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Aznar, Eurovisión y la España buena

3/02/2022 - 

Recuerdo que hace años un amigo me dijo que votaba a la derecha principalmente porque no entendía la política exterior de la izquierda. Había apoyado que José María Aznar se aliara con Estados Unidos e Inglaterra para atacar Irak porque, según él, el pacto de las Azores nos hacía más fuertes y favorecía nuestros intereses comerciales y económicos. No le importaba que el ataque se basara en mentiras y que muriesen inocentes. Eso era colateral. Lo importante era la alianza con los países poderosos. Siguiendo esa lógica, no le importa que hagamos negocios con Arabia Saudí, un país donde no se respetan los derechos humanos pero que es rico. Él dice que de ahí solo saldrán beneficios. Y quizás tenga razón si solo pensamos en los beneficios. Pero a mí también me gusta pensar en otras cosas, así soy yo de rarete.

Obviamente, no entendió la Alianza de Civilizaciones que proponía Zapatero. Le parecía tan ridículo y fuera de lugar como supongo que le pareció la candidatura de Rigoberta Bandini. O el sonido excesivamente gallego de las Tanxugueiras.

Puede sonar raro, pero la selección del representante de Eurovisión me pareció desde el principio un tema de política exterior. De la imagen que queremos dar en el extranjero y de las estrategias (éticas y estéticas) que utilizamos para ello. ¿Qué España queremos mostrar? ¿Hasta dónde debemos vender nuestra alma para ganar?

Me pareció interesantísimo, sobre todo, el rechazo del jurado hacia las gallegas Tanxugueiras cuando la mayoría del público, sobre todo gallego pero también del resto de España, las tenía como favoritas o al menos como una de las mejores propuestas. Nadie se habría quejado si hubiesen ganado, lo que confirma que eran unas buenas candidatas para representarnos. Yo, fiel a mi rol de progre cuarentón, iba con la Bandini (como iba con la Alianza de Civilizaciones) aunque reconozco que me habría encantado ser representado por las gallegas. Pero España, por alguna razón, siempre es Madrid, las Castillas y Andalucía. Con sus regiones afines como Extremadura o Aragón. ¿Qué es eso de mandar a Eurovisión una canción de raíces celtas y en gallego? España es flamenquito, sangría, jamón ibérico, sol y español. El norte verde y lluvioso no es la verdadera España. Son igual de malos españoles que esos catalanes que se empeñan en hablar en catalán y en hacer castellets en lugar de corridas de toros.  En este país adoramos Galicia pero la idea de algunos, o eso infiero, es que no nos puede representar en el extranjero: hablan en una lengua sin prestigio y su música nos lleva sin querer a prados y vaquitas. No tiene la prestancia del sonido Miami, de los temas hechos en serie en un estudio, sin alma, que suenan todos igual pero nos hacen imaginar playas, culos morenos por el sol y rascacielos.

Mi amigo diría que lo importante es ganar, que las Tanxugueiras no nos van a hacer ganar con algo tan de raíz y en un idioma que no se entiende... y a lo mejor Chanel, con esa propuesta serial, mil veces escuchada y ni siquiera española sino latina, sí. Y lo importante para él es ganar cueste lo que cueste. Sin embargo al jurado, como a José María Aznar, le ha salido un NO A LA GUERRA. Porque hay que ser un poco pragmáticos (el idealismo debe tener un límite o se convierte en fanatismo) pero seamos sinceros: es un concurso casposo y de capa caída que nadie respeta excesivamente, lo que nos permite relajarnos. La gente votó al Chikilicuatre en 2008 porque le pareció divertida la broma. Y al parecer al resto de países también porque curiosamente es uno de los “cantantes” españoles que mejor ha quedado en el concurso. Y ahora la gente deseaba enviar algo nuestro, que nos representase y singularizase como país: las Tanxugueiras son esa España del norte que todos adoramos y que tan poco reivindicamos en el extranjero. Son un tipo de orgullo español que al centralismo no le viene bien, como cuando Joan Manuel Serrat se negó ir a Eurovisión porque le prohibieron cantar La, la, la en catalán. Es verdad que entonces estaba Franco, pero las cosas no han cambiado tanto. El catalán sigue siendo un idioma no-español para algunos (¿y si no es español de dónde es?), al igual que el euskera o el gallego. Al parecer hay una forma buena y una mala de ser español.

Pero ante todo, o eso parece pensar el jurado, como pensó Aznar fumando puros con George Bush y Tony Blair en las Azores, está ganar.  Aunque tengamos que vendernos a lo comercial sin alma para ganar. Aunque no nos reconozcamos en Chanel como lo habríamos hecho en las Tanxugueiras o en el buen rollo desenfadado de Rigoberta Bandini o en el electro festivo de Varry Brava.   

Tras años mandando propuestas estándar y quedando entre los cinco últimos habría sido un buen momento de probar algo nuevo. Algo que hubiese unido a la gente y que se saliese de lo esperable, de lo diseñado por la industria con escuadra y cartabón. Algo que, aunque no ganara, hiciera país.

Pero claro, lo que cuenta es ganar, diría mi amigo. Pues ale, estará contento: ha ganado la industria y su fast food musical, esperemos (aunque a mí me la suda porque yo prefiero una buena canción que un primer puesto) que los que dicen que saben tengan razón con su estrategia y quedemos los primeros. Aunque yo creo que va a a pasar lo de siempre: que dicen que ganará España pero solo ganarán cuatro. Como pasó con el pacto de las Azores.

 Estoy harto de verlo.

(Y al rescate de los bancos, que también defendía mi amigo, me remito)

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