos alerta sobre adónde vamos?
-Estamos prácticamente ahí. Yo quise titularlo Historia de un futuro reciente: es tan próximo que en muchos aspectos ya estamos viviendo en ese mundo Orwell, en muchos aspectos. El título es un homenaje al 70 aniversario del libro, pero estamos yendo más hacia la distopía de George Orwell sino más bien hacia la de Aldous Huxley en Un mundo feliz: un poco más amable pero igual de preocupante en cuanto a nuestra libertad.
-Hablando de Orwell y el Big Brother, ¿deben los niños leer 1984 en los colegios de hoy, para saber en qué mundo vivimos?
-Yo creo que igual que ven series como Black Mirror y les llama la atención porque describe muy bien, desde la distopía, el mundo en el que estamos, deberían leer 1984, o también Rebelión en la granja, que es otra obra fundamental de Orwell, para entender cómo es el mundo en general.
-Dice en su perfil de LinkedIn que el conocimiento no se halla en la comprensión de los distintos aspectos de la realidad sino en las relaciones que esos aspectos tienen entre sí. ¿Comprenden nuestros líderes políticos y económicos la complejidad del mundo actual, a la hora de tomar decisiones?
-Vivimos en un mundo con un cortoplacismo demasiado acentuado y por tanto, se buscan soluciones muy concretas a temas acuciantes del momento, pero no se preocupan de ver qué segundas derivadas tienen en otros aspectos: igual que a la hora de legislar, se legisla de abajo arriba, de temas concretos hacia el conjunto en lugar de darse una idea de conjunto de hacia dónde quieres llegar y luego ir legislando cada uno de los aspectos.
-Pero eso es preocupante, ¿no?
-Es preocupante porque vamos poniendo parches que abren vías de agua por otros lados.
-Le he oído que las personas somos hoy parte de las guerras actuales, que la tenemos dentro de nosotros mismos, y que somos meros instrumentos. ¿Puede desarrollar esta idea?
-Sí, yo hablo de que la guerra ahora se produce en la gente, dentro de la gente. Antes la guerra era en los campos de batalla, se mataban físicamente para convencer al otro de tu punto de vista. Después, los terroristas por ejemplo traen la guerra entre la gente, se sigue matando y ejerciendo violencia. Ahora mismo la guerra es dentro de cada uno de nosotros, intentando convencernos apelando a nuestros sentimientos, a afectos. En realidad están apelando a nuestro corazón mucho más que a nuestra cabeza. En ese sentido, como utilizan nuestra psicología para convencernos, somos el instrumento que se utiliza para hacer la guerra, somos el escenario también porque se desarrolla dentro de nosotros, y al mismo tiempo somos la víctima de esa agresión.
"Ahora mismo ya no se entiende la guerra como un acto físico: hoy las guerras son híbridas y mezclan todos los aspectos: económico, psicológico, formativo, legal..."
-Entiendo que hablamos de todo tipo de guerras: políticas, económicas, culturales...
-Ahora mismo ya no se entiende la guerra como un acto físico: hoy las guerras son híbridas y mezclan todos los aspectos: económico, psicológico, formativo, legal incluso… porque se están empleando elementos legales y jurídicos de Derecho Internacional también para hacer la guerra. Entonces, la influencia que se ejerce en nosotros es en todos y cada uno de esos aspectos: la guerra de la información los cubre todos. De hecho, incluso cuando se utilizan elementos legales, económicos o físicos (bombardear algo), lo que se pretende es afectar a nuestras percepciones, a nuestro entendimiento de esa realidad, más que modificar la realidad. Cuento por ejemplo el caso del bombardeo de un puente: antes lo bombardeabas para separar las dos orillas, evitar que hubiera paso de tropas de un lado a otro, por razones logísticas… y ahí tienes al puente de Mostar, en la guerra de Bosnia. Al bombardearlo estás separando la comunidad cristiana y la musulmana de la ciudad. Separando, por tanto, dos formas de entender el mundo, dos comunidades. Estás dando a entender que no quieres que haya una mezcla entre esas dos formas de ver el mundo.
-Y ¿en qué momento se ha dado el cambio a esta forma de guerra? Porque hoy tendemos a pensar que todo lo ha cambiado la tecnología, y escuchándole entiendo que no es el motivo.
-¡Qué va! Lo importante aquí siguen siendo las personas, esto se ha hecho toda la vida. Recordemos desde la Guerra de las Galias a cosas mucho más recientes, como por ejemplo el Yo pondré la guerra de Hearst: siempre se ha manipulado a la opinión pública para generar guerras o para cambiar su opinión. Lo que ha cambiado son los medios para hacerlo y quién puede hacerlo: antes tenías que ser un estado o un gran medio de comunicación, ahora cualquiera tiene acceso a cambiarte las realidades a través de las redes sociales o de Internet. Y no solo eso: el instrumento es muchísimo más potente, porque la interacción que permite Internet hace que sea psicológicamente más cercano. ¿Por qué permiten los periódicos que se comenten las noticias? Pues aparte de para que uno esté más tiempo en la página y haga más clics, sobre todo es porque eso crea un vínculo entre el autor y el lector a la hora de poder comentarla e intercambiar opiniones. Eso hace que te impliques mucho más en la noticia, que te llegue más dentro e incluso que defiendas casi como propia muchas veces la misma noticia que antes te habría venido unidireccionalmente.
-Pero hoy en día, la opinión de un ciudadano o de un grupo de ciudadanos tiene una influencia mucho mayor sobre los hechos posteriores que la que tenía hace 2.000 años.
-Absolutamente. Este cambio empieza, la utilización de estas tecnologías, en los últimos 10 años como mucho. Porque antes no existía Facebook, ni Google… este cambio es bastante reciente y es lo que nos mete la guerra dentro de nosotros.
-¿A este híbrido de guerras sería correcto llamarle guerra cultural?
-Es precisamente el tema del próximo paper que voy a publicar: los sesgos culturales y el cómo influyen las redes sociales, la comunicación en Internet… y cómo igual que Hollywood ha influido y conformado la cultura occidental, ahora mismo hay una competición por saber quién es el que va a influir desde las redes en el futuro. Entonces, en la cultura creo que deberíamos tender a un híbrido entre Oriente y Occidente, pero la tendencia que estamos viendo es justamente la contraria: cada cultura está creando su propia parcela de Internet, en muchos casos precisamente para evitar la colonización cultural. Todo el mundo piensa que puede perder el control sobre el discurso a su propia población.
-Pero en parte ya la han perdido, ¿no es una paradoja?
-Sí, es que en parte lo que ha pasado es que los estados han tardado mucho en darse cuenta del potencial que tenía esto. En los primeros años de Internet, lo que llamo la época hippie, se podía hacer cualquier cosa y eran los individuos los que tenían el control. Pero es que la propia estructura de Internet lo que favorece es a la red en su conjunto, en detrimento de cada nodo, de cada individuo, así que favorece los derechos de los estados o de las grandes empresas sobre los derechos individuales. Eso es lo que tenemos que aprender a conjugar: si no, Internet creará castas, creará seguridades nacionales pero por otra parte, crear autómatas, súbditos, en lugar de personas más independientes y más libres.
"Individualmente es casi imposible rebelarse contra la estructura de Internet"
-¿Y entonces, qué margen de actuación nos queda, como personas
-Individualmente es casi imposible rebelarse contra la estructura de Internet: lo que sí puede haber es creación de plataformas paralelas a los grandes monopolios, que sí permitan, si son económicamente sostenibles, mantener el control sobre sus propios datos. Necesitamos controlar el valor de nuestros propios datos, porque hoy se los regalamos alegremente a las corporaciones. A cambio de comodidad, y de gratuidad aparente. No tenemos conciencia de cuánto valen nuestros datos.
-¿Quiénes son ellos, las fuerzas que tienen realmente hoy el poder? Habla de media docena de grandes corporaciones, ¿con más peso que los estados
-Existe el riesgo de que así sea. Se está proponiendo la creación de una figura tipo ministro de Asuntos Exteriores dentro de las mismas empresas, por el papel que empiezan a jugar las mismas empresas en el juego geopolítico, en el que tradicionalmente estaban sólo los estados. Vamos a tener que cambiar probablemente el modelo de gobernanza de la ONU, porque ahí solamente hay estados. No tiene mucho sentido que esté un país pequeñito, y no esté Google, ni Facebook, ni Amazon, por ejemplo.
-En este tipo de instituciones, existen contrapesos entre países, áreas geográficas… por tanto, ¿también habrá que ver cómo se contrapesan esas organizaciones entre sí, no?
-Claro, y habrá que ver también el solape de soberanía que se produce entre el alcance que producen las empresas y el de los estados. Hay una competencia y se ha cambiado la mentalidad de los ciudadanos y de las empresas.
"Vamos a tener que cambiar probablemente el modelo de gobernanza de la ONU, porque ahí solamente hay estados. No tiene mucho sentido que esté un país pequeñito, y no esté Google, ni Facebook, ni Amazon, por ejemplo"
-Como analista geopolítico, ¿cree que Kaplan tiene razón con su análisis sobre cómo los mapas determinan el devenir de las naciones? ¿No distorsiona o matiza ese análisis el influjo globalizador de las nuevas tecnologías?
-Seguimos siendo prisioneros de la geografía, no solo en cuanto a quiénes son nuestros vecinos, sino también por nuestros sesgos culturales, que vienen condicionados por dónde vivimos. Pero sí es cierto que a esa capa de soberanía de la geografía, se está superponiendo otra, que es una guerra de la información, de influencia, pero la geografía sigue siendo muy importante. Tenemos que aprender a convivir simultáneamente en las dos biosferas: en la física y en la lógica, cada una con sus reglas pero también cada una con sus condicionantes.
-Y hablando de empresas, ¿cómo puede defenderse una industria como la cerámica, en las guerras comerciales? ¿Y de los ciberataques?
-Es complicado y además tiene muchas derivadas. Pero bueno, empezando por lo último, obviamente debe defenderse tecnológicamente de los ataques que sufra, pero eso tiene una solución tecnológica, de la que se ocupan los técnicos y ya está. Pero después tiene una necesidad de establecer una transparencia y una supremacía en el relato: tomar la iniciativa a la hora de establecer el relato y dar esa imagen de marca a todos los niveles, proyectando influencia para la comercialización, explotando bien las posibilidades de las redes comercialmente.
-¿Es posible luchar de esa manera en solitario? Porque hablamos de un clúster.
-La clave es coopetir: habrá unos ámbitos en que cada empresa tendrá que cooperar con el resto de la industria, pero teniendo muy claro que al tiempo estarán compitiendo entre sí. Así que hay que evitar traspasar determinadas líneas rojas en la competición que eliminen la posibilidad de una cooperación que beneficie a todos. Un equilibrio en el que tiene sentido introducir estrategas del tipo que comentábamos antes, esos ministros de Exteriores, para hacer posible esa actividad casi diplomática entre ellas. Con las dimensiones de muchas empresas cerámicas, seguramente en muchos casos hablaríamos de un servicio externalizado, con el expertise necesario, que no está al alcance de una empresa, por ejemplo, de 150-200 trabajadores.
-Volvemos a una de las frases que más repite: dice que hemos regalado nuestra privacidad a cambio de comodidad. En relación con esto, un experto de Ética de la UJI, Patrici Calvo, nos decía hace poco que se están utilizando los algoritmos para lavarse las manos, aprovechando el vacío legal. Él se refería al campo de la bioética, pero ¿va esto más allá?
-Sí: la bioética, la nanoética relacionada con la nanotecnología, la ética de la neurociencia y la de la Inteligencia Artificial están muy vinculadas entre sí. Estamos haciendo lo contrario de lo que dice el tío de Spiderman (“un gran poder implica una gran responsabilidad”): queremos eludir la responsabilidad pero sin dejar de tener el poder. Es incompatible: si queremos seguir reteniendo el poder, ser dueños de nuestras decisiones, tenemos que ser responsables.
"A lo mejor tenemos que preocuparnos más de adaptar el ritmo de la tecnología a aquel ritmo que sirva para hacernos más humanos en lugar de más esclavos"
-Pero sorprende que los estados sigan yendo tan detrás de la realidad, ¿no?
-El libro empieza con una frase de Edward Osborne Wilson que dice que “tenemos emociones del Paleolítico, instituciones medievales y la tecnología propia de un dios. Y eso es tremendamente peligroso”. Al final hablamos de ritmos muy distintos entre nuestras emociones, la capacidad jurídica de los estados para mantenerse al día, aunque es lógico que vayan un poco por detrás de la realidad… y luego la tecnología que avanza exponencialmente. A lo mejor tenemos que preocuparnos más de adaptar el ritmo de la tecnología a aquel ritmo que sirva para hacernos más humanos en lugar de más esclavos.
-Pero ahí hay una tarea de los estados en el ámbito educativo, de hacer a toda la sociedad consciente de las implicaciones de que aquí y ahora mismo, nos estén influyendo para tener unos comportamientos determinados en todos los ámbitos, ¿no?
-El problema es que en general, los estados encuentran un grandísimo potencial de utilización de estas tecnologías en beneficio propio: la tentación de utilizar estos instrumentos en favor propio va en detrimento de los individuos.
-Pero incluso viéndolo desde esa perspectiva... ¿no es pan para hoy y hambre para mañana? Porque al final, los estados también pueden acabar perdiendo.
-Vivimos en unos ciclos políticos tan cortos que el pan para hoy es la única parte que se ve. Lo vemos con otros temas como el medioambiental, el del cambio climático, que es el único que se me ha quedado fuera del libro. En este estamos retrasando las decisiones precisamente por condicionantes cortoplacistas que nos están afectando. Y junto con el tema digital, son los dos grandes temas transversales.
-Finalmente, usted ha reflexionado también sobre los medios de comunicación. Cada vez hay más gente que cree innecesario disponer de medios de comunicación serios, de referencia… y encima su viabilidad económica está muy comprometida. ¿Qué hacer?
-La parte económica la veo complicada porque lo que vende hoy son los titulares llamativos, que después van a tener muchos clics en redes sociales… pero eso va en contra de proporcionar al lector una noticia en profundidad, a partir de la cual se pueda formar una opinión seria. Necesitamos a esos medios y necesitamos que el lector se acostumbre a ir más allá de los titulares: que no mire 50 veces al día los titulares, que es lo que hacemos hoy, sino que los mire dos veces y el resto, las dedique a profundizar en la noticia y a sacar conclusiones. Y buscando la pluralidad de información. Si no combinamos tres factores (regulación de la desinformación, el papel de la prensa como referente de solvencia y difusor de información veraz y la educación de la gente para profundizar en esas noticias) no vamos a ser libres.
-Y si el estado no tiene incentivos para potenciar esa educación en nuestros hijos, ¿estamos solas las familias ante ese reto?
-El problema es que estamos en una generación de huérfanos digitales, que no hemos vivido en ese mundo desde el principio y es muy difícil que transmitamos a nuestros hijos el cómo sobrevivir en ese mundo. Nuestros hijos están aprendiéndolo sin guías, sin nadie que les diga que no crucen los semáforos en rojo, en el mundo digital. Es muy difícil. ¿Cómo va a educar el estado a la población si es el primero que ha llegado tarde a este tema?
-Entonces… ¿no nos libraremos de vivir tiempos interesantes?
-Eso es una maldición china (sonríe), y estos lo son, sin duda. El papel de los medios y de los educadores es crítico.